Opinión > ANÁLISIS/NELSON FERNANDEZ

¿Y si Vázquez tenía razón en llamar la atención?

La tendencia a linchamiento deriva en un fango que perjudica a todos los partidos
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09 de julio de 2017 a las 05:00

Sorprendió y desacomodó. Sorprendió a los periodistas que cubrían el acto empresarial, a la interna del Frente Amplio y al público que lo vio por televisión. Desacomodó a la oposición que se vio en la encrucijada de seguir pegando a la figura del vicepresidente Raúl Sendic y quedar en la categoría de abuso contra el caído, o hacer silencio por un rato, o incluso apuntar baterías contra el mismo jefe de Estado. Desacomodó a propios y ajenos.

Cuando todos pensaban que el presidente iba a sacar pecho con el anuncio de una nueva fábrica, la apuesta de una empresa suiza para crear empleo y producir en Uruguay, Vázquez cambió el foco de atención y habló el tema del que más se ha hablado en estas semanas.

La noticia circuló rápido y quedó como una defensa de Sendic hecha por el presidente, aunque Tabaré Vázquez no dijo que el vicepresidente estuviera libre de toda acusación, que compartía su comportamiento ni que avalara los gastos hechos con dineros públicos en tiempos en los presidía un ente estatal. El presidente criticó a los que critican a Sendic en forma permanente.

No es necesario preguntarle qué opina Vázquez sobre el título universitario falso, que era sobre medicina y de una licenciatura que no existía, justamente para alguien que pone tanta pasión en la medicina. Tampoco se precisa que diga públicamente lo que opina del uso de una tarjeta de crédito pagada por el Estado para compras de uso personal.

Vázquez se molestó con la imagen de un hombre en el muro, con un batallón enfrente tirando y tirando, y mofándose de la situación. Y también se disgustó con la interna del Frente Amplio, lo que expresó en su exposición ante las cámaras de TV.

Y no es menor que en los días anteriores, eso lo había sufrido en carne propia con su hijo.

Álvaro Vázquez, que heredó de su padre el interés por la medicina, la política y los temas sociales, y de su madre la vocación católica, asomó la cabeza a la política con una entrevista a Brecha y fue objeto de críticas y burlas por decir lo que piensa.

Todos sabían lo que Álvaro Vázquez pensaba sobre aborto y sexualidad, pero el problema fue que lo dijera. Militantes que levantan la bandera de defender derechos (de mujeres, homosexuales, de consumidores de drogas, etcétera) son los primeros en censurar al que piensa diferente, como si el que no comparte sus ideas, no tuviera derecho a creer en otros valores.

Es cierto que gente que salió a linchar al diputado blanco y pastor Álvaro Dastugue, cuando se trató del hijo del presidente moderó su lengua, pero también el médico y militante del PDC sufrió acoso en redes. El acoso llegó al propio Partido Demócrata Cristiano para que se pronunciara rápidamente y se desmarcara de Vázquez. No alcanzaba con pegarle, había que humillarlo, hacerlo sentir mal, que se viera abandonado por los suyos. Y que si por alguna cuestión, en ese partido hubiera más cabezas que pensaran diferente a la de los "defensores de derechos", esa gente tuviera clarito que si se animaba a decirlo, podía terminar en la misma fogata.


Está claro que una cosa es arremeter contra alguien que piensa distinto, y otra cosa es criticar a un gobernante por mentir en su currículo, generar pérdidas millonarias por malas decisiones en un organismo del Estado y darse ciertos gustos con dinero de los contribuyentes.

Pero el mensaje del presidente pareció apuntar a otra cosa, a la tendencia a linchamiento.

Las redes sociales y los comentarios de lectores en medios, han derivado en una usina de simplificación e insultos, que de por sí son dañinos, pero que se agravan cuando se convierten en cascada sobre una misma cabeza; una cloaca gigante con un contenido discepoliano.

Eso sustituye el debate de ideas, retroalimenta odios y reproduce rumores, mentiras y deformaciones. Y lo peor es que gente seria, termina opinando sobre esa basura.

Esos linchamientos se concentran muchas veces sobre quien sale de lo "políticamente correcto".

Para la oposición, una reacción al discurso presidencial puede ser la de reafirmarse en lo suyo y no ceder en las críticas a un vicepresidente que es problema para el gobierno y para el partido oficialista.

Otra reacción posible es tomar el mensaje de Vázquez como una reflexión por encima del caso puntual y comprender que todos los partidos deben contribuir a un mejor relacionamiento, que recoja la mejor tradición de la convivencia política con debate de ideas y respeto al pensamiento diferente.

El terreno de fango no le sirve a nadie y no hay un responsable exclusivo de la pérdida de respeto con agravios que reemplazan al debate de ideas.

Uruguay en 2002 no fue la Argentina de 2001, en el que las patotas coreaban el "que se vayan todos" y la gente comenzó a comprar el mensaje de que "todos" eran asimilados a la corrupción e inoperancia.

Ante el deterioro de los partidos fundacionales, la izquierda fue una alternativa de esperanza para la gente.

La oposición tiene la responsabilidad de crear una opción de cambio seria, y el que está en el gobierno, admitir sus errores y tratar de mejorar si no quiere ser reemplazado. Y eso sin drama de muerte ni de refundación, sino como un fenómeno de lógica democrática.

Convertir el debate política en una especie lucha libre en el barro tiene alto riesgo. La desvalorización de "los políticos", determina un ambiente propicio para el surgimiento de grupos que se aprovechen del descrédito en los partidos y consigan apoyo popular para propuestas que aparecen como generosas pero terminan generando daño difícil de reparar.

Si los partidos fallan, emergen otras fórmulas que por lo general, están alejadas de la democracia.

Más allá de la conveniencia de usar la expresión bullying, el mensaje presidencial podría utilizarse para trabajar en la búsqueda de un "fair play" en la próxima campaña electoral, que genere diques de contención a la presión de "las redes" al enchastre, y a los linchamientos.

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