La comparsa de Víctor trabaja en campos ubicados en la zona de Sarandí del Yí, en Durazno, en Lavalleja, Florida y Flores.

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Como en el fútbol, Víctor Hugo forma jugadores para la cancha de la esquila

Arrancó a esquilar a los 16 años y hoy está a cargo de una comparsa que comenzó a recorrer estancias para realizar las cosechas de lana preparto
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17 de julio de 2022 a las 05:00

Como pasa en el fútbol, donde hay juveniles que aprenden a jugar en las formativas y con el paso del tiempo llegan a ser parte del plantel de primera división, Víctor Hugo López es como un entrenador que en su caso forma jóvenes esquiladores que, con el paso del tiempo, pasan a ser piezas clave en su comparsa de esquila. “Saco de abajo y empiezo a enseñar, los llevo a una escuela de esquila y terminan aprendiendo en la comparsa”, contó a El Observador.

A esta altura del año, con su comparsa, Víctor Hugo recorre estancias brindando el servicio de esquila preparto, actividad que se extiende de junio a agosto.

Algunos esquiladores, así como los futbolistas, siguen en el equipo, otros pasan a trabajar a otras empresas, viajan a esquilar a otros países o incluso forman sus propias empresas, algo que a Víctor Hugo le da mucho orgullo, según destacó.

Con el paso de los años el proceso de esquila ha cambiado.

“Me deja contento y conforme cuando noto el proceso (de progreso), es algo que me ha ayudado mucho como persona y algo que me enorgullece mucho. Han venido botijas sin nada, han trabajado en la zafra y han logrado comprarse su vehículo, esas son cosas importantes”, sostuvo.

Recordó dos casos: un joven que aprendió a esquilar con él y que hoy supervisa las tareas de su empresa, pues es técnico del Secretariado Uruguayo de la Lana (SUL), y otro que comenzó trabajando en su comparsa y ya tiene su empresa –y con habilitación para esquilar utilizando el sello Grifa Verde–.

La comparsa de Víctor Hugo que hoy recorre los campos uruguayos está integrada por varios esquiladores que arribaron hace pocos días al país, luego de haber estado en España para realizar la esquila “de contraestación”.

Según destacó, uno de los principales requisitos para trabajar en su comparsa “es tener buenas condiciones como persona”, porque con ganas de trabajar el oficio se aprende.

No se cobra por jornal, sino por animal esquilado.

De esquilador a empresario 

Con 64 años Víctor Hugo es empresario de esquila en Sarandí del Yí, pero cuando aprendió tenía apenas 16. Entró al rubro en los años ‘70, justo cuando comenzaba a desarrollarse en Uruguay el sistema de esquila Tally Hi, con el que los ovinos son esquilados sueltos, no atados de patas como se hacía antes, recordó. Ese nuevo sistema permite que los animales no sufran o se machuquen, destacó.

Hasta sus 20 años trabajó en el rubro y luego se retiró para trabajar en otro sector. Años después, en 1996, volvió a esquilar y le surgió la oportunidad de hacer un negocio con un productor que tenía una máquina de esquila. Así comenzó su emprendimiento, “y hasta ahora, por suerte, no he parado”, indicó.

Pieza clave: el cocinero 

Con el paso de los años el proceso de esquila ha cambiado. Por ejemplo, antes la lana se enfardaba a mano, en un arco de embolsar lana se ponía una bolsa, se metía la lana y una persona la pisaba. Ahora la comparsa cuenta con una enfardadora hidráulica “que da mucho menos trabajo y es mucho más eficaz”, dijo.

Pese a que varias cosas se han transformado, algo que mantiene esta comparsa de esquila son las tradiciones.

La cantidad de días que la comparsa pasa en una estancia depende de varias cosas, entre ellas el tamaño de la majada y el clima, ya que si llueve no se puede esquilar. Antes de llegar a cada campo los trabajadores se juntan en dos vehículos para viajar, aunque el deseo de Víctor Hugo es poder conseguir “una combi” para que todos vayan juntos. A cada predio llega todo el plantel junto, los trabajadores, Víctor Hugo en su camión con la máquina de esquila, la enfardadora y los equipos, y un actor importante en el grupo: el cocinero.

La comida es una de las tradiciones que esta comparsa mantiene. Ramón Duarte es el cocinero y se encarga cada mañana de dejar el agua pronta para el mate y de tener la comida pronta para el mediodía y la noche. Por lo general los dueños de los establecimientos les brindan la carne y Víctor Hugo lleva el resto de los ingredientes para preparar la comida, que, manteniendo “lo tradicional que viene de la esquila”, se hace en un fogón.

En una jornada “que ande bien”, en la que se trabaje con las siete tijeras de la máquina y con agilidad, la comparsa puede esquilar hasta 1.000 animales en un día.

Un trabajo de equipo 

Cada trabajador tiene una tarea asignada. La comparsa se compone de siete esquiladores, ya que la máquina tiene siete tijeras. También está el encargado de sacar a la oveja del brete para llevarla a la cancha de esquila –así es como llaman al sitio donde esa hace esa tarea– y de la cancha a otro brete una vez esquilada. Los acondicionadores de lana suelen ser cinco: alrededor de una mesa se encargan de acondicionar el vellón y clasificarlo en cuatro tipos, dependiendo de su calidad. Además, está el encargado de barrer la lana de descarte una vez termina la esquila, esa lana que queda en la cancha y que no es de calidad para comercializar, como “el garreo”, la lana de las patas del animal, y a ese trabajador se lo conoce como “virutero” o “benteveo”.

Los integrantes de la comparsa 
 
Los integrantes de la comparsa que trabajan en “la cancha de esquila” son: Facundo Trujillo, Ariel Cabral, Nicolás Casas, Jhonatan Cardozo, Elías Samuroi, Maicol Lacuesta y Alejandro Álvarez (esquiladores); Tito Ufrasio (agarrador); Tony Techera (virutero); Jhon Toya (sacador); y Roberto Silva, Nahuel Fierro, Gerardo Rojas y Santiago Rodríguez (acondicionadores).

La duración de cada jornada  depende de cuántos animales tenga la majada, de cómo se desarrolle el clima y qué rapidez tenga la comparsa. El trabajo comienza temprano en la mañana, con una primera esquila de dos horas, luego se hace un parate, llamado “cuarto” y se vuelve a hacer una esquila de dos horas. Al mediodía se para a almorzar, desde la hora 13 a las 15.30 se da otra esquila, luego se para media hora y se finaliza la jornada con las últimas dos horas de esquila.

La comparsa de Víctor trabaja en campos ubicados en la zona de Sarandí del Yí, en Durazno, en Lavalleja, Florida y Flores.

No se cobra por jornal, sino por animal esquilado. Entre los trabajadores se habla de “latas”, indicó Víctor Hugo. “Se cobra por lata, hacemos la esquila y con el correr de los días contamos las latitas y se paga”, explicó. Las “latas” son cada oveja.

Según informaron a El Observador desde el SUL, el pago a los esquiladores depende de cada empresa, de la zona del país y hasta de las razas, pero suele oscilar entre $ 75 y $ 90 por animal. En todo el país hay 730 esquiladores supervisados por el SUL; de los 6,2 millones de ovinos que tiene el stock, el 61,6% se esquila con grifa (58,4% grifa verde y 3,2% grifa amarilla).

En una jornada “que ande bien”, en la que se trabaje con las siete tijeras de la máquina y con agilidad, la comparsa puede esquilar hasta 1.000 animales en un día.

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