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Conozca un museo atípico que recoge el pasado de un barrio y un país

Los jubilados de la Industria Frigorífica gestionan un espacio que guarda las reliquias del Cerro como centro industrial
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02 de mayo de 2018 a las 05:00

En el corazón del Cerro de Montevideo, sobre la calle Grecia esquina Holanda, se encuentra un museo de bajo perfil pero que guarda un valioso acervo para la zona y para un país impensable sin la carne vacuna y su industria.

"Esta foto es del Swift", dijo Sergio Iglesias, de 70 años, uno de los jubilados que atiende el Museo de los trabajadores de la industria frigorífica, al señalar una fotografía que muestra al Zeppelin pasando por el Cerro. "No, no", le respondió Nicolás Trujillo, de 78, otro de los ex trabajadores. "¡Es el Swift!", retrucó el interlocutor. "¿Nos vamos a pelear? Ponete los lentes", agregó. "Es que el muelle parece el del Nacional", argumentó Trujillo. Al final de cuentas, era el Swift.

Ambos son jubilados de los grandes frigoríficos del Cerro que se apagaron en 1980. Iglesias embarcaba la carne en el muelle del Cerro y Trujillo fabricaba envases en el Nacional.

Desde la rambla del Cerro aún pueden verse las ruinas del Frigorífico Swift. Estas visibilizan el pasado de oro industrial que empleaba a unas 20 mil personas del barrio. Un poco más atrás, hacia el oeste, estaba el Nacional, conocido por la sigla Frigonal. También estaba el Artigas, donde hoy está el Polo Tecnológico del Cerro, y el Castro, en La Teja, que completaban el motor que daba trabajo a una incipiente aristocracia obrera.

jubilados de la industria de la carne
Nicolás Trujillo y Sergio Iglesias recuerdan la época de oro del Cerro.
Nicolás Trujillo y Sergio Iglesias recuerdan la época de oro del Cerro.

En 1955, cerró el Swift. La agonía fue mantenida por el Artigas, el Nacional y el Castro. Y en 1980 el tiro de gracia fue el cierre del Nacional. Eran establecimientos tan grandes que allí trabajaban familias enteras. Trataban la carne, el cuero y hasta producían las latas para el envasado de productos. "Se aprovechaban desde las cerdas hasta las guampas; se hacía aceite de pata", apuntó Trujillo. Este obrero jubilado recordó cómo una sección de costura hacía la ropa para todo el frigorífico y otra sección se ocupaba de las conservas de membrillo, peras en almíbar, arvejas, durazno, paté, el famoso corned beef que se exportaba para los frentes de batalla, lengua y lenguitas de cordero y mucho más. Incluso se producía jabón: El Gaucho, se llamaba el del Nacional y Olimpia el del Artigas.

Tiempos de aristocracia obrera

Una de las principales misiones de este museo es que la gente recuerde el pasado industrial de la zona. "Era otro Cerro", dijo Iglesias. Y agregó: "Toda la gente trabajaba. Se vivía bastante bien. En un momento hasta se hablaba de una aristocracia obrera".

Trujillo señaló una balanza del Frigorífico Nacional. "Acá se pesaba la carne que nos daban a nosotros", contó. Tenían dos kilos de carne por día como parte del sueldo. Se trataba de un beneficio que se ganó tras un consejo de salarios y que se cortó en 1969 y, por eso, los trabajadores hicieron una huelga de hambre que registraron algunas tapas de periódicos de la época que ahora se muestran en las paredes del museo. "Cuatro meses que fueron muy duros", recordó Iglesias.

En el museo también puede verse una recreación de las prácticas de conservación cuando no había heladera: se colgaban los productos en una fiambrera con protección contra las moscas. Se utilizó hasta pasada la década de 1960.

Otro de los puntos más interesantes de la visita es una lata enorme de grasa de caracú del Frigorífico Artigas. Estas eran utilizadas por los trabajadores para cubrir sus casas y aún pueden verse en el Cerro viviendas con techos de latas de los frigoríficos, afirmó Trujillo.

museo carne cerro productos
Algunos de los productos de los frigoríficos históricos.
Algunos de los productos de los frigoríficos históricos.

El museo también tiene recreaciones de época logradas con maniquíes. Puede verse a una trabajadora de las conservas, una cocina de la década de 1950 y herramientas de trabajo como cuchillos que terminaban deformes. Los obreros ganaban según su productividad, por eso era esencial tener un buen cuchillo propio. "Mi padre llegaba de trabajar y después de dormir una siesta se pasaba dos horas con una piedra de afilar dándole al cuchillo", dijo Iglesias.

El sindicato de los trabajadores de la carne era el más fuerte del país. La segunda guerra mundial y la Guerra de Corea marcaron un hito en la demanda que provocó que se trabajara en hasta tres turnos. Los frigoríficos no paraban de matar animales y de producir.

El frigorífico Nacional, que supo tener el abasto de todas las carnicerías de Montevideo, era paraestatal, por lo que no estaban permitidos los mataderos externos. Cuando cerró, se abrió el mercado para los demás mataderos del interior del país. Pero en la década de 1980 el barrio se quedó sin fuentes de trabajo. Se agregaron otras crisis y parte del área se precarizó.

Testimonio

Este es un museo atípico porque nació de extrabajadores que lo hicieron a pulmón y en base a donaciones de vecinos. Abre de lunes a viernes hasta las 12 del mediodía porque lo atienden honorariamente los jubilados de la industria. ¿Quiénes lo visitan? Escolares, liceales, estudiantes universitarios, vecinos que quieren conocer la historia del lugar donde viven. El día anterior a esta entrevista, casi 100 estudiantes de la Facultad de Veterinaria visitaron el lugar. Investigadores, historiadores y docentes acuden para hacerse de documentación de la época de oro de la industria en el Cerro. Tuvo visitantes de lujo como la princesa Laetitia D'Aremberg y un embajador del Reino Unido que señaló una lata de corned beef y dijo: "Esto comíamos cuando había guerra".

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