Martín López, Agustín Casanova, Pablo Arnoletti, Agustín Duarte y Matías Besson forman parte del grupo
Casanova consolando a una fan
El grupo dio un minishow en el Teatro Movie el pasado 28 de setiembre, donde estrenó el tema Ya No Llora

Espectáculos y Cultura > VOLVIÓ MÁRAMA

Agustín Casanova: "Un músico que critica el trabajo de otro músico no es un artista"

Márama, la banda de cumbia cheta liderada por Agustín Casanova, volvió entre la incertidumbre, la reconversión y las nuevas aspiraciones para el futuro
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17 de octubre de 2021 a las 05:05

Suena el interno 103 de la radio FM Del Sol. Es el cantante Agustín Casanova llamando desde el teléfono de una oficina a otra, en su más clara y auténtica faceta de bromista. La conocida voz le desea un buen día a quien sea que esté del otro lado de la línea. A su alrededor, sus compañeros de Márama, sorprendidos, le dicen que está "loco", pero enseguida le terminan festejando el chiste. Afuera, con los celulares bajo guardia, esperan unas 16 mujeres seguidoras y un solo varón.

Una semana después de su toque en el Teatro Movie, donde presentaron su nueva canción Ya No Llora, los músicos parecen estar en sintonía otra vez. Risas cómplices, bromas entre respuestas, un cono de tránsito que se suma a cada trayecto y una ensalada de anécdotas que se cuela en cada historia de su primer pasaje artístico marca las vivencias y personalidades del grupo que, pese al paso del tiempo, luce igual de pícaro que antes. Al mismo tiempo, queda atrás una separación que los mantuvo ajenos al uso del nombre Márama por cuatro años, pero no así de los escenarios: Casanova siguió su carrera de solista con la colaboración de Agustín Duarte, Martín López y Matías Besson, aunque el baterista Pablo Arnoletti ya no formaba parte del equipo.

Fue un tuit de una seguidora lo que los hizo pensar en la posibilidad de la vuelta, después de una disolución que los separó musicalmente por cuatro años. No así a sus fanáticas, a quienes aún les cuesta sobrellevar el hecho de tener a sus ídolos enfrente. Algunas los esperan afuera con regalos, otras lloran y se apegan al delgado cuerpo de Casanova, y están las que reaccionan con gritos e intentan volver a la calma para conseguir la foto o el video. 

 

Con el regreso de Arnoletti, los músicos asumen que volvieron a vivir una vida de "película" –como en 2014 y años posteriores–, confían en que la cumbia cheta los hará resurgir y empiezan a ilusionarse con encabezar un proyecto cargado de sorpresas.

A poco más de un mes de anunciar su vuelta, dicen que no quieren perder la "esencia" de Márama relacionada a la mística de los bailes y el verano, pero también son conscientes de que la mayor parte de su público son niños. Por eso, reconocen, apuntarán a retomar su estilo "clásico" haciendo un mix entre lo tradicional y temas reversionados mientras proyectan los dos shows en el Antel Arena, el 17 y 22 de diciembre, para los que ya se agotaron casi todas las entradas.

 A continuación, un resumen de la entrevista con El Observador.

¿Qué balance hacen sobre los últimos shows de Márama cuando sabían que la banda ya estaba de salida?

Agustín Casanova (cantante): No fueron buenos para mí. Los shows son todos divertidos y por nuestro profesionalismo seguimos tocando para que la gente se divierta, pero internamente estábamos pasando por un momento muy estresante. La separación de la banda era un cambio. 

Aunque se dio en un contexto distinto, porque tocaban bajo el nombre de Agustín Casanova como solista, la aparición de la pandemia los llevó a parar de nuevo, esta vez por el cierre de los espectáculos públicos. ¿Cómo lo vivieron? 

Martín López (guitarrista): Fue un golpe duro. A mí me agarró en Buenos Aires. Estuve cinco meses encerrado con Agustín. Después nos vinimos, Uruguay se empezó a abrir de a poco, tuvimos un par de shows e hicimos el Teatro de Verano. Pero fue durísimo porque había incertidumbre, no solo por Márama, sino por la vida, nuestra vocación, (saber) qué hacíamos y en dónde terminábamos.

Antes de que anunciaran la vuelta del grupo, el último show que habían hecho fue para unas 1.000 personas en el Teatro de Verano, con aforo reducido. ¿Qué sintieron al volver a los escenarios en plena pandemia?

