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"Yo integré una tupabanda", el relato del ladrón de bancos que ahora da su versión

El integrante de una banda de asaltantes que asoló el país en 1997 dice que el 30% del dinero robado se lo llevaba el 26 de Marzo. Los extupamaros lo niegan
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27 de julio de 2019 a las 05:03

Jorge Rodríguez Casanova fue detenido en 1998 por integrar una de las superbandas que entonces asolaban el país. Fue procesado –lo cita de memoria– “por asociación para delinquir especialmente agravada por conformación de banda armada, con siete delitos de rapiña agravados por la reiteración real”. Habían asaltado cambios, bancos, remesas. Una vez detenido, según cuenta, la policía lo torturó para que dijera dónde estaba el botín. Estuvo más de ocho años preso sin que hubiera una imputación fiscal y 11 sin condena. Recuperó la libertad luego de pasar más de 12 años preso, en 2011. "Integré una tupabanda", dice ahora al dar la versión que cuenta en un libro que el lunes llegará a las librerías y promete sacudir el ambiente político. El libro se titula: “Historia de una tupabanda. Un testimonio personal”. 

Según cuenta en el libro Rodríguez Casanova, en su banda había dos integrantes que tenían algún tipo de nexo con el MLN Tupamaros: Augusto Maffei Morlán y Luis Alberto Oriol Ronchevich. También estaba Carlos Otero, a quien describe como hijo de un reconocido integrante del MLN. Cuenta que el 30% de lo robado se entregaba al Movimiento 26 de Marzo, un grupo político que en aquel 1997 compartía con el MPP la llamada Corriente de Izquierda. Acusa a Jorge Zabalza de haber recibido dinero de los asaltos, y a José Mujica y Eleuterio Fernández Huidobro de haber pasado un día por la guarida de la banda y saludar uno por uno a sus integrantes.

Rodríguez Casanova lleva una campera de cuero, un collar de buzios y lentes negros que se coloca para las fotos. 

Cuénteme de su familia y su infancia.

Nací en 1964 en una familia de clase media, con un comercio. Vivía en el parque Rodó y la educación que tuve fue en la escuela Don Bosco. 

Fue de los que le tocó crecer en la dictadura.

Sí, señor. Y me trajo un par de traumas. Mi padre poseía un club, conocido como “La Cueva”, el Club Social y Deportivo Artigas, en Eduardo Acevedo y Constituyente. Era un antro: había billares, futbolitos, se jugaba a la conga, gofo, monte inglés, poker... Desde los 5 años, yo pasaba mis madrugadas en el boliche. Esos eran mis amigos: canillitas, vendedores de lotería y quinielas, profesores, ladrones, cafishos, bandidos...

La noche...

La de los años 70, que era muy sana. Pero la dictadura nos hizo fundirnos, por la famosa disposición de que no se podían juntar más de tres personas. De madrugada caía “la chanchita” y se llevaban a todo el mundo. Eso me impactó mucho. En 1978 mi padre tuvo que cerrar el club.

El diputado Mujica en 1998: "No soy afecto al doble discurso”
Cuando fue desbaratada la banda que encabezaba Luis Alberto Oriol, el entonces diputado José Mujica declaró al diario Últimas Noticias, el 13 de mayo de 1998, en referencia a la filiación tupamara de varios de los detenidos:
“Es una barbaridad que frente a un hecho policial común y corriente, la prensa mencione la filiación de sus autores, si se trata de policías, expolicías, integrantes o exintegrantes del Ejército, tupamaros o extupamaros, y en cambio se ignore si se trata de blancos o colorados”.
Dijo que su sector político nada tenía que ver. “En algún momento pudo haber gente conectada que hoy está en otras cosas. Algunos están en el gobierno (del Partido Colorado) y si quieren empiezo a tirar nombres”.
Agregó: “No soy afecto al doble discurso, represento a mi gente y no juego. Si estoy en el Parlamento es porque asumimos la decisión política. Me hago cargo de eso (...) Le pido a la prensa un poco de bonanza y confiabilidad.

¿Estudió?

Después de primaria, entré en la escuela industrial Flor de Maroñas de la UTU, con la intención de ser mecánico naval. Había un grandulón, que me llevaba más de una cabeza, que en una clase de gimnasia casi me quiebra una pierna a propósito. Entonces, como dice la canción, “no es que yo sea un tipo malo, pero me pongo violento” (se ríe). Estuve un mes y medio en cama y cuando volví, lo tiré para abajo en una escalera. Me echaron. 

