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A un equipo grande no le pueden neutralizar un 2-0: los pecados de Munúa

Munúa no consigue dar a su equipo las herramientas para mantener el equilibrio, falla defensivamente y se apaga cuando no está Amaral
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09 de marzo de 2020 a las 05:02

La tabla de posiciones devuelve una imagen que le duele al hincha. Tanto o más que esa media vuelta de Matías Acuña en el área, lenta, forzada pero altamente efectiva –cuando se apagaba el partido–, que terminó en el fondo de la red y subió al marcador un 2-2 que volvió a pegar en el mentón de los tricolores.

Nacional está penúltimo en el Torneo Apertura. No ganó ninguno de los tres partidos que jugó. Está penúltimo no solo en puntos, también en su juego. Fuera de punto, desequilibrado, inconsistente en su propuesta defensiva y mucho más endeble en lo que hace grande a los equipos grandes: manejar los tiempos de un partido.

Dos puntos en nueve y la fragilidad de su juego exponen a Gustavo Munúa a la inseguridad que viene asociada con actuaciones como las de este domingo.

Ni el envión del jueves en Lima, cuando Nacional se estrenó con un triunfo en la Copa Libertadores, ni el buen comienzo de los tricolores, en un partido abierto y jugado a toda velocidad, porque Wanderers se le plantó de igual a igual, ayudaron a empujar al equipo tricolor que sigue sin redondear una actuación convincente, que, además, se refleje en un marcador favorable para los albos.

A cualquiera le pueden empatar un partido, pero cuando un equipo tiene el control del juego, gana 2-0 y domina, no le puede pasar lo que sucedió este domingo de noche en el Parque Viera. Es imperdonable, y Munúa se lo hará saber a sus jugadores. Porque un equipo grande no puede brindar las licencias que dio Nacional, permitir que le saquen la pelota, que lo empujen contra su arco, que transformen en figura a su golero Luis Mejía, que tenga que hacer un cambio porque por una actitud irresponsable Brian Ocampo quedó expuesto con una amarilla por provocar a la hinchada rival, que el zaguero paraguayo Jacquet podría haber sido expulsado dos veces en este partido, y que termine regalando otro partido, cuando debería comenzar a confirmar que empieza a ofrecer otra expresión futbolística.

Un 2-0 para un equipo grande, siempre tiene que ser carta de triunfo. Siempre. En cualquier circunstancia. Eso viene adosado a la grifa de esa grandeza que marca la historia. Sin embargo, cuando a un equipo le falta confianza en su funcionamiento y depende de individualidades y no de un funcionamiento colectivo, termina sucediendo lo que le pasó a los de Munúa.

Por esta razón, la situación de Nacional en el inicio de esta temporada inquieta. No puede disimular su doble personalidad, esa que viene atada a la presencia de Rodrigo Amaral, y la otra, la de un equipo que se termina quedando sin cuerda con la pelota, que se apaga físicamente (en un asunto preocupante), que lo terminan metiendo en su arco y que acaba ofreciendo su peor versión cuando no sabe cerrar defensivamente un partido.

Este equipo depende excesivamente de Amaral. Otra vez fue la figura, porque con tres toques fue capaz de hacer funcionar al equipo y ponerlo en una sintonía diferente. De sus pies nació la jugada del primer gol, anotó el segundo y estrelló una pelota en el palo, en la mejor jugada del partido. A los 60 minutos se agotó, y con su salida se terminó Nacional.

Ahí está fallando este equipo de Munúa, porque el funcionamiento no puede caer sobre las espaldas de un solo jugador, y de su socio, Gonzalo Castro, que supo interpretar al 10 y hacer de la velocidad un arte dentro del campo de juego.

Le duele a Nacional el inicio en el arranque del Torneo Apertura, por la forma en que deja puntos, que comienza a inquietar. Solo el hándicap que da Peñarol, igual al de los tricolores, consuelan el espíritu de un equipo de Nacional que sabe que está fuera de punto y que necesita empezar a suplir con carácter lo que no puede resolver con la pelota, pero con la preocupación que genera no tener otras alternativas en el plantel (ni jugadores con personalidad suficiente para ponerse el cuadro al hombro, ni con talento futbolístico para llevar a su equipo a buen puerto). Incluso con el atenuante, esta vez, que Wanderers le jugó un gran partido, pero no puede servir como excusa cuando tenía un 2-0 en el marcador.

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