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¿Un país de oportunidades?

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20 de enero de 2020 a las 05:01

Un artículo de Financial Times, publicado en El Observador del pasado fin de semana, advierte acerca de la desventaja económica que supone la disminución de la población que registra el mundo. Lo que es un gran desafío mundial hace tiempo que es un drama de Uruguay a resolver, pero antes hay muchos deberes que cumplir.

El artículo del diario británico cita un estudio del economista Charles Jones, profesor de la Universidad de Stanford, con una conclusión pesimista: con la población en decrecimiento disminuye la producción en general y los niveles de vida se estancarían. El académico sugiere un ciclo de espiral descendente de baja de fertilidad en las generaciones próximas.

Nuestro país hace tiempo que sufre el problema de baja población en relación a la extensión del territorio. Según proyecciones del Instituto Nacional de Estadística, Uruguay tiene 3.530.912 habitantes (51,5% de mujeres y 48,5% de hombres) y estima un aumento del nivel del envejecimiento y una tasa de fecundidad en descenso.

En 2034, la población de 65 o más años superará a la población menor de 15 años y para 2050, se proyecta que la población adulta mayor alcance el 22,3% y una reducción de la población infantil al 15,5%. La población en edades económicamente activas (15-64 años) alcanzará este año el máximo peso relativo, pero comenzará a descender al 62,2% hacia el año 2050.

También bajará el nivel de la fecundidad, llegando hacia valores cercanos a 1,70 hijos por mujer en el año 2050. La fecundidad de reemplazo –es decir, la fecundidad mínima necesaria para que una población se mantenga en el tiempo– es de 2,1 hijos en promedio por mujer.

Es por eso que resulta interesante la propuesta del presidente electo, Luis Lacalle Pou, de flexibilizar regulaciones respecto a la residencia legal y fiscal para atraer a miles de argentinos durante el período de su mandato. Pero así planteada parece una idea muy simplista.

Sabemos sobre la necesidad de captar jóvenes bien formados. Pero hace falta una política de migrantes más en general, de estudios que revelen aspectos más específicos acerca de las necesidades en términos de capital humano, algo que se evalúa a conciencia en Alemania y Canadá, por ejemplo, cuando realizan convocatorias para atraer a extranjeros a vivir en sus países. Tenemos que saber más sobre las externalidades de una política migratoria.

Pero antes que nada, Uruguay tiene que mostrar que tiene claras ventajas comparativas para que extranjeros quieran radicarse en el país, como ocurrió con los emigrantes españoles e italianos que llegaron a nuestra tierra en la primera parte del siglo XX.

No hay que creer que la llegada de cubanos o venezolanos en el último tiempo es un reflejo de un país de oportunidades. Claro que están mejor que en su país de origen, pero muchos de ellos son emigrantes que recalaron en nuestro suelo con el sueño de seguir camino hacia Estados Unidos.

Uruguay enfrenta algunos problemas macroeconómicos, un desempleo juvenil promedio de más del 25% y es uno de los países más caros de la región para vivir –y más caro en Montevideo que el interior–.

Antes de pensar en nuevos inquilinos o propietarios, una casa tiene que ofrecer las mejores condiciones para hacerla habitable de modo permanente. Y, en ese ese sentido, tenemos mucho por hacer aún.

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