¿En qué trabajó antes de sumarse a la banda?

Mi primer empleo fue vender cigarros, refuerzos, alfajores y masas adentro de la Caja de Jubilaciones, con un carrito. Después trabajé en la droguería Chiappe, en agencias de viajes, hoteles... pero siempre dejaba. Siempre sentí que con el trabajo tenés un techo y sos posesión de alguien. Prefiero estar muerto de hambre.

Usted cuenta en su libro que también trabajó en Juncadella, y de ahí conoció todos los mecanismos de seguridad que luego posibilitaron los asaltos.

Una vez siendo niño acompañé a mi padre a depositar a un banco, y vi salir a los hombres con los bolsos llenos de dinero. Eso me impactó. Cuando cumplí 18, me presenté para trabajar allí, pero me rechazaron porque había que ser retirado militar o puesto a dedo por un político. Volví dos años más tarde, y me volvieron a rechazar. La tercera vez, entré.

¿Quería trabajar allí porque le gustaba o porque veía la posibilidad de robar mucho dinero?

Me gustaba, porque soy un hombre de armas. Y también estaba el dinero. Una vez que entré, comencé a conocer el mundo de las finanzas, a ver los negocios sucios, llevando y trayendo plata desde Argentina... Y yo cobraba ocho pesos por hora y veía que los que hacían esos negocios con el dinero estaban en connivencia con los gobernantes, que siempre eran los mismos...

¿Le daba rabia?

Me fue desgastando. Trabajaba dos turnos, 16 horas, y no podía ver a mi hija. Después tuve muchos otros trabajos: mozo, cocinero, colocador de moquetas, lustrador de muebles. Y no podía llegar a mi casa con 50 pesos para comprarle una buena comida a mi hija. ¿Me entiende? Un día estaba en casa. La noticia del día era que habían asaltado el cambio Zito. Y ese mismo día escuché a una doctora que habló en la radio del daño irreversible que provocaba en los niños la mala alimentación en los primeros años de vida. Y ahí miré a mi hija, que tenía dos años y medio y comía todos los días fideos o arroz. Yo no podía permitir que mi hija tuviera el intelecto menoscabado por mi causa. Eso me trastocó. 

Ahí hizo el clic.

Sí. Habían asaltado el cambio Zito, sin lastimar a nadie y se habían llevado casi medio millón de dólares. ¿Por qué no lo puedo hacer yo?, pensé. ¡Si yo sé que son todos delincuentes! Tienen sus testaferros, ¡pero son todos delincuentes!

En el libro cuenta que un compañero de trabajo lo contactó con dos asaltantes, que lo introducirían en la banda.

Sí. Augusto Maffei Morlán y Esmir Lorenzo Moreno Vaz. 

Maffei –según usted dice en el libro– había sido tupamaro y Moreno, policía.

Exacto. Yo quedé contento cuando los conocí. Porque yo estuve como un año buscando armar algo así. Ellos me presentan a Luis Alberto Oriol en el bar de la plaza Lafone. Y ya la siguiente reunión fue en el bar Pedrín, en el Cerro, y ya quedé integrado a la banda. Era 1997.

Usted, gracias a su experiencia como guardia de seguridad, era el que ponía la información que hacía posibles los asaltos.

Todo. Desde las órdenes que tiene el personal de seguridad, su modo de actuar, su armamento, el tiempo de alarma, de respuesta, cómo son las casetas de seguridad. Por eso nunca fue necesario un golpe, ¡ni siquiera una mala palabra!

Usted dice en el libro que, una parte importante del plan era imponer una clara superioridad en las armas. Y describe el arsenal impactante de su banda. ¿Dónde lo obtuvieron?

Lo consiguió Morlán Maffei y, según sus propias palabras, fue dado por los anarquistas.

¿Cuando dice “los anarquistas” se refiere a la Federación Anarquista que tiene sede en la calle Magallanes?

Sí, señor. 

Usted en el libro dice que ellos entregaron en aquellos años un asalto a la sede de Conaprole que queda justo enfrente.

Lo digo porque es lógico. Lo mismo cuando hablo de Zabalza y del robo de 1997 a la Junta Departamental, cuando él era edil. El pensamiento de Zabalza no cambió jamás. Es demasiado extremista. Para él está bien la expropiación. Yo no voy a decir si está bien o mal, porque yo también formé parte. Pero mi expropiación era diferente.

