“Estamos con el Jesús en la boca, haciendo malabares y rezando para que llueva”, dijo el martes a El Observador el presidente de Ancap, Alejandro Stipanicic. El aumento en los niveles de sal del agua de OSE, es un problema por estos días para el proceso industrial de petróleo en la refinería de La Teja, que requiere salinidad baja.
La refinería utiliza agua para generar vapor que se emplea para el control de temperatura de los procesos –entre 60 y 80 toneladas por hora-. Por ejemplo, el vapor sale de las calderas a 350 grados, y se usa para enfriar procesos que están en algún caso a 800 grados.
La mayor parte del consumo se realiza en circuito cerrado. Es decir, se calienta el agua, se transforma en vapor, se realizan los procesos, y vuelve el vapor condensado.
En el camino se utiliza lo que se denomina agua de reposición, es decir, agua de alta calidad para compensar pérdidas que se generan. Habitualmente Ancap le compra esa agua a OSE, que luego de tratarse es usada en el circuito.
El aumento de la salinidad hace que suba la conductividad eléctrica en el agua de reposición. Esa conductividad eléctrica tiene comúnmente un límite técnico, porque es un factor que fomenta la corrosión galvánica. En resumen, la suba de la conductividad eléctrica en el agua de OSE hace que se aceleren los procesos de corrosión de los caños de las calderas.
Ancap enfrenta esa dificultad en las calderas y la torre de enfriamiento de hidrocarburos desde en enero pasado, cuando se empezó a sentir la sequía y aumentó la salinidad del agua de OSE que llega a la refinería.
En esa ocasión, se resolvió mezclar un 70% de agua de OSE con un 30% de agua tratada, suministrada por UTE, que se trasladaba en camiones cisterna, había informado El País. También había sucedido algo similar aunque con menor impacto a comienzo de 2021.
En la medida que el problema del agua se ha agudizado con el paso de las semanas, Ancap está gastando más recursos para tratamientos químicos y usando resinas especiales en mayor cantidad de lo habitual para tratar de bajar la conductividad del agua.
Es que si esta superara los umbrales admisibles obligaría a tener que parar la operativa de la refinería. Hoy la situación está controlada y se monitorea de forma constante.
Por otro lado, en marzo de este año el ente le compró a UTE una planta de ósmosis inversa para tratar el agua y reducir las sales. Esa planta no soluciona el problema, pero sí es un paliativo. Sin embargo, esa tecnología solo se ha podido utilizar en ocasiones puntuales, debido a que conflictos sindicales han impedido operar la planta con normalidad, según supo El Observador.
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