Estilo de vida > MAGDALENA HELGUERA

"No es más grave matar a una mujer que a un niño"

La escritora presentó Cuando seas mayor y sepas guardar el secreto, una novela sobre mujeres luchadoras con el que da el salto a la literatura para adultos
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22 de julio de 2018 a las 05:00
Con más de 40 libros publicados en Uruguay y el extranjero, Magdalena Helguera es uno de los principales referentes del país en literatura infantil y juvenil. Pionera del género, fue también de las primeras en presentar personajes creíbles y complejos, alejados del estereotipo popular. Está casada hace 35 años, vive en Lagomar y tiene dos hijas. De sus muchos años como maestra de escuela tiene los mejores recuerdos, pero no así de su época de estudiante, cuando, dice, la dictadura se metía en cada aula. Quizás por eso odia el abuso, especialmente, hacia los niños. Le gusta tejer, andar en bicicleta y releer Mujercitas, de Louisa May Alcott, cada vez que puede.

¿Por qué decidió publicar ahora una novela para adultos?
Es una novela que yo empecé hace 20 años, en una época donde estaba buscando caminos y me ponía desafíos. La empecé, la abandoné y la volví a retomar varias veces. Lo que verdaderamente me impulsó fue la anécdota que aparece al principio del libro, la del recital de Carlos Gardel y Razzano, que yo calculo que fue por 1925. No recuerdo quién me contó la historia, pero parece que un bisabuelo, que era un señor español que había venido a Uruguay a los 14 años con un jamón abajo del brazo, fue el que al enterarse del show de los tangueros, dijo: “Yo no voy a ningún lado a ver a esos dos guarangos”. Cuando de la editorial me pidieron materiales nuevos, les mandé esta novela y les gustó.

En el libro las grandes protagonistas son las mujeres, que a través de varias generaciones luchan por conservar su dignidad. ¿Qué la motivó a elegir ese tema?
Como la escribí hace mucho tiempo no sé bien por qué puse esto y aquello. Por otro lado, eso de buscar qué quiso decir el autor, no lo comparto. El autor muchas veces dice cosas sin quererlas decir o lo que quiere decir no lo dice o los personajes lo van llevando, como a mí me pasa. Yo no podría escribir nunca, por ejemplo, como lo hacía Tomás de Mattos, que decía que hasta no tener todo el esqueleto completo de una novela, los personajes, la trama, todo, no empezaba a escribir. Yo soy lo contrario. Con ese método no hubiera escrito nada. Yo parto de una punta y veo que pasa después.

El hilo conductor del texto viene dado por los sucesivos nacimientos. ¿Cómo cree que cambió la maternidad a lo largo del siglo XX y comienzos del XXI?
La maternidad es un tema que, si bien ya he tratado en libros infantiles y juveniles, cada vez me interesa más. Porque la maternidad en nuestra sociedad pasó de ser una cosa idealizada, aquello de que las madres son sagradas, a ser un pecado. Hoy veo que para los jóvenes, pero también para mucha gente de mi edad, la maternidad es algo a combatir; se ha demonizado. Si una chica joven queda embarazada se la señala con el dedo. En vez de hablarle de lo positivo y felicitarla, se le habla solo de lo negativo. De quién se lo va a cuidar, del problema de los estudios o el trabajo. La mirada es muy dura, sobre todo con las madres jóvenes de pocos recursos. Es como si los pobres no tuvieran derecho a tener hijos.

El peso del patriarcado también es una constante en la novela…
Sucede que el patriarcado aún persiste. Todavía hay padres que, queriendo mucho a sus hijas, son autoritarios, como pasa en la novela. Y es que hasta no hace mucho tiempo, si no lo eran, eran mal vistos por el resto de la sociedad y tratados de irresponsables por criar mal. El padre de la novela, para salvar a su hija del estigma de estar embarazada sin marido, llega a sacrificar a su nieto, lo que también nos lleva al tema de la desprotección de la infancia. Porque hasta no hace tantas décadas solo los adultos tenían derechos, los niños no. Y todavía tenemos resabios de eso. La ley de femicidio, por ejemplo, no es que yo esté en desacuerdo, pero me parece que no es más grave matar a una mujer que a un niño.

Entre los libros, el trabajo como maestra y sus hijas, le ha dedicado mucho tiempo a la infancia. ¿Cómo son los niños de ahora?
En general, creo que la infancia se achicó. Hablo de la infancia de los Reyes Magos, de jugar con juguetes o a la payana, eso se termina cada vez antes o directamente no sucede. Hoy la adolescencia arranca a los 10 años. No es casualidad. Me sorprende, por ejemplo, que los padres hagan fiestas de cumpleaños para niños de 8 años con reguetón a todo trapo, que es una música para adultos desde todo punto de vista. El mundo cambia constantemente y ellos con él, lo que no siempre es bueno. Yo, por ejemplo, estoy trabajando para que no se elimine el libro de papel, porque los niños no solo leen, sienten los libros. Los clasifican, los ordenan, cosa que no pasa con los textos digitales. No digo que la biblioteca Ceibal esté mal, está buenísima, pero estoy viendo que se usa poco. Creo que a los niños no los satisface. Es como si en vez de jugar al fútbol jugaran a la PlayStation. O sea, no es lo mismo tener un oso de peluche para abrazar al momento de dormir que abrazar a una mascota virtual en una pantalla.
La segunda parte del libro está marcada por la dictadura. ¿Por qué incluyó el tema?
Supongo que además de por un tema de cronología, que hacía que los personajes transitaran por ese período de la historia, la dictadura está porque yo vertí al papel cosas que me pasaron y me marcaron. Yo hice la carrera de magisterio en dictadura con un pie en la nuca. Siempre había que bajar la cabeza y hacer lo que te decían. Recuerdo a una profesora que me dijo directamente, porque yo preguntaba mucho en clase, “Helguera, acá las estudiantes que preguntan mucho puede ser que se reciban, pero trabajar, estoy segura de que no”. El año pasado, sin embargo, me jubilé de maestra después de ejercer durante muchos años.

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