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Ahuyentar la mala onda y preparar la usina de esperanza

El gobierno de Lacalle Pou tendrá la vara alta para medir su gestión y mostrar efectividad de apoyo parlamentario de la coalición multicolor
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07 de diciembre de 2019 a las 05:03

Lacalle Pou tiene la vara más alta que los presidentes que le antecedieron, lo que de alguna manera le exige un esfuerzo mayor, y que la suerte le acompañe en resultados de corto plazo, que sean visibles para la gente común, y que le extiendan un “cheque” de confianza más generoso para adelante.

La elección de 2019 tiene un efecto disruptivo como la de 2004, pero una diferencia sustancial entre el comienzo de cada administración, con el “clima” de opinión pública y expectativas de resultados, así como en el panorama económico heredado y en proyección.

Cuando el Frente asumió el gobierno, en 2005, el país venía con la memoria fresca en la recesión más larga y la crisis financiera más profunda de los últimos tiempos, pero con una producción que se reimpulsaba con fuerte ascenso y un ordenamiento general de las cuentas públicas.

Pero fundamentalmente venia con un soplo de esperanza enorme, con más de la mitad del país que había hecho una apuesta por un cambio histórico y que asumía que al nuevo gobierno había que darle cierto tiempo para que pudiera mostrar resultados. Y en realidad, los resultados en materia de producción y consumo ya se estaban dando.

Ahora es muy distinto.

El estado de situación no es de recuperación y reimpulso, sino de estancamiento con varios sectores en recesión, y las expectativas de los votantes son de mayor exigencia y menor paciencia.

Sin que pasara una semana completa de que el escrutinio mostrara que Lacalle Pou era el presidente electo, las conversaciones informales, los cruces de opiniones en redes sociales, algunos pronunciamientos de analistas de riesgos o de académicos, transmiten una “mala onda” llamativa, como si estuvieran juzgando a un gobernante ya asumido, y que éste hubiese cometido errores mayúsculos, inaceptables.

Hay una razón atada al voto que puede explicar la mirada crítica hacia Lacalle Pou y sus primeros pasos, más allá de que haya razón para cuestionar dichos, conductas o nombramientos.

En el 2004, el Frente ganó con un componente fuerte de “voto esperanza” y una parte menor de “voto bronca”. La crisis estaba presente en el discurso, pero Tabaré Vázquez se había convertido en un líder popular en casi todo el país, que triunfó en primera vuelta sin necesidad de balotaje.

En el 2019, Lacalle Pou supo aprovechar una demanda de cambio, de fastidio con la izquierda, de castigo a la política contra el delito, con desvíos de ética del vicepresidente y una actitud del Frente de protegerlo. El líder blanco trazó una estrategia eficiente para conseguir el apoyo de varios partidos y ganar en balotaje, pero en primera vuelta tuvo un respaldo directo de 28,6% del electorado. No fue todo “voto esperanza” sino una combinación de “voto bronca” contra el oficialismo y de ilusión de una porción más chica.

Conocido el triunfo, pasaron pocos días para que le cayeran críticas, sea por el episodio del momento de ajustar tarifas, como por trascendidos de nombramientos.

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Ese clima no sólo se vio en lo local. Una de las principales calificadoras de riesgo, Fitch, emitió un reporte para advertir al gobierno electo que precisará un ajuste fiscal duro, y en el que reconoce que hay “una coalición” de “mayoría legislativa”, pero dice que esa alianza tiene “una composición ideológica diversa” que “podría obstaculizar reformas ambiciosas”.

Seguramente Fitch repite lo que recogió en alguna entrevista en Uruguay, sin observar mínimamente la realidad política. No se sabe cómo se comportará esta coalición, pero sí que la composición ideológica es menos diversa que la que de la coalición que gobernó estos 15 años. Alcanza con una mirada rápida de los documentos y definiciones de cada partido.

El mérito del Frente Amplio es que haya votado unido tanto tiempo y tantas leyes, pese a esa composición ideológica tan diversa como difícil de imitar. Pero las diferencias ideológicas entre grupos frentistas es muy superior a la que hay entre los partidos de la coalición multicolor).

Y si una de las “reformas ambiciosas” que menciona Fitch es la de seguridad social, por considerar que el partido de Manini Ríos no votará una reforma de la caja militar, lo cierto es que la “composición ideológica” del Frente Amplio fue la que impidió que se votara el proyecto del Ministerio de Economía, porque el sector de Mujica rechazó el proyecto de Astori y dijo que no lo votaba. Luego se votó otra “reforma”, pero de menor impacto (y por eso, está pendiente la verdadera).

Así es la democracia; aunque haya medidas que sean necesarias, si no tienen apoyo mayoritario, si no se puede convencer que es importante de concretar, si no hay votos, no se aprueba.

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Lacalle Pou se empeñó en trabajar contra el “desánimo” y desde el verano pasado, ha estado diciendo  a su gente que no había que llegar al gobierno en un clima de “bajón” sino  generar optimismo, esperanza.

Ahora, no parece fácil de lograr ese clima durante la transición, ni siquiera por el empuje electoral, pero es un tiempo para trabajar en llegar al 1º de marzo, con medidas de impacto en corto plazo, fundamentalmente en seguridad pública y de alguna medida con generación de puestos de trabajo.

Nadie piensa que eso se solucione de un día para el otro, pero sí precisará mostrar un cambio de actitud, de decisión de combate firme al delito y que eso se transmita como parte de un plan y no como acciones improvisadas. Debe ser muy visible para generar efecto esperanza.

En empleo, hay en camino una serie de obras importantes de rutas, centros educativos, y lo vinculado a UPM2 con ferrocarril, puerto y planes vinculados, que si se aceleran correctamente (en lugar de revisar proyectos PPP u otros), deberían aumentar la demanda de mano en construcción y sectores vinculados.

Y además, el envío en tiempo y forma del proyecto de ley de urgencia, y el tratamiento ordenado con votación de toda la bancada de la coalicion, sin esperar el último día de plazo, podrá aplacar la crítica insistente en la consistencia de la coalicion.

Ahí, el general Manini Ríos tendrá la oportunidad de mostrar que es socio confiable y conveniente.

El tiempo pasa rápido y el gobierno electo puede gastar horas en responder críticas y golpes, o aprovechar para preparar el comienzo de gestión con decisiones que satisfagan a votantes propios y ajenos, y que muestre a los que no confían en su proyecto, o que lo critican desde ya, que vale la pena otorgarle un espacio de confianza. Es un verano clave. 

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