¿Por qué?

Porque yo no pensaba robar para nadie, solo para mí y para mis compañeros.

Usted quería participar y robar para usted mismo. Sin embargo, cuando lo suman a la banda existe una regla que es darle el 30%...

A “la Orga”.

¿Quién decidió eso? ¿Por qué el 30% de lo robado había que darlo “a la Orga”? 

Oriol lo impuso. Pero lo primero que yo entendí como “la Orga” era que éramos nosotros mismos: que era un dinero para abogados, para comprar más armamentos.

¿Cuándo se dio cuenta de que no era así?

Después. Un día cayó por el bar Pedrín un amigo mío del barrio Sur, el Laco, en el libro cuento que es hijo de un diputado del Frente Amplio de entonces. Llegó, habló con Oriol, pasaron a la trastienda y cuando se fue, se llevó un paquete envuelto en papel de diario, que era como envolvíamos el dinero. Más adelante en el tiempo, después de haber hecho un par de asaltos más, ya Oriol empezó a sentir un poco de desconfianza y empezó a llevar él mismo el dinero. Y yo lo trasladé en mi vehículo hasta la sede del 26 de Marzo de la calle Durazno, entre Paraguay e Ibicuy. Me di cuenta que “la Orga” era otra cosa y que era una tupabanda porque entregábamos la plata al 26 de Marzo, llamada tupabanda con total razón.

Según usted cuenta en el libro, la banda recibió un día en el bar Pedrín la visita de Mujica y Fernández Huidobro.

Sí, señor. Fueron juntos al bar a visitar. Yo no sabía quiénes eran, porque de política no sabía nada. Para mi eran dos parroquianos, pero después con los comentarios me di cuenta. Ellos no se llevaron dinero. Llegaron, saludaron, hablaron un poco con Oriol, se fueron para atrás, hablaron un poco más y salieron. Oriol nos presentó: “Estos son los muchachos”, les dijo. Nos saludaron a todos y se fueron.

De su relato en el libro parece deducirse que los visitantes sabían que ustedes eran una banda de asaltantes.

Evidentemente. Yo no puedo afirmar cien por ciento que Mujica formaba parte de la Orga, o que Fernández Huidobro la integró. Sí puedo sospecharlo en un cien por ciento. 

Usted cuenta en el libro que antes de irse los vivaron: “¡Somos o no somos!”

Sí, exacto. 

¿Es una posibilidad de que hubiera otras tupabandas, además de la de ustedes?

Con el tiempo me di cuenta que sí. Nosotros comenzamos a operar y comenzaron otras con el mismo modus operandi. Después que entramos a trabajar nosotros, ellos usaron parte de gente de la Orga para efectuar otros asaltos. Por ejemplo, a Maffei lo vemos en otros asaltos. 

Zabalza y Rubio niegan acusación
“No es cierto que fuera a buscar plata en el bar Pedrín, ni que me dieran plata en una sede del 26 de Marzo”, dijo Jorge Zabalza respecto a los hechos que relata Rodríguez Casanova y lo aluden.
Zabalza dijo que al bar Pedrín fue muchos años antes, en 1985 o 1986, a poco de salir de la cárcel, pero no en 1997. “A mí no me entregaron nada y menos en el año 97”, agregó.

En cuanto a la acusación de que él mismo entregó el asalto a la Junta Departamental siendo su presidente, Zabalza lanzó una sonora carcajada. “¡A vos te parece! Yo lo niego también”.

Zabalza dijo que nunca tuvo una relación muy cercana con el Movimiento 26 de Marzo.

También el diputado Eduardo Rubio, quien ya militaba en el 26 de Marzo en 1997, negó la versión.

Rubio también se río al escuchar que se recibían remesas de asaltos en la sede del movimiento de la calle Durazno, entre Paraguay y Gutiérrez Ruiz.

“Es totalmente falso. Nosotros ya estábamos separados del MLN desde la salida de la dictadura. No teníamos nada que ver, mal podemos tener relación con algo llamado ‘tupabanda’”, dijo Rubio.

La Corriente de Izquierda, una alianza que en 1997 reunía a varios grupos entre ellos el 26 y el MPP, nunca funcionó en la sede de su grupo, dijo Rubio. “Funcionaba en la sede de la Corriente de Unidad Frenteamplista. ¡Ojalá alguien nos hubiera traído plata! Siempre fue a todo laburo”, dijo el hoy diputado.

