Eduardo Espina

Eduardo Espina

¡Viva la ignorancia!

Vamos camino hacia una incapacidad intelectual absoluta
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25 de octubre de 2017 a las 04:55
En 2003, me invitaron a dar una charla en un preparatorio privado de Montevideo, cuyos estudiantes, considerando el estrato socio económico del cual procedían, debían ser inteligentes, bien preparados, y con buen bagaje de lecturas encima. Eso supuse. Pero supuse mal.

La experiencia fue un desastre por la supina ignorancia de los estudiantes respecto a cosas básicas, como la historia y la literatura de su país, lo cual hizo imposible mantener una conversación librada de bobería y banalidad. Entre casi 60 estudiantes, ninguno sabía quiénes eran Delmira Agustini, Juana de Ibarborou y Juan Carlos Onetti, por nombrar solo a tres de lectura obligatoria.

El vacío de conocimientos, acompañados del desinterés por conocer, resultó apabullador. Quedé desmoralizado. De regreso a casa, en el ómnibus de Raincoop, llegué a la inapelable conclusión de que en este país, que históricamente se había preciado de ser culto, la debacle educativa y cultural en desarrollo era total.

Si estudiantes de 16 y 17 años de edad, que tenían la fortuna de poder asistir a un buen centro de estudios exhibían sin pudor una ignorancia y apatía monumentales, ¿qué se podía esperar del resto? Por ese entonces escribí un artículo es este diario proponiendo iniciar una campaña nacional a favor de la lectura, incluso presenté ideas y sugerencias, pues creo conocer el tema y tengo la convicción de que hasta las peores situaciones pueden ser revertidas.

Nada pasó, mejor dicho, el viaje hacia la nada absoluta siguió muy campante. Y, tal cual se veía venir, la corrosión de los usos del pensamiento ha llegado al fondo de las mentes. En la edición de antier de El Observador, una triste noticia para el presente y futuro del país vino a confirmar mi sospecha surgida 14 años atrás. Informaba la misma: "La poca capacidad lectora del público es el principal argumento que dan las distribuidoras para explicar el aumento de películas dobladas".

Ahora, por lo visto, los uruguayos no solo evitan los libros, sino que la incapacitación es tal que ni siquiera pueden leer los diálogos subtitulados de las películas. Ignorancia y pereza unidas, letal combinación. En un mundo donde el rigor de la inteligencia es todo, estamos peor que nunca.

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