Economía y Empresas > ERNESTO TALVI

"Podemos apostar al crecimiento futuro y al mismo tiempo, a la reactivación presente"

El director de Ceres propone un shock de infraestructura con crédito multilateral
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18 de junio de 2016 a las 05:00
Obras de infraestructura contra el estancamiento económico. Esa es una propuesta de Ceres que realizó en 2014 en un foro internacional y hoy es el modelo que sigue Colombia para apostar a la reactivación.

Según el director académico del think tank, Ernesto Talvi, Uruguay no puede limitar su esfuerzo a "poner en orden las cuentas fiscales" sino que debe apostar a una "austeridad inteligente" que le permita retomar el crecimiento.


En entrevista con El Observador, el economista dio su receta para enfrentar ese dilema y planteó los desafíos que, a su entender, el país enfrenta si quiere evitar que en los próximos 15 años el tejido social "se rompa de manera definitiva".

A continuación, un extracto de esa entrevista:

La economía siguió sin crecer en el primer trimestre del año reafirmando las expectativas de expansión cercana a cero para este año. ¿Hay una salida a este estancamiento en el horizonte?
Estamos viviendo en condiciones externas de suma dureza. Brasil está en la peor depresión desde hace un siglo y las cosas no parecen estar poniéndose mejor. Acaba de salir a la luz que el actual presidente recién estrenado podría estar muy seriamente involucrado en el escándalo de Petrobras. Las medidas que tomó (Mauricio) Macri (presidente de Argentina) para corregir todos los desequilibrios y distorsiones que la economía heredó, en la etapa inicial, son más bien contractivas. Las compras de China en el exterior se vienen contrayendo a razón del 15% por año. La esperanza que tengo es que, como la economía brasileña está tan deprimida y las cosas que está haciendo Argentina llevarán a que vuelva a ser una economía normal, esperaría que vamos a tener un empuje favorable de la región en el futuro relativamente cercano. Eso va a ayudar, pero también nos tenemos que ayudar a nosotros mismos.

¿De qué manera?

Tomando medidas que no solo se limiten a poner en orden las cuentas fiscales, sino también medidas proactivas que apunten a generar crecimiento, empleos de calidad y dinamismo.

¿Qué posibilidades tiene la política pública de contribuir a la salida del estancamiento con los recursos limitados que hoy tiene a disposición?
Es lo que hemos acuñado con el nombre de "austeridad inteligente": hacer obras de infraestructura apelando al crédito de los multilaterales. Porque esas obras generan inmediatamente reactivación. Es una apuesta al crecimiento futuro y a la reactivación presente.

¿Por qué con los organismos multilaterales?

Porque teniendo el sello de aprobación de los organismos y su asesoramiento técnico, eso garantiza que estas obras van a ser de alta rentabilidad económica y social. Si así ocurre, podríamos llegar a convencer al Fondo Monetario Internacional (FMI) –que tiene su metodología, pero que está abierto a escuchar estas propuestas– y a las calificadoras de riesgo de no se compute como parte del déficit fiscal porque en rigor esto no es gasto. Se podría tratar como un proyecto autocontenido por fuera de las cuentas públicas. Cuando uno tiene en cuenta los flujos que va a generar este proyecto a futuro y los descuenta apropiadamente, va a tener un valor presente neto positivo. No es deuda sino todo lo contrario, es un activo para el país. Y si está avalado por los organismos –y esto es muy importante–, podemos ir al FMI y decirles, "miren, esto no debería computarse como déficit ni como deuda y por eso lo dejamos aparte". Es una apuesta al crecimiento futuro y al mismo tiempo, a la reactivación presente. Es algo que tenemos que jugar fuerte, de la misma forma que cuando pedimos US$ 1.500 millones en un crédito puente al gobierno de EEUU, que era en ese momento 30% del PIB. Nadie creía posible que nos dieran eso, lo justificanos y nos lo dieron.

¿Es difícil convencer al gobierno de ideas que surgen fuera de sus filas?
Es algo que me da pena. Este concepto de "austeridad inteligente" nosotros lo instalamos en la reunión del World Economic Forum (WEF) de mayo de 2015. La recogió el Financial Times y otra prensa internacional, y se publicó en Brookings Institution. La idea fue discutida y tomada. El presidente de Colombia, Juan Manuel Santos, anunció hace apenas tres semanas que la política de Estado de su gobierno a partir de ahora va a ser el concepto de "austeridad inteligente". Lo tomó porque en el panel en el que me tocó participar en el WEF estaba el ministro de Economía de Colombia, Mauricio Cárdenas, y le gustó muchísimo la idea. Si lo hace Colombia, ¿por qué no lo podemos hacer nosotros?

¿Por qué cree que es más fácil para un think tank como Ceres instalar sus ideas en el exterior que en su propio país?
La diferencia esencial es que lo que hacemos a nivel internacional no está contaminado de prejuicios. Acá, si uno le hace una sugerencia al gobierno le está haciendo el juego a la oposición y si critica a la oposición es porque uno tiene aspiraciones políticas. Siempre en casa lo que uno dice está bajo sospecha, a pesar de que hace 19 años Ceres está trabajando desde el mismo lugar y con total y absoluta independencia. La gente me dice, "¿cambió el discurso Ceres ahora que le da a veces tanto apoyo al equipo económico?" No, cambiaron las circunstancias. Durante el boom advertimos que había que ahorrar y para algunos éramos unos aguafiestas. Le dijimos al gobierno que mucho de lo que estaba pasando no era por mérito propio sino por circunstancias externas y lo veían como desmerecer sus logros. Y ahora que estamos en dificultades y que sentimos que ciertas decisiones que toma este nuevo gobierno son correctas a la luz de las dificultades, las reconocemos y aportamos ideas adicionales que creemos que el gobierno debería estar haciendo. También evaluamos lo que la oposición hace, porque si no se dice cómo se tiene que hacer algo y si no se cuantifica, eso no es una propuesta. Ceres en todas sus propuestas, en el acierto y el error, siempre dijo cómo se harían, y cuánto iban a costar y rendir.