El dirigente negó que Zabalza recibiera dinero en la sede de la calle Durazno. Y dijo no recordar ninguna reunión en esa sede en la que participara Zabalza.
El Observador intentó consultar al expresidente José Mujica sobre la versión de Rodríguez Casanova pero no fue posible ubicarlo.

 

¿Y Zabalza?

A él lo vi dos veces, una irse del bar Pedrín con plata, y otra vez que lo vi de lejos cuando Oriol fue a la sede del 26 de Marzo y entró a dejar el dinero. 

¿Qué sintió cuando supo que “la Orga” se llevaba una parte de su dinero?

Yo no podía actuar. Yo tenía que ser dueño de mi vida y de la de mi hija y nada más. Pero lo que no me gustó es como, en el libro de María Urruzola sobre Huidobro ¡ellos sacan a flote todo! Zabalza y Oriol. Hablar es muy lindo, pero hay que meter el pecho.

Una vez que fue apresado, usted fue torturado por la policía, según cuenta en el libro. Usted identifica a los comisarios (Enrique) Mariño y (Eduardo) Vica Font.

Sí, señor. Me colgaron de un árbol, me pegaron como 30 minutos e hicieron que mi hija –que tenía dos años– mirara todo. Yo me iba a hacer matar. Soy un profesional de las armas y sabía que un tiro a la cabeza es una cuestión de medio segundo. Pero vi que uno de los gorilas tenía a mi hija, y no quise que ella viera volar mi cabeza. Por eso tuve que comerme la cana. Jamás había pensado en ir preso.

“¡¿Somos o no somos?!”

Dos pasajes del libro “Historia de una tupabanda”, a modo de adelanto, con la autorización de la editorial Planeta.

“Luego de un rato, salieron los veteranos a las risas y saludaron, dando la mano a todos. Al irse el viejito encaja:

–¡¿Somos o no somos?!

–¡Somos!-respondimos, como era lógico.

–¡¿Vamos o no vamos?!

–¡Vamos!

–Eso quería oír, gurises.

Nos abrazó a todos, y los dos se fueron a paso lento por República Argentina hacia Grecia.
Yo no lo podía creer, había conocido a Pepe Mujica y a Eleuterio Fernández Huidobro, leyendas de la lucha popular... Sabíamos que ese era nuestro tiempo, pero no imaginábamos que algún día también nos convertiríamos en historia. Sin duda, la que nadie quiere; la del tristemente célebre”.

...

“La verdad es que estábamos todos más que contentos, había sido una cosa de locos cruzarse con los coraceros, los más especializados, y que se hubieran ido asustados y con la cola entre las patas. Decía Moreno:

–Sos un rostro bárbaro, Coke. ‘¡Se va la remesa!’, les dijiste. ¡Ja, ja! ‘Circulen, circulen’ -y no paraba de reír.

Repartía plata, me miraba y se reía, y disfrutaba de su whisky como jamás disfrutaría otro, sin sospechar que el banco declararía que el robo había sido por 250 mil dólares y, en realidad, lo que había sucedido era que el gerente se había robado la misma cifra que nosotros.

Antes de irnos, Cacho Oriol me pidió si lo podía llevar hasta el Centro en mi auto, que estaba caracterizado como de la Marina y pasaba más desapercibido, pues con mi buzo tipo militar y mi estampa de milico no habría problemas en llevar ‘el encargue’. Era un paquete envuelto en diario de 20 centímetros por 40, más o menos. Y, por supuesto, era todo dinero.

‘Vamos’, respondí, y salimos rumbo al Centro, hasta el comité de base del Movimiento 26 de Marzo de la calle Durazno, entre Paraguay e Ibicuy.

Bajó Oriol, estuvo cinco minutos y salió sin el paquete, lógico que contento de que sus camaradas quedaran felices. Ya no quería que fueran al bar a buscar el dinero, y por eso volvimos en varias oportunidades; en algunas de esas vi a Zabalza allá, a lo lejos”. 

Mariño fue procesado por ello.

Sí, pero siguió en la policía y hasta fue condecorado.

En el juicio que se le siguió, ¿declaró que una parte del dinero iba para grupos de izquierda y que había políticos que lo sabían?

No.

¿Por qué?

Porque entendía que podía serme beneficioso no decir nada. Infelizmente, fue al revés.

