Basta de etiquetas poéticas

“Taninos sedosos y civilizados”, se lee en una nota de cata de un tannat nacional. “Aterciopeado”, dice otra etiqueta de un chardonay uruguayo. “Elegante y muy amable”, describe otra sobre un carmenere chileno.

Con las etiquetas, las bodegas pueden hacer cosas muy buenas pero otras desastrosas. Para empezar, está bueno encontrar información sobre lo que está adentro de la botella. Aporta mucho saber la forma de elaboración, el método, la materia prima y comentarios que describan al vino. Pero los problemas empiezan cuando la literatura excesiva se cuela en las etiquetas.

Se suelen leer cosas medio ingenuas e innecesarias. Qué es la “sensación de redondez”. Se puede entender que refiere a la descripción de “redondo”, a la que usualmente los profesionales del vino aluden, para explicar que todos los aspectos del vino conviven de una forma adecuada y, por ello, el vino es “redondo”. Pero “elegante”, no se entiende.

Puede decirse que cualquier descripción sirve para transmitir sensaciones, porque todos los vinos son diferentes. Cierto, pero hay cosas que desvían el punto y le quitan espacio a lo importante.

Esa poesía en las etiquetas también aleja personas del consumo de vinos finos. ¿Por qué? Fácil: el otro día me escribió un amigo para comentarme, son sorna, que había leído una descripción poética y poco creíble en un vino. Me dijo que parecía joda, y que le mentían a la gente con espejitos de colores. Creo que tiene razón. Pero por suerte, no todas las bodegas entran en esa práctica y aportan al consumidor mucha información sobre el vino.