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Arezo, el prodigio de River que admira a Tabárez

El delantero debutó en las redes en Primera, pero no se quiere marear: “Vengo de abajo, no llegué a nada, sigo siendo un gurí”, dice, a la vez que admira a Tabárez
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13 de agosto de 2019 a las 05:00

El flash del fotógrafo de Referí es un llamador en la tardecita del Saroldi. Entonces empiezan las bromas de sus compañeros: “¡Deciles que jugás conmigo!”, grita uno ya en la oscuridad. “Abrigate. ¡Mirá cómo te cuido! ¡No me das bola!”, le dice Gonzalo “Matraca” Gutiérrez, integrante del cuerpo técnico de River.

Matías Arezo, 16 años, despunta en Primera división y el pasado fin de semana anotó su primer gol.

Sentado al lado de una mesa lindera con el gimnasio, dialoga con la cabeza gacha, con timidez, con sonrisa nerviosa. Le cuesta soltar las palabras. ¡Tiene 16 años!

En la cancha es diferente. Desfachatado, movedizo, distinto.

“Vengo de abajo. No llegué a nada, sigo siendo un gurí. Tengo que ir paso a paso con los pies en el piso”, dispara de entrada. Madurez absoluta.

Viene de abajo con orgullo. Así habla de su padre Carlos que trabaja en la construcción y es capataz. De su madre Luciana que cuida de la casa en Nuevo París, aunque él vivió toda su infancia en Tres Ombúes. Y habla de sus hermanos menores: Behkan (nombre que eligió su mamá en honor a David Beckham) quien con 11 años juega en Wanderers, e Iker (por Casillas), nombre que eligió él para su hermanito de tres años.

Cuando empezó en el baby fútbol en el club 3 de Abril –el mismo en el que jugaron, entre otros, Gastón Rodríguez y Rodrigo Aguirre– de Paso de la Arena, quiso jugar de golero. “Me hicieron cinco goles y terminé llorando. No quería jugar más”, cuenta con una sonrisa.

Y sigue recordando: “Con el paso del tiempo, no quería entrar a la cancha y lloraba. Estaba con mi papá y cuando entraba el equipo, él me pasaba por arriba del tejido de la cancha para que me sumara. Solo así, corriendo la pelota, paraba de llorar y me volvían las ganas”.

Cuenta que es “muy familiero, demasiado, con mis padres y mis hermanos chicos. Estoy disfrutando”.

Está juntando algo de dinero para poder comprarse “primero la casa para mí y mis padres. Despúes el auto”.

En la cancha dice que “el Flaco (Juan Manuel) Olivera me da consejos, me corrige. Es un segundo técnico para mí. A mi edad, necesitás que te corrijan”.

Después de su primer gol explica que no hubo nada especial en casa. “Mis padres van siempre a verme, pero me corrigen las cosas que hago mal. De las buenas, no me dicen nada”, indica y vuelve a sonreír.

Sí recibió muchos mensajes de compañeros y amigos y hasta padres de ellos.

El técnico Jorge Fossati fue quien lo hizo debutar en Primera, aunque ya había entrenado con el plantel principal cuando estuvo Pablo Tiscornia.

No pudo terminar tercero de liceo. Hacía el nocturno en el 54 de Paso Molino. Los horarios de los entrenamientos lo complicaron. De todas maneras dice: “Quiero terminar hasta sexto. Es muy importante”.

Le gusta leer cualquier cosa que lo entretenga más allá de fútbol. Por ejemplo, libros de terror o ciencia ficción. “Leí ‘Voces Anónimas’ y otros por el estilo”.

Recuerda a dos técnicos que lo marcaron mucho en las inferiores de River: Washington Verdías –”que fue quien me puso de delantero”– y Aníbal Saralegui en Séptima. “Me decía todo en la cara y me ayudaba a madurar, como debe ser”.

Integró las selecciones sub 15 y sub 17. “Hubiera esperado más de la selección. Con la sub 15 quedamos afuera en el grupo en el Sudamericano de San Juan. Con la sub 17, dimos un paso en falso en el Sudamericano de Lima de este año. Eso me dejó una enseñanza enorme. Cumplí el sueño de todo gurí de vestir la celeste, pero no es fácil. Toda la gente que te mira, hay que estar bien centrado”, sostiene.

“La enseñanza es que hay que levantarse de nuevo, que en el fútbol siempre hay revancha. No hay que quedarse con una imagen sola. Hay muchas cosas para vivir todavía”, agrega.

El Maestro Tabárez “me corrigió un par de cosas. Me dijo ‘vení, vení’ y allí me explicó. No tengo palabras para describir lo mucho que le ha dado al selección. Demasiado. Plasma lo mismo en las juveniles”.

Matías con su padre Carlos y su hermano Behkan en el Parque Saroldi

Entonces añade: “Siempre dice que después de la selección mayor, la sub 15 es la más importante, porque ahí empiezan a formar a los jugadores”.

Y lo sigue elogiando: “El Maestro es fenomenal. Esperemos que siga un par de años más por lo menos”.

Dice que no tiene espejos en el mundo del fútbol. No obstante, le gusta “la entrega tremenda de Cavani, aunque yo no tengo las mismas características como jugador”.

El flash se apagó y el silencio y la noche invaden el Saroldi. Mucho frío. Muchísimo. Papá Carlos llegó con Behkan a buscarlo, como todas las tardes. Matías quiere crecer en el fútbol, pero no se apura.

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