¿Alguien le pidió que no lo dijera?

No, nadie. 

¿Por qué escribió el libro?

Por mi hija, que es lo que me queda de mi familia. Para que ella tenga pleno conocimiento (se emociona, se seca las lágrimas).

¿Por qué decide hablar ahora?

La respuesta está en el libro de Urruzola: si ellos no hubieran hablado, yo jamás habría sacado mi libro. Pero esto abrió la causa nuevamente, salió mi nombre otra vez en la prensa... entonces si se fue el balde, que se vaya la cadena. Si son tan hombres, que no sean cínicos.

Da por sentado que el “Beto” que habla en el libro de Urruzola es Oriol.

Sí. 

Urruzola lo describe de una forma muy cálida y elogiosa.

Por lo que yo conocí, él si tenía que ajusticiar a alguien porque voló una mosca o por lo que fuera, lo hacía.

 “Si ellos no hubieran hablado, yo jamás habría sacado mi libro. Pero esto abrió la causa nuevamente, salió mi nombre otra vez en la prensa... Si son tan hombres, que no sean cínicos”

“Beto” le dice a Urruzola que aportó US$ 20 millones a “la Orga”.

En lo que yo estuve, no llegamos a ese dinero. Pero Oriol venía trabajando desde el año 91 o 92, entonces puede ser. El día de mi captura, el comisario Mariño estaba enceguecido reclamando US$ 30 millones.

Lo torturaron. El pedido fiscal demoró más de ocho años. Estuvo 11 años sin sentencia y preso 13 años. Ustedes habían aportado dinero a “la Orga”. ¿No correspondía que los apoyaran en algo?

Los hijos de Oriol todos tuvieron becas. Maffei, increíblemente, el delator, empezó a cobrar por la ley de reparación de presos políticos. Yo nunca recibí nada. Siempre de boca callada. Perfil bajo. Cuando estaba preso en La Tablada, una vez Mujica y Fernández Huidobro fueron a visitar el instituto. Cosas de la vida, yo estaba en la celda con Maffei, todavía no sabía que nos había delatado. Y pasaron a saludarnos por la celda, algo que no hicieron con el resto de los presos.

Aliados en la Corriente de Izquierda
En 1997, el año de los asaltos que relata Jorge Rodríguez Casanova, el MPP y el el Movimiento 26 de Marzo formaban parte de una alianza de sectores radicales llamada Corriente de Izquierda.
Cuenta el politólogo Adolfo Garcé en su libro “Donde hubo fuego” (Fin de Siglo, 2006): “En 1997, el MLN-T participó en la creación de la Corriente de Izquierda. Convergieron en este proyecto, además del MPP, pequeños grupos de izquierda radical: el Partido Socialista de los Trabajadores –ligado al trotsquista Secretariado Unificado de la IV Internacional–, el Movimiento 26 de Marzo (ex ‘seispuntistas’, Raúl Sendic hijo), el Movimiento 20 de Mayo (escindidos del PGP cuando éste abandonó el FA en 1989, Lucas Pittaluga), Izquierda Frenteamplista Independiente, Corriente de Unidad Frenteamplista, Unión Popular (Enrique Erro hijo), Tendencia Marxista (Julio Louis, etc).
Los objetivos políticos de esta alianza eran similares a los de la vieja Corriente (1973) o a los del MPP (1989): agrupar a la izquierda revolucionaria, ‘radical y clasista’ para combatir las ‘tendencias reformistas’ en el Frente Amplio”.

¿Hubiera preferido que el tema nunca volviera?

Por supuesto. Por mí, por mi hija, por la madre de mi hija. Yo llevo ocho años liberado y no volví a cometer un delito, eso habla de mi conducta. 

En el libro dice que perdió casi todo. ¿Qué le queda?

Lo más duro fue perder el contacto con mi hija. Lo que me queda es el orgullo de haber sido un hombre que luchó por lo que le sacaron y contra los que lastimaron el país. Y el orgullo de nunca haber lastimado a nadie. 

¿Se arrepiente?

No. Aprendí muchas cosas. Tengo una vida. Soy libre. Fue el error más grande de mi vida, pero no me arrepiento.