AC: En ese momento daba un poco de miedo. No sabíamos si nos lo iban a bajar, porque la pandemia estaba empezando a volver, y al otro día del show cerraron todo. Llegamos sobre la hora, pero fue hermoso. Era una sensación divina volver al escenario, poder ver gente y disfrutar. Era algo que se necesitaba también.

¿Fue el tuit de una seguidora lo que realmente motivó el regreso?

AC: Fueron varias cosas. Yo quiero entender, o por lo menos me acuerdo, de que en el momento vi ese tuit y otros en los cuales la gente lo pedía. Había gente que realmente quería (que volviera Márama). Uno en realidad decía 'ta, se terminó la banda y ya está. Se acabó nomás, simplemente desapareció y está todo bien, es el proceso normal’. Pero en este caso no. La gente quería que vuelva. Me escribían todos los días por Instagram: ‘que vuelva Márama’. Entonces dijimos ‘che, hay gente que quiere que volvamos y quiere escucharnos’. Por eso fue la mayor de decisión de decir ‘¿nosotros queremos volver? Sí, queremos volver’.

¿Cuánto tiempo pasó entre que la idea se formó y comenzaron a verla como algo tangible?

AC: Pasaron casi dos años. Todo esto se empezó a tramitar antes de la pandemia. Dijimos ‘estaría bueno’ y pum, pandemia. ‘Olvidate, no hay nada que hacer, ya está. Lo que teníamos planeado es un no’.

Durante ese proceso, ¿pensaron en darle otra mística al género cumbia cheta?

Agustín Duarte (baterista y director musical): En realidad estuvimos toda la pandemia en esa indecisión. Habremos hecho siete versiones del mismo tema apuntando a diferentes lugares y a pequeños cambios. El mundo ahora no está centralizado en la cumbia como hace cuatro o cinco años. Entrás en esa (duda) de hacer algo más tirando al reggaetón –porque obviamente trap no íbamos a hacer– y estás en una disyuntiva. Al final nos jugamos por un clásico y lo que siempre fuimos. Creo que fue una jugada bastante acertada porque era lo que la gente quería.

¿Tuvieron el temor de creer que regresaban con algo anacrónico?

AD: Sí, teníamos muchas dudas. Durante un año y medio tuvimos esta discusión. Le mostrábamos a gente cercana y a veces nos decían ‘hacé algo más viejo’ o ‘hacé algo más nuevo’ y decíamos ‘pah, ¿a quién le hago caso?’. 

¿Qué pesó más a la hora de decidir? 

AD: Creo que fue arriesgar y decir ‘somos un clásico, tenemos que mantener eso y hagamos lo mismo por lo que la gente nos quería antes’. Eso no quiere decir que nos cerremos solamente a hacer el estilo de Márama; en el show en vivo la idea es mutar para que vos no escuches exactamente lo mismo del disco y tengas un condimento extra. Siempre intentamos buscar eso.

Además de la pandemia y esa controversia por la elección del género, una de las cosas que enlenteció el regreso fue la indecisión de Pablo Arnoletti para reincorporarse.

Pablo Arnoletti (baterista): Sí. Era complicado porque yo justo en ese momento estaba haciendo muchas cosas, que también las estoy haciendo ahora y hago malabares con mis horarios realmente. Tenía muchas ganas de volver, así que prioricé. Sigo haciendo todo, me quedan dos meses todavía para terminar la facultad (de educación física), pero ahora estoy dedicando un poco más de tiempo a Márama.

Por lo que demanda Márama, es probable que a ninguno le quede mucho margen para hacer otras cosas.

AC: Ahora empezamos a estar en un mundo medio raro, en el que nuestro tiempo se focaliza 100% en esto. Y es: ‘mañana o en unas horas tenés que ir a Paraguay a tocar’, o como me dijeron una vez cuando recién llegaba de México después de hacer nueve horas (de vuelo): 'Andá a bañarte que tenés que ir para España'.

¿Qué se gana y se pierde al pasar de solista a una banda? 

