En 2013, Edward Snowden hizo estallar un escándalo al revelar que el enorme aparato de espionaje estadounidense intervenía comunicaciones y recolectaba datos de personas de todo el mundo, desde simples publicaciones en redes sociales hasta llamadas de la entonces canciller alemana Angela Merkel.
El contratista de inteligencia demostró que nadie estaba a salvo de las interceptaciones de la Agencia Nacional de Seguridad (NSA), y mucho menos los estadounidenses, cuyas comunicaciones privadas eran supuestamente protegidas por la Constitución del país de no mediar una orden judicial.
Una década después, poco parece haber cambiado, pese a que las filtraciones pusieron de relieve, en especial en Europa y los Estados Unidos, la necesidad de impulsar marcos legales para garantizar la privacidad de las personas, lo que llevó a su vez al desarrollo y el uso masivo de las técnicas de encriptación.
Hoy, la comunidad de inteligencia estadounidense, al igual que la de otros países, sigue capturando y almacenando millones de datos y comunicaciones transmitidos por ciudadanos de todo el mundo, mientras Snowden continúa exiliado en Moscú.
“Tras las filtraciones se produjo un histórico debate en casi todas las democracias occidentales sobre la relación entre los ciudadanos y los programas estatales de vigilancia masiva, y sobre todo si la supervisión de esos programas era adecuada", dice Ben Wizner, miembro de la ONG Unión Estadounidense por las Libertades Civiles y abogado de Snowden.
La red global de recopilación de datos
Snowden, el por entonces joven administrador de sistemas de la NSA, descargó en 2013 miles de documentos de la agencia, que depende del Departamento de Defensa de los Estados Unidos, y de la Central de Inteligencia Americana (CIA). Documentos que mostraban el alcance de la red mundial de recopilación de datos que se puso en marcha luego de los atentados del 11 de septiembre de 2001 a las torres gemelas de Nueva York.
Los documentos, que entregó a diversos periodistas en encuentros secretos en la ciudad de Hong Kong, mostraron cómo la inteligencia estadounidense trabajaba con el Cuartel General de Comunicaciones del Gobierno (GCHQ), uno de los tres servicios de inteligencia del Reino Unido, y también con otras agencias para crear archivos sobre miles de millones de personas sin ningún motivo de sospecha.
La información filtrada por Snowden evidenció que los Estados Unidos era capaz de poner bajo escucha los teléfonos y correos electrónicos de líderes de sus aliados, incluidos los de la OTAN, y que la NSA disponía de dos programas, llamado Prism y Keyscore, que recolectaban datos de los gigantes de Internet, como Google y Facebook, en ocasiones con el visto bueno de las tecnológicas.
Los miles de documentos entregados por Snowden dejaron en evidencia, por ejemplo, que la NSA recopilaba sistemáticamente datos de las llamadas realizadas a través del operador de telefonía móvil Verizon, el más grande del país con unos 80 millones de clientes, y que también rastreaba recurrentemente los datos de empresas públicas, hospitales y universidades.
También revelaron que el GCHQ británico monitorizaba e interceptaba con la ayuda de la NSA todo el tráfico que circulaba por los mayores cables submarinos de comunicaciones de todo el mundo y que, además, tomaba subrepticiamente millones de fotos de las cámaras de ordenadores de gente común mientras estaban en los chats de webcam de la empresa Yahoo.
Las intercepciones, alegó en su momento Snowden, en la mayor parte de los casos no estaban justificadas en el marco de la lucha contra el terrorismo, y se concretaban en un contexto en el que existían una gran cantidad de programas secretos de vigilancia virtualmente sin límites.
Un impulso para el encriptado
Las revelaciones indignaron al público y dispararon un sinnúmero de denuncias y reclamos por parte de las organizaciones dedicadas a la defensa de los derechos civiles. También provocó la inmediata reacción de los servicios de inteligencia y el gobierno estadounidense, que acusó a Snowden de devastar los programas antiterroristas y ayudar a los enemigos de Washington.
Las agencias de espionaje, ante las pruebas irrefutables aportadas por las filtraciones, admitieron la existencia de la red de vigilancia global, pero se negaron a enumerar el daño causado argumentando que el monitoreo ilegal de ciudadanos, políticos e instituciones permitía prevenir ataques terroristas.
En 2016, el entonces director nacional de inteligencia, James Clapper, lamentó que las filtraciones de Snowden volvieran mucho más difícil el trabajo de la NSA. La razón: las revelaciones empujaron a las empresas de Internet, a los operadores de telefonía móvil, a los creadores de aplicaciones y otros actores del sistema de comunicaciones a encriptar sus servicios.
Según Wizner, la filtración reforzó las libertades civiles, aunque cada vez más empresas de Internet recopilen datos de los usuarios, y obligó a la Casa Blanca y al Congreso a revertir el curso de las actividades de espionaje, que habían aprobado en secreto, pero también a revisar las competencias de la NSA y a cancelar algunos de sus programas.
"El Congreso, por primera vez desde 1970, legisló para reducir en lugar de ampliar las facultades de vigilancia de las agencias de inteligencia", dice Wizner. En 2018, por ejemplo, la Unión Europea (UE) puso en marcha el Reglamento General de Protección de Datos (RGPD) con el objetivo de limitar las posibilidades de que empresas estadounidenses como Google o Facebook recolectaran e hicieran un uso libre de los datos de los usuarios.
En virtud del GDPR, el mes pasado, Meta, la propietaria de Facebook, fue sancionada por el gobierno de Irlanda con una multa de US$ 1.300 millones por violar la protección de datos de la UE, ya que los datos que recopila de usuarios europeos y transfiere a los Estados Unidos no estaban a salvo de la NSA y la CIA.
Exilio en Moscú
Hoy, con 39 años, Snowden vive de conferencias y consultorías privadas, y sigue abogando por más protecciones a la privacidad. El ex analista de la NSA y la CIA, al que el presidente Vladimir Putin le entregó la ciudanía en 2022 luego de exiliarse en 2013, reside en Moscú con su esposa estadounidense y sus dos hijos, nacidos en Rusia.
Snowden, que mantuvo un perfil bajo en Rusia y muy ocasionalmente criticó las políticas de Moscú en las redes sociales, dijo en 2019 que estaba dispuesto a regresar a los Estados Unidos si se le garantizaba un juicio justo. No obstante, al día de hoy no puede salir de Rusia al no disponer de otro refugio, y es buscado por los Estados Unidos por delitos graves tipificados en la Ley de Espionaje.
"Preferiría estar en otro lado. Y quisiera que hubiese otra opción que una celda en una cárcel de máxima seguridad o vivir en Rusia", dice Wizner, quien insiste en que las filtraciones de Snowden fueron fundamentales para poner el descubierto la red de vigilancia global desplegada por Washington y mejorar la privacidad de los ciudadanos.
Marcy Wheeler, periodista independiente especializada en la relación entre los servicios de inteligencia y las leyes estadounidenses, es más escéptica sobre los logros de las revelaciones hechas por Snowden. Según su lectura, la NSA y la CIA simplemente consiguen lo que necesitan por otros medios. "Hoy, la vigilancia más importante dirigida a los estadounidenses la lleva a cabo el FBI y con aún menos supervisión", agrega la especialista.
(Con información de la agencia de noticias AFP)
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