Mujica: “Una desviación de carácter bandidista”
Lo relatado por Jorge Rodríguez Casanova en “Historia de una tupabanda” guarda relación con lo publicado en otros libros y notas periodísticas.
En el libro “Donde hubo fuego”, el politólogo Adolfo Garcé (Fin de Siglo, 2006); escribió que los tupamaros continuaron haciendo “finanzas a la antigua” una vez recuperada la democracia, mediante “expropiaciones” (asaltos).
El autor dice al respecto: “El tema económico comenzó a convertirse cada vez más en un problema serio a finales de la década del ochenta, cuando empezó a disminuir el flujo de apoyo desde el exterior. En ese marco, volvió a intensificarse en el MLN-T la discusión acerca de cómo financiar la actividad de la organización. Durante toda la fase de actividad guerrillera el MLN-T se había financiado mediante la política de ‘expropiaciones’.  (...) Los testimonios coinciden en que, más allá de los debates, pese a la decisión de actuar en la legalidad, los tupamaros siguieron haciendo ‘finanzas’ a la antigua”.
El tema volvió cuando el periodista Federico Leicht publicó el libro “Cero a la izquierda. Una biografía de Jorge Zabalza” (Letraeñe, 2007). Allí el autor reafirma lo dicho por Garcé en base al testimonio del propio Zabalza.
En 2012, el periodista Álvaro Alfonso en el libro “Los dos demonios” (Planeta, 2012), entrevista al tupamaro Ricardo Perdomo quien relata que José Mujica le encomendó que se hiciera cargo del aparato armado ilegal que conservaba el MLN.
Luego es la periodista María Urruzola la que vuelve sobre el tema en el libro “Eleuterio Fernández Huidobro. Sin remordimientos” (Planeta, 2017).
Urruzola presenta allí el testimonio de un integrante de una “tupabanda” que se identifica con el seudónimo de “Beto”, quien cuenta que Mujica le encomendó formar una banda de asaltantes: “El Pepe me plantea que no tienen que ser todos compañeros en el grupo, porque no hay gente de confianza. Vos le decís a un compañero esto, y te dice: vamos a discutirlo. Entonces yo recluté a la gente que me parecía y nunca les dije nada…”.
En notas de prensa posteriores, varios medios, entre ellos El País, identificarían a Beto como Luis Alberto “Cacho” Oriol Ronchevich.
“Se necesitaba meter el caño para financiar al MPP porque había poca plata”, dice “Beto” en el libro. Y agrega: “De cada operación se repartía una parte, y luego se le daba a la Orga”.
En el mismo libro, Zabalza dice: “Los tupamaros tenemos como una predisposición a pensar que los problemas de finanzas de la organización política se resuelven mediante la expropiación, esa es la historia, la tradición, lo resolvemos siempre así”. 
Tras la publicación del libro de Urruzola, Zabalza –en una entrevista con el periodista Daniel Figares el programa Rompkbzas– declaró: “Creo que el Beto dice las cosas honestamente ahí. Creo que todos los que estuvieron en esas finanzas han pagado muy duro. Pagaron con cárcel”.
Consultado por el programa Desayunos Informales de Canal 12, Zabalza dijo que Mujica era quien se encargaba del área “subterránea” del MLN.
En junio de 2017, Mujica dijo en el Senado sobre estas acusaciones: “Es muy probable que tres, cuatro, militantes fuera de nuestra disciplina, hubieran emprendido otro camino. No sabemos si por otro proyecto político o una desviación de carácter bandidista. Pero naturalmente, ¡hoy todas son hipótesis!”

El expediente inubicable. “¡Ah es de la prensa! ¿Y tiene autorización para ver el expediente?”, preguntó el funcionario judicial a la periodista de El Observador con cara de pocos amigos acercándose al mostrador. Luego de aclararle –con el mismo tono de voz elevado con que había hablado él– que los expedientes son públicos, permitió que su compañera lo buscara. Pero el expediente por el que Rodríguez fue detenido en 1998 no estaba ahí. Desde el juzgado del 5to piso de la calle Misiones habían dicho que el sistema lo ubicaba en la oficina del 2do piso, pero allí señalaron que el juzgado que corresponde es el del 5to piso, así que tenía que estar ahí. Tras regresar a esa oficina y repetirle la explicación a la funcionaria, que ya lo había buscado entre los papeles, volvió a chequear en el fichero manual y sí. Estaba ahí. Pero ¿dónde? Con cara de resignación explicó que los expedientes no están ordenados ni por fecha ni por ningún otro criterio por lo que debería buscarlos entre el papeleo distribuidos en varias habitaciones y la tarea llevaría varios días.

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