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Cahemira escenario del conflicto entre India y Pakistán

Protestaas, militarización, miles de arrestos y corte de internet es el panorama de este estado desde que se le quitó su autonomía Atul Loke y Jeffrey GettlemanThe New York Times Company
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05 de octubre de 2019 a las 05:04

Durante casi dos meses, la conflictiva región de Cachemira ha estado cerrada. El gobierno indio la inundó de tropas. Los servicios de internet han sido cortados. Los teléfonos móviles no funcionan.

Los soldados les han ordenado a las personas que se queden dentro de sus hogares, ya que, de no hacerlo, tendrán que dispararles. Los militantes antigubernamentales también han cometido asesinatos de civiles y los han amenazado. La gente no puede ir al hospital; no puede comunicarse con sus seres queridos; no puede asistir a la escuela o al trabajo. La vida cotidiana se ha paralizado.

Todo comenzó el 5 de agosto cuando India hizo un anuncio sorprendente: despojaría al estado de Jammu y Cachemira, el único de mayoría musulmana de India, de la autonomía que tenía desde la década de 1940. Pronto ese territorio será dividido en dos, y cada región se convertirá en un enclave federal.

El gobierno indio, controlado por un popular partido político nacionalista hindú, dice que estas medidas son necesarias para lograr la paz en Cachemira. Durante décadas, la región ha sido sacudida por disturbios, rebeliones, guerras y derramamiento de sangre. Pakistán, el rival de India, también reclama algunos sectores de Cachemira y se le acusa de provocar la insurgencia contra India. 

Los funcionarios indios sabían que despojar a Cachemira de su autonomía sería una decisión muy impopular. Además, el valle de Cachemira, la zona más inquieta del estado y hogar de unos 8 millones de personas, sigue sufriendo un restrictivo bloqueo.

El fotógrafo Atul Loke pasó cuatro semanas en total en Cachemira divididas en dos viajes que hizo en agosto y setiembre para The New York Times.

Siguen estallando protestas esporádicas en esa región. Los oficiales de seguridad disparan sus escopetas y gases lacrimógenos contra las multitudes. Decenas de manifestantes han sido gravemente heridos. Muchos tienen miedo de ir al hospital por temor a ser arrestados. En cambio, se dirigen a las mezquitas cercanas, donde comprensivos voluntarios limpian y vendan sus rostros ensangrentados y sus cuerpos temblorosos.

Tras las rejas

Las fuerzas de seguridad indias han arrestado a miles de personas. La mayoría están detenidas sin cargos en una situación que las autoridades califican como detención preventiva. Casi todo el liderazgo de Cachemira (representantes elegidos democráticamente, maestros, estudiantes, intelectuales y comerciantes prominentes) se encuentra tras las rejas.

Las detenciones y el bloqueo han causado inquietud, desmoralización y furia entre los cachemires. Zahida Jan, una estudiante de secundaria, se desplomó de dolor al hablar de su hermano mayor, Fayaz Ahmed Mir, quien fue arrestado frente a ella a principios de agosto.

La familia dice que es inocente. Su trabajo consistía en manejar un tractor en los huertos de manzanas. Sus familiares afirman que las autoridades lo detuvieron porque hace nueve años participó en una protesta. No tienen idea de su paradero.

Niños de hasta 8 años han salido a las calles. Con las escuelas cerradas, tienen poco que hacer. Muchos merodean por las mezquitas. Entre las consignas que gritan destaca: “Solo hay una solución. ¡Las armas son la solución! ¡Las armas son la solución!”. 

Muchos jóvenes han dicho que fueron torturados por las fuerzas de seguridad. El gobierno indio niega esas acusaciones. Los jóvenes que fueron arrestados bajo sospecha de ayudar a los militantes dijeron que los soldados del gobierno los colgaron bocabajo y los golpearon con palos de bambú, además de aplicarles descargas eléctricas y obligarlos a beber grandes cantidades de un líquido nocivo.

Un mes después de haber dicho que fue torturado, Abid Khan, un tendero, mostró unas profundas líneas negras que tiene en las nalgas. Dijo que cuatro soldados lo desnudaron, lo inmovilizaron y lo golpearon repetidas veces con palos de madera.

Pero las tensiones ya no se tratan del simple enfrentamiento de los manifestantes con los oficiales de seguridad. Los separatistas de Cachemira están ejecutando su propia represión, amenazando o incluso atacando a los civiles en una campaña que busca destruir cualquier indicio de que la situación comienza a volver a la normalidad.

Recientemente, los militantes antigubernamentales dispararon contra los familiares de un rico comerciante de manzanas. Los militantes están tratando de acabar con el negocio de las manzanas, del cual depende el sustento de muchos cachemires, como una manera de protestar contra el gobierno indio. Los militantes incluso le dispararon a una niña de 5 años, según afirman las autoridades.

Los funcionarios indios no han señalado cuándo levantarán las restricciones de seguridad o liberarán a las personas que han sido encarceladas.

Ajit Doval, asesor de seguridad nacional de India, culpa a Pakistán de los problemas en Cachemira. Doval afirma que, si se restaura internet en Cachemira, Pakistán lo inundará con información engañosa y generará odio. Si los soldados indios se relajan, Pakistán explotará la situación y enviará más militantes. Dijo que el levantamiento de las restricciones dependerá de “cómo se comporte Pakistán”.

Pakistán ha negado esas acusaciones. Su primer ministro, Imran Khan, habló hace poco en las Naciones Unidas para acusar a India de cometer atrocidades en Cachemira. Khan ha pedido una intervención internacional para evitar que la crisis empeore y se convierta en una guerra entre India y Pakistán, dos países que cuentan con armas nucleares. 

 

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