Las peligrosas travesías de miles de refugiados hacia Europa también tienen un coste medioambiental para el Mediterráneo y la isla de Lesbos, principal puerta de entrada a Grecia, que se ha visto especialmente afectada.
Así, temprano en la madrugada, chalecos salvavidas y restos de botes inflables cubren la playa de Skala Sikaminia, adonde llegan todos los días decenas de embarcaciones provenientes de la costa turca con un promedio de unos cuarenta migrantes cada una.
Tres empleados de la alcaldía cargan un camión con montones de chalecos salvavidas de color naranja que fueron abandonados los recién llegados y desinflan totalmente los botes, antes de llevarlos a un vertedero. Allí se acumulan provisionalmente toneladas de residuos plásticos para los que no se ha hallado hasta el momento ninguna solución definitiva.
"Con materiales de este tipo, la única solución es reciclarlos. Parece ser que pueden servir para fabricar depósitos de agua, pero, por ahora, no hemos encontrado ninguna empresa dispuesta a hacerse cargo de ellos", cuenta Yorgos Katsanos, adjunto al alcalde de Mitilene, la capital de la isla.
"Si por lo menos salvaran vidas, pero ni eso. Son una porquería fabricada en Turquía para las redes de traficantes de personas o importadas de China a bajo precio"
La alcaldía empleó temporariamente a doce personas suplementarias y movilizó dos camiones y una grúa. No obstante, "en cuanto acabamos de limpiar, ya hay que empezar de nuevo", lamenta Katsanos.
Para peor, sólo se pueden recolectar los residuos en las zonas accesibles desde la carretera. En las calas aisladas, en las costas rocosas, los desechos no se pueden recoger y quedan allí hasta que alguna tormenta se los lleve mar adentro.
Además, los salvavidas son de muy mala calidad. "Si por lo menos salvaran vidas, pero ni eso. Son una porquería fabricada en Turquía para las redes de traficantes de personas o importadas de China a bajo precio", lamenta.
Lo salvavidas "eran muy finos, no parecían muy consistentes", confirma Sajjad, un afgano de 22 años, quien no sabe nadar y compró el suyo por siete euros cuando se embarcó en Turquía. Al igual que sus compañeros, lo tiró cuando llegó a la isla, feliz de no haber tenido que usarlo.
Para Patroclos Komninoglou, quien dirige una pequeña empresa de reciclaje de la isla, los botes tampoco son buenos. "Se pueden usar una sola vez. Se aconseja a los migrantes que los pinchen en cuanto lleguen, pero ninguna persona sensata se echaría al mar en eso", asegura.
La isla de Lesbos, en el mar Egeo, es una de las principales puertas de entrada en Grecia de miles de migrantes y refugiados, que zarpan de las costas turcas, a ocho millas marinas.
Según datos del Alto Comisionado de la ONU para los Refugiados (ACNUR) publicados el martes, cerca de 383.000 migrantes y refugiados desembarcaron en Grecia en lo que va de año.
En total, añadió ACNUR, cerca de 515.000 personas cruzaron este año el Mediterráneo. Cerca de 3.000 murieron o desaparecieron en el intento.
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