En la zona de Corte de la Leña, a 11 kms de San Carlos (Maldonado), Alberto y Nelson Sierra tienen el mayor cultivo de maíz súperdulce del departamento. En 50 hectáreas desarrollan un cultivo que les llevó 27 años dominar y que hoy los tiene en la cima de su carrera, siendo proveedores de choclo para las grandes cadenas de supermercados, vendedores de las playas de Punta del Este y Rocha y pequeños comercios, que fue donde comenzaron vendiendo, golpeando puerta por puerta, cuando eran más jóvenes.
Son hermanos y se criaron en el campo, en el establecimiento La Talita, que se encuentra a pocos metros de donde hoy tienen su cultivo.
Conocen la tierra desde chicos, su padre era tambero y también agricultor, plantaba melones y sandías. Con esos cultivos Nelson y Alberto se iniciaron en el rubro.
Tenían 15 y 13 años respectivamente cuando empezaron a plantar melón, zapallo, papa y boniato, en extensiones de cinco y 10 hectáreas, sin imaginarse que varios años después estarían centrados en un solo cultivo, pero cinco veces mayor en extensión.
De chicos trabajaron con su padre en el campo. Hasta 1986 ordeñaron y plantaron, pero fue en 1987 cuando empezaron a probar trabajar con maíz y a dedicarse únicamente a la agricultura. En 1995 “le empezamos a agarrar la mano” al maíz, recordó Alberto. Fueron años de pruebas y errores hasta que aprendieron a desarrollar el cultivo.
“Cuando arrancamos, arrancamos sin nada”, comentó Nelson. En ese año, “sin un peso”, sacaron un crédito de US$ 22.500 para comprar su primer sistema de riego.
“Éramos nosotros dos. Y con muchos menos recursos, trabajamos mucho y lo pudimos pagar. Hoy estamos en el techo, pero empezamos en el sótano, y de a poquito fuimos creciendo”, dijo Alberto.
Ahora realizan una inversión de US$ 600 mil por zafra, US$ 300 mil de los que se destinan al sistema de riego aéreo que utilizan, con varios equipos que se trasladan con tractor por las calles entre las parcelas de maíz. Por día, el sistema de riego utiliza 300 litros de gasoil.
Después de trabajar durante muchos años en tierras arrendadas, en esta zafra por primera vez pudieron sembrar en un campo propio que compraron hace pocos años.
El riego es uno de los elementos importantes de su producción, sin él no podrían desarrollar el cultivo de la forma que lo hacen, destacaron.
La calidad, la cantidad y la continuidad son las tres claves sobre las que impulsan su trabajo, y la humedad del suelo es parte importante del desarrollo, sin agua no podrían darle continuidad y crecimiento al área sembrada, no podrían cosechar las cantidades que cosechan y no lograrían la calidad apropiada.
El clima, como en todas las producciones a cielo abierto, es fundamental para tener buenos resultados, remarcaron.
El 23 de diciembre de 2016 es una fecha que la población de San Carlos difícilmente olvidará. Un día antes de las festividades por Navidad, una turbonada –acompañada de granizo– atravesó la ciudad y la zona rural, arrasando con árboles, techos, vidrios y, en el caso de los hermanos Sierra, con un cultivo a punto de cosechar.
“Si hubiésemos tenido (el cultivo) del otro lado del puente, en un campo que teníamos arrendado, no le hubiera hecho nada aquel temporal grande, pero nos comió la cosecha”, recordó Nelson.
“Perdimos US$ 300 mil y pico en un ratito, lo destruyó todo y tuvimos que empezar de vuelta”, agregó su hermano.
Esa no fue la única vez que tuvieron pérdidas por el clima. En la zafra pasada no llovió mucho, pero de golpe en enero cayeron más de 350 mm y por exceso de agua tuvieron afección en cerca del 50% de la cosecha que les quedaba por levantar.
El clima en la agricultura a cielo abierto no es el único factor que puede causar problemas: Nelson y Alberto tienen un gran enemigo, las cotorras.
Estas aves verdes se camuflan fácilmente en el monte y en los eucaliptus, en los que arman sus nidos. Durante las horas de luz y cuando los choclos están prontos para ser cosechados generan grandes destrozos y pérdidas económicas, porque pican los frutos pero no los comen por completo, dejan muchos dañados y les quitan así la posibilidad de venderse.
Estas aