Gabriel Pereyra

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Acá no renuncia nadie ¡Carajo!

¿Cuál es la responsabilidad de los funcionarios públicos por los errores que cometen?
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13 de julio de 2017 a las 05:00

En pocos días ocurrieron en el país dos hechos, sin ningún vínculo entre sí, que ponen sobre el tapete cuál es la responsabilidad de los funcionarios públicos por los errores que cometen.

Una directora de un liceo habilitó una charla de padres sobre el aborto y fue separada del cargo mientras se la investigaba. Haberla mantenido en su cargo hasta saber si violó la laicidad o cometió alguna falta no habría puesto en riesgo la vida de nadie. Y en definitiva, si lo que cometió fue un error y se la sancionó por ello, sería conveniente y justo que existiese un criterio similar en el resto del Estado.

Pero parece no haberlo porque también en esto días por error se le dio a cientos de niños que se atienden en el hospital Saint Bois un medicamento que era para adultos. Nadie fue sancionado. "Fue un error humano", dijo la presidenta de ASSE, Susana Muñiz. Sí, no fue error de un robot porque por ahora, quizás por desgracia para la eficiencia de algunas oficinas públicas, no hay robots que desempeñen esas funciones.

¿Cuál debe ser la dimensión del error para que haya una sanción? A diferencia de lo ocurrido en el liceo, aquí podía existir la sospecha de que alguien estuviera cambiando los medicamentos a propósito (ya estamos curados acerca de lo que puede la mente humana) y eso sí implicaba un potencial riesgo, pero nadie fue separado del cargo mientras se investigó.

Esto de renunciar a los puestos y sobre todos a aquellos que son de responsabilidad política ha ido de la mano de la decadencia cultural y ética del país.

¿Qué tiene que pasar para que un político abandone el puesto en el que está y que ello sea producto de un mea culpa? ¿Es que la responsabilidad política se ha disuelto tanto en esta permanente carrera por el poder que ya no se puede confiar en el criterio ético de quienes nos gobiernan para dar un paso al costado sin que se lo pidan?

Ni siquiera aspiraría uno a que ocurra como en ciertos países desarrollados en que si un político miente acerca de su currículum y lo descubren, se va; o la moralina extrema de algunos países sajones que andan a la caza de un político infiel porque saben que eso es el fin de su carrera.

Estamos hablando de gente que en cumplimiento de su función cometió errores que costaron millones de dólares que deberán pagarlos incluso los más pobres.

Hablamos de errores, humanos, obvio, que podrían haber costado vidas. Y no pasa nada. Nadie asume. Nadie se baja. No bajan a nadie.

La estructura legal que rige la vida de los inamovibles funcionarios públicos es ya lo bastante flexible ("me lleva un año darle la baja a un policía corrupto", solía decir el inspector Enrique Navas) como para que encima tengamos que esperar por actitudes éticas de jerarcas que en algunos casos llegaron al cargo después de haber fracasado en las elecciones nacionales.

En suma, se podría colocar en las paredes de las oficinas públicas una especie de consigna o grito de guerra: "Acá no renuncia nadie. ¡Carajo!"

De renuncias y amenazas

Ministros.

Antes del golpe militar de 1973, la cultura política indicaba que si un ministro no reunía votos suficientes de apoyo tras una interpelación, renunciaba. Eso cambió con la reinstauración democrática en 1985, cuando el presidente Julio Sanguinetti mantuvo a sus ministros aunque fueran cuestionados en el Parlamento. En la era post dictadura hay al menos dos casos de renuncia o remoción de ministros por motu propio o por falta de apoyo político. En 1993 el entonces ministro de Defensa, Mariano Brito, fue interpelado en torno a una crisis interna en las Fuerzas Armadas donde generales se espiaban unos a otros. Mientras era interpelado, el presidente Luis Lacalle negoció con los colorados su remoción. Brito fue el último en enterarse que sus horas estaban contadas. En 2003, durante el gobierno de Jorge Batlle, el ministro de Salud Pública, Alfonso Varela, renunció luego que se supo que una clínica privada fraguaba exámenes de VIH. El MSP la estaba investigando pero sin haberla cerrado.

Amenaza.

Renunciar fue lo que dijo que iba a hacer el entonces ministro de Economía del primer gobierno frenteamplista (2005-2010), Danilo Astori, cuando los legisladores de la coalición evaluaban dar el 4,5% del PBI a la educación. José Mujica tuvo que interceder para que Astori no se fuera y generara una crisis política. Luego, durante el gobierno de Mujica (2010-2015), siendo Astori vicepresidente y por la vía de los hechos jefe del equipo económico, vio –como contaría luego- que el mandatario y su gente en las empresas públicas estaban desarrollando política deficitarias. Esta vez, y a pesar del daño económico que el propio Astori se encarga de detallar en estos días, no manejó la renuncia, ni él ni ninguno de los miembros del equipo económico que a él respondían. Visto a la distancia, una extraña valoración: cuando se trataba de darle más dinero a la educación, amenazó con renunciar; cuando se le estaba haciendo un agujero a las cuentas públicas, se mantuvo en el cargo.

Diputados.

Otros a los que no se les pasa por la cabeza renunciar es a los diputados que luego que son electos por un sector deciden romper con él y se quedan con la banca. Hay casos paradigmáticos de personas que casi nadie conoce y que llegaron por los votos de su líder, pero que luego renegaron de este y en cambio siguen en el Parlamento. En estos días Raúl Sendic puede dar cuenta de quienes eran sus compañeros de sector y ya no lo son. Hay unos pocos ejemplos en la era post dictadura; uno de ellos fue el del diputado socialista Guillermo Chiflet, quien discrepó con la aprobación del Frente Amplio para que las Fuerzas Armadas participaran en operaciones de paz. Antes, en 1989, cuando el Partido por el Gobierno del Pueblo abandonó el Frente Amplio, el diputado Tabaré Caputti dejó su banca.

Seregni.

Fundador del Frente Amplio, Líber Seregni será recordado como el líder histórico de esta colectividad a la que nunca pudo ver en el gobierno pues murió pocos meses antes de que la izquierda se alzara con el triunfo electoral. Para esa época Seregni hacía tiempo que se había retirado a cuarteles de invierno. El 5 de febrero de 1996, en un discurso público que debería ser una especie de evangelio de la dignidad en política, renunció a la presidencia del Frente Amplio. Había acordado con blancos y colorados darle una respuesta sobre una reforma constitucional para instaurar el balotaje, pero en el Frente se negaron a dar una respuesta. Con el tiempo la reforma que se instauró y con la que se presumía que los partidos tradicionales querían postergar un triunfo de la izquierda, terminó por ser funcional al Frente Amplio. En 2003, durante el 4º Congreso del Frente Amplio, Seregni anunció su retiro de la política activa.

Watergate.

"Nixon resign". Fue el titular que con letra catástrofe publicaron todos los diarios de Estados Unidos el 9 de agosto de 1974. Nixon, que había asumido en 1972, definió a la prensa como su enemiga número uno. Cuando el diario Washington Post empezó a publicar información de unos intrusos que se habían colado en la sede demócrata del edificio Watergate para colocar micrófonos, los demás medios lo "ningunearon" y salieron a buscar el desmentido más que la confirmación (¿les suena colegas?). Pero el trabajo paciente de los periodistas Carl Bernstein y Bob Woodward terminó por convertir en leyenda el caso Watergate y terminó con la carrera del 37mo. presidente de Estados Unidos.

Fidel.

En 2011, 51 años después de haber accedido al poder, renunció a todos sus cargos en Cuba Fidel Castro. En ese lapso, en Uruguay hubo 13 presidentes y 10 años de dictadura. En ese lapso, cinco Papas pasaron por el sillón de San Pedro en el Vaticano. Castro renunció porque ya no podía cargar con sus huesos tras 85 años de intensa vida.

Juan Carlos.

Hasta los reyes renuncian cuando las papas queman. Juan Carlos, rey de España, asumió en 1975 y renunció en junio de 2014 cuando una serie de escándalos personales estallaron en su entorno. Su popularidad, siempre alta, había comenzado a declinar sobre todo luego de que el diario New York Times cifró su fortuna en US$ 2.300 millones y una investigación en España reveló que desde los 70 el monarca cobraba comisiones por las compras de petróleo a países del medio oriente.

Batlle.

Renuncia fue la que rechazó el presidente Jorge Batlle cuando durante la crisis de 2002 un grupo de abogados y economistas se lo sugirieron. En su libro "Jorge Batlle. El profeta liberal", Bernardo Wolloch dice que entre quienes le sugirieron renunciar estaban Ramón Díaz, Jorge Caumont, Alvaro Díez de Medina y Juan Carlos Protasi. "Me vinieron a ver en una comisión representativa y les dije: Muchachos, salida, porque soy discípulo de Luis Batlle Berres y nos enseñó a todos que a la presidencia se entra caminando el 1º de marzo y se sale caminando cinco años después. Antes, solo con los pies para adelante", dijo Batlle.

Moda.

"La Gran Renuncia del siglo XIX". Detrás de este rótulo propio de los historiadores se esconde una de las quejas algunos hombres respecto de la vestimenta que encuentran en las tiendas de ropa masculina. Para todos casi igual. Saco, camisa, corbata, en lo formal. Jeans, remera y buzo si es informal. La "gran renuncia" se debe a que en el siglo XIX se definió la división de la vestimenta entre lo femenino y lo masculino. Los elementos decorativos quedaron en poder de las mujeres y los hombres renunciaron así a ser protagonistas del pret aporter. De hecho, las mujeres pueden usar cualquier vestimenta masculina, pero cuando las casas de moda intentaron impulsar el vestido o la pollera para hombres, fracasaron.

Cada muerte de obispo.

Incluso los papas renuncian. "He llegado a la certeza de que mis fuerzas, debido a mi avanzada edad, no se adecuan por más tiempo al ejercicio del ministerio petrino. Con total libertad declaro que renuncio al ministerio de obispo de Roma y sucesor de Pedro", dijo Joseph Ratzinger el 28 de febrero de 2013. El 19 de abril de 2005 había sido ungido como el papa Benedicto XVI. Hacía 600 años que un papa no renunciaba a su puesto. Hoy, con 90 años, es papa emérito.

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