Queridos reyes: Vivo en Uruguay, un país chiquitito ubicado al sur de América (no al norte donde está el imperio como dicen en el comité) entre dos grandotes que a veces me patotean aunque dicen que tienen gobiernos “progresistas” y “de izquierda” como nosotros.
La cosa va marchando muy linda desde que nos gobierna el Frente Amplio, una coalición recontra “plural” que incluye desde comunistas que aman tanto al Estado como a la hoz y el martillo hasta algunos tupamaros capitalistas que antes pensaban en la liberación nacional y y el socialismo y ahora defienden el libre mercado y la propiedad privada. La cuestión es que el gobierno del Pepe ha sido tan “pragmático” en el manejo de la economía (antes creo que le llamaban neoliberal o algo así) que la producción crece a ritmo vertiginoso, hay pleno empleo y los ingresos de los hogares mejoran. Todo eso, sumado a que el dólar está a menos de $ 20 ha generado un consumismo feroz en la gente, buena parte de la cual, con poca educación, prefiere –al mejor estilo gringo- comprar laptops, celulares u otras chucherías en lugar de ahorrar e incluso comer.
La mejora en los bolsillos de los uruguayos, señores reyes, sumado al buen desempeño del seleccionado de fútbol en el Mundial de Sudáfrica –aprovechado oportunistamente para despertar un fuerte sentimiento nacionalista- generó una suerte de bobera colectiva que no permite ver más allá del hoy.
Lo que les quiero pedir señores reyes es que por favor ayuden a los uruguayos a no creer que somos otra vez la Suiza de América por el solo hecho de tener un mango más y haber obtenido un cuarto puesto en el mundial de fútbol . No podremos serlo mientras no logremos revertir los pésimos resultados de nuestro sistema educativo.
No alcanza con tener muchas plantas de celulosa para parecernos a Finlandia que por cierto está muchísimo mejor ubicado que Uruguay en el último informe de evaluación educativa PISA de la Ocde que puso a Uruguay en el puesto 47 entre 65 países y a los finlandeses a la vanguardia.
No podremos ser Suiza mientras los gobernantes (nacionales y departamentales) sigan claudicando ante intereses corporativos de funcionarios públicos cartelizados para no perder los privilegios que les paga el resto de la sociedad.
Lo único que nos emparentaba aún con Suiza era el secreto bancario que el segundo gobierno de izquierda flexibilizó para–en una suerte de gran hermano fiscal- desplumar a todo aquel que obtenga una renta por la inversión de su dinero y así tener recursos para mantener un Estado gordo e ineficiente que trata mal a tres millones de ciudadanos de a pie pero protege a sus más de 270 mil empleados.
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