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Así fue la tarde a los tiros en Pocitos

Cuatro delincuentes fueron a robar un local del Correo; uno murió, dos se entregaron y otro se fugó
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05 de agosto de 2013 a las 22:32

Dos autos tomaron Avenida Brasil y doblaron por Benito Blanco. Frenaron a mitad de cuadra. Se bajaron los cuatro, uno de ellos en silla de ruedas. Todos con chalecos antibalas y bien armados. Entraron al local de Correo, golpearon a un guardia de seguridad con un culetazo y mostraron las armas. Los primeros días de cada mes, las oficinas del Correo pagan las jubilaciones y ellos, los cuatro, querían el botín.

En el local había una mujer guardia de seguridad, que quedó inmóvil. Un vecino vio la escena y discó 911. En menos de un santiamén llegó un patrullero de la Seccional Décima al lugar. “La respuesta policial fue rapidísima”, recordará minutos más tarde Sebastián Patiño, un vecino que vio llegar a los rapiñeros.

También vio llegar a Carlos Rodríguez, un agente de 35 años al que apodaban El Flaco. Fue el primero en bajarse del patrullero. Minutos después, falleció dentro del Correo.

También llegó al local el esposo de la guardia de seguridad, uniformado. Recibió un disparo y está fuera de peligro. Su esposa, horas después, seguía en estado de pánico.

En el suelo del local había quedado un delincuente muerto y otros dos policías heridos: Walter Fernández y Carlos Dollenart, a quien le dieron cinco disparos, uno de ellos en la boca, y anoche permanecía en estado grave.

“Yo venía caminando por la esquina y empecé a sentir los tiros. Pero no me llamo la atención. Estoy acostumbrados a los bombardeos”, dice Acher Cohen, un israelita que vino a visitar a su familia a Montevideo. Sin embargo, la vida del resto de los presentes se sacudió como nunca. El corazón de Pocitos se convirtió en un caos. El guardia de seguridad de Tienda Inglesa, ubicada a metros del Correo, bajó la cortina del supermercado. “Mira si se metían para acá”, pensó en voz alta. Muchos de los caminaban por la calle o tomaban un café en la esquina se tiraron al piso, como Cohen, pero otros atinaron a correr, sin ton ni son, mientras de fondo se sentían los disparos.

Es que tres delincuentes lograron escapar del local. Dos doblaron la esquina, tomaron la calle José Martí, rumbo a la rambla, y se metieron en la primera puerta que encontraron: la del Maui Club Solarium.

Encañonaron al guardia de seguridad del solario y subieron. Dos empleadas del Maui relataron a El Observador que, cuando se percataron que dos tipos con dos armas cada uno estaban subían las escaleras, se escondieron en un baño, junto con cuatro clientas.

Los dos delincuentes buscaban escapar, buscaban un atajo, una azotea. Y la encontraron. Pero se toparon con dos enormes edificios que rodeaban la azotea. No había escaparate. Bajaron al segundo piso del Maui y retomaron la balacera con los policías.

Los testigos cuentan que eran cuatro o cinco los patrulleros que rodeaban la esquina.

“Nos van a matar. Vamos a entregarnos”, le gritaba uno al otro. Estaba herido y dejó ratros de sangre a su paso. Pero su compañero se resistía y seguía tirando.

Abajo, los policías respondían. Algunos, quizá, con la seguridad de que sus compañeros estaban heridos. Tiraron y tiraron y tiraron. Varios vecinos coincidieron en que duró entre 15 y 20 minutos la balacera. Hasta que los dos delincuentes adivinaron su destino. O se entregaban o morían.

Tiraron las cuatro armas por el balcón y con las manos en alto saltaron hacia la calle. Los esposaron. Lo peor había pasado.

De los cuatro delincuentes, uno escapó. Otro murió en el Correo y dos se entregaron.

Los dos autos que usaron para el asalto los habían robado el sábado en un estacionamiento de Pocitos.

El jefe de Policía de Montevideo, Mario Layera, se presentó en el Correo apenas se enteró de la tragedia. “Pertenecen a un grupo que ya venían realizando este tipo de ilícitos. Estaban preparados y organizados”, dijo a la prensa.

Una banda de delincuentes (la misma u otra) robó ese mismo local el mes pasado. También le habían dado un culetazo a uno de los guardias de seguridad.

Por esa razón, los dirigentes de la Asociación de Funcionarios Postales estaban dolidos, pero sin sorpresa. Hace un mes, otra banda (o la misma), entró al local del Correo ubicado a metros del Portones Shopping a los tiros. No hubo muertos. La Policía no llegó a tiempo y lograron escapar.

Pero esta vez, El Flaco, Carlos y Walter llegaron a tiempo. El Flaco entró al Correo, tiró y cayó. Horas después, uno de sus compañeros, a grito pelado y con los ojos hinchados de lagrimear, lo seguía buscando en el abrazo de otros policías.

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