En 2020 la inflación cerró en 9,41%, y se espera para 2021 “una pronunciada caída” en los primeros meses, “una ligera recuperación” hacia mediados de año, y “estabilidad en niveles cercanos a 7%” durante el segundo semestre, según el informe de proyecciones publicado este lunes por el Centro de Investigaciones Económicas (Cinve).
Según explican, la probabilidad estimada de que la inflación interanual se ubique por encima del 10% es de apenas un 0,4% en enero y 3,2% en febrero, siendo luego prácticamente nula por unos meses, hasta converger a valores bajos hacia fines de 2021 (máximo es de 3,5% en diciembre).
En tanto, la probabilidad de entrar al rango meta (3%-7%) es virtualmente nula hasta marzo, donde registra un valor 6,4%, pero luego aumenta bruscamente y supera el 70% en abril y mayo de 2021; para converger a valores cercanos al 50% y permanecer allí por el segundo semestre.
“La política expansiva no ha entrado en conflicto con los objetivos inflacionarios, pese a que la inflación continúa en niveles altos luego del abrupto salto dado entre marzo y mayo. La baja demanda interna, los bajos incrementos salariales laudados para el período puente y la estabilidad cambiaria posterior al salto inicial han llevado a una tendencia bajista”, dice el análisis.
Agrega que “los desafíos más importantes en materia de decisiones monetarias llegarán más adelante, al intentar definir el momento de transición a una política más contractiva, e intentar conjugar los objetivos inflacionarios con los de competitividad cambiaria”.
Los analistas que participaron de la última encuesta de Expectativas Económicas del Banco Central del Uruguay (BCU), esperan que la inflación a fin de año se sitúe en 7,4%, desde un 7,5% de diciembre, según la mediana de las respuestas. En tanto, para el horizonte de 24 meses se proyecta una inflación de 7%.
Por su parte, el último informe de Política Monetaria del BCU maneja una inflación cercana al 6% para fines de este año, y se aproximaría al 5% al final del horizonte de política (24 meses).
Ese informe también dice que en el corto plazo existen factores macroeconómicos e institucionales que contribuirán a este proceso de desinflación, como la dinámica del tipo de cambio, más moderada que la observada en 2020; la mayor capacidad ociosa, reflejada en la persistencia de una brecha PIB negativa y un mayor nivel de desempleo relativo a su nivel previo a la pandemia y la deflación externa, que afectará en mayor medida a las precios en el sector transable.
También destaca que el período puente aprobado en materia salarial y los menores ajustes previstos para las tarifas públicas en el marco de la coordinación de políticas contribuirán a una trayectoria descendente de la inflación dentro del sector no transable.
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