AC: Creo que es todo ganancia. Pérdida no, porque mi carrera de solista se focalizó en Got Talent, Simona, Aladín, proyectos que eran solo míos y llevaban más mi nombre. La parte de solista fue una estructura de aprendizaje gigante hacia otros lugares, sectores artísticos que me hicieron crecer un montón. Pero ya trabajé mi lado que quería hacer otras cosas que salieran de la banda y siento que ahora es una especie de híbrido. Lo principal es la banda, pero eso no quita que yo no pueda hacer otras cosas. Creo que por eso digo que es todo ganancia. 

Un cono de tránsito acompaña a los Márama desde la primera etapa de la banda

¿Cómo es un día en la vida de los Márama hoy y cómo era al inicio de la pandemia?

AC: En plena pandemia estuvo duro porque en Argentina nos encerraron de verdad. Estuve 141 días metido en el apartamento sin salir, sin ir al pasto, volviéndome un poco crazy (loco). La llevé bastante bien con mis amigos jugando a la computadora, hablando con ellos, empecé a streamear y un poco me salvó. Pero comparado con ahora, nada que ver. Por suerte, si bien lo habíamos perdido, ya tenemos la costumbre de este estilo de vida, el cual significa que hace dos meses estamos adentro de un hotel, salimos a un canal, vamos a comprar ropa o a hacer shows. Es una vida medio rara, linda, pero es como una película extraña. Hoy arrancamos a las 8 y terminamos a las 10 de la noche; capaz un lunes no tenemos nada que hacer y podemos ir a la rambla o dormir hasta las 4 de la tarde.

Parte de esa carrera musical los llevó a crecer entre críticas y halagos. Por ejemplo, hace dos semanas Coscu, el streamer más popular de Latinoamérica, opinó del tema Ya No Llora, dijo que no le gustó y comentó que la voz de Agustín era un desperdicio en una banda de cumbia. ¿Qué piensan de eso y cómo se toman los comentarios negativos hoy en día? 

AC: Él dijo que no le gustaba la música que hacíamos, la cumbia de nuestro estilo, pero igual nos tiró para adelante porque sonábamos bien en vivo. Eso es una crítica constructiva porque estás poniendo por delante de tus gustos lo que a vos te parece que realmente es bueno o malo. Fue objetivo y no dañino. Sería hermoso que todos fueran así, porque para mí un músico que critica el trabajo de otro músico no es un artista. Todos los que nos dedicamos a la música sabemos lo difícil que es hacerla, su creación, lo que conlleva crear un videoclip. Por más que sea una canción de dos minutos, con cuatro cortes y que a la gente le parezca una boludez, capaz que estás un año entero planeándola, craneando las melodías, los acordes, la campaña de expectativas. Todo eso lleva un trabajo gigante atrás.

Una de las cosas a las que apuntaba Coscu era a que en el tema se usaba un léxico complejo y no tan apto para boliches, como, por ejemplo, al usar la palabra "inerte".

AC: Márama siempre tuvo palabras raras. “Todo casual, medio eventual, casi ilegal”, “totalmente obsesionado en un vicio con tu olor”, son letras que no sé si son tan de cumbia e intentamos rebuscarlas un poco, pero no tanto para que no pierda la esencia. Muchas cosas cambiaron porque ya somos más grandes y profesionalmente más serios. Antes, hacer una prueba de sonido nos podía llevar tres horas. Entre que Pablo tocaba la campana, le pegaba, Mati salía corriendo, yo boludeando con el micrófono. Éramos niños arriba del escenario y nunca teníamos un orden. Eso no estaba bueno y Agus (Duarte), que es el más responsable de todos, se enojaba.

¿La idea ahora, entonces, pasa más por buscar un estilo maduro?

AC: La idea es tener cuidado porque hay muchos niños chiquitos que nos siguen, pero tampoco queremos que la esencia de Márama, que también es de boliche y verano, se pierda. Es un híbrido que es muy difícil de encontrar, porque no te podés zarpar con una letra ni tampoco poner una tan inocente, sino la gente no la va a escuchar.

¿Qué esperan sobre el futuro de Márama? 

AD: Creo que unánimemente no esperábamos ni (la llegada que tuvo) el vivo (25 mil espectadores), ni el Antel Arena (agotado en menos de 48 horas), ni la repercusión que hubo (en redes sociales). Al estar metiéndole a lo mismo tanto, empezás a perder objetividad de todo el material que estás haciendo. No lo esperábamos y creo que hoy en día, con todo esto, como lo estamos viendo ahora, podemos esperar cualquier cosa.

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