Quien lo escucha hablar de la política económica de este gobierno en comparación con el anterior sin conocimiento de la política uruguaya, podría pensar que en 2014 hubo rotación de partidos. ¿Es tan grande la diferencia entre el gobierno de Mujica y el de Vázquez en su conducción económica?
Es enorme. El equipo económico podía ser el mismo, pero estaba permanentemente socavado en su autoridad por un equipo paralelo que en cualquier momento podía ingresar al ruedo para hacer cosas que claramente no iban en línea con las del equipo económico sino que implicaba un giro a la izquierda en la política económica. Eso hizo un enorme daño. Hoy el doctor Vázquez le da un respaldo inequívoco al equipo económico astorista. No implica que se van a ganar todas las batallas. Perdió la del TISA, pero eso fue porque el presidente no tuvo fuerza interna. Es una línea socialdemócrata, de centro izquierda moderada, perfectamente compatible con las tradiciones del Uruguay. El 80% de los uruguayos se autodefinen como de centro, centro derecha o centro izquierda. El doctor Vázquez está representando en la forma en que trata de gobernar –no siempre puede– a la enorme mayoría de los uruguayos, que no quieren ese giro a la izquierda.

El movimiento sindical es otro de los grandes actores políticos en este país, por fuera de los partidos. ¿Cómo evalúa su posicionamiento frente a este cambio en el ciclo económico?
Yo creo que ha sido, en muchas dimensiones, sorprendentemente madura. En primer lugar, al decir que hay que privilegiar el empleo sobre otros objetivos y cuando se ve con buenos ojos la flexibilización de la jornada laboral, que fue una propuesta de la Cámara de Industrias. Lo otro muy importante es que en los Consejos de Salarios en que trabajadores y empresarios no llegaron a un acuerdo y el gobierno tuvo que laudar, por primera vez en la gestión del Frente Amplio lo hizo a favor mayoritariamente de la posición empresarial. Uno hubiera pensado que, de pasar eso, íbamos a tener un nivel de confrontación tremendo. Eso no ha ocurrido.

¿Cómo evalúa la actual política social del gobierno?
Ha quedado un poco sin rumbo porque ahora la emergencia social cambió respecto a 2005, ahora es la guetización. Esas comunidades deprimidas, sin futuro, sin esperanza, donde la pobreza y la marginalidad se recrean de generación en generación, están destruyendo el tejido social del Uruguay. Están en la base de la criminalidad, la violencia, la droga, el surgimiento del narcotráfico. Hemos hecho propuestas concretas porque sentimos que no está en la agenda. En términos policiales, propusimos una "operación de saturación" en los barrios vulnerables, pero saturar los barrios con liceos públicos modelo, con educación de calidad, 10 horas diarias, clases los sábados, liceo de verano, seguimiento con tutoría para los chicos con dificultades de conducta y de aprendizaje, incorporación de la familia para que se comprometa con el éxito académico de su hijo y se contagie con los valores del lugar. Tenemos que tener uno de estos en cada barrio vulnerable del país. Necesitamos 136 de estos centros, cuestan US$ 240 millones al año hacerlos funcionar. Para los que no podemos recuperar por la vía de la educación porque ya cayeron en el delito, tres centros de rehabilitación modelo que cuestan US$ 33 millones al año. Por el amor de Dios, ¿cómo es que no estamos haciendo esto o algo parecido?


Una forma de hacer política fuera de los partidos

Con sus Encuentros Ciudadanos, Ceres decidió abandonar la comodidad de los círculos de elite económica y hablarle a un público más amplio. ¿Por qué ese cambio? ¿Por qué ahora?
Porque llegamos a la conclusión de que hablarle a las élites políticas, económicas, universitarias, no alcanza. Ahora se lo queremos contar a los ciudadanos para que sean ellos los que terminen generando la presión suficiente, para que le digan al sistema, "queremos que estas cosas se hagan; me pedís tu voto, esto es lo que quiero a cambio".

En prácticamente todas las entrevistas se le pregunta sobre sus aspiraciones políticas y usted niega que quiera volcarse a la política partidaria. ¿Es tan difícil que la gente lo vea en ese rol que usted dice ocupar, de actor político independiente y sin pretensiones de un cargo electivo?

Es difícil, porque al salir a recorrer al país con propuestas de gobierno que pretenden incidir en la política y por ende, hacen política, empieza a parecérsele mucho a la actividad de los partidos. La enorme diferencia es que le vamos a hablar a los ciudadanos sin partido, sin organización, sin estructura y sin pedirle nada. Buscamos incidir en la política, pero desde otro lugar. Queremos que estos cambios se hagan, pero no nosotros, que los hagan quienes los tienen que hacer: el liderazgo político, nuestros partidos, que han tenido historia de hacer cosas muy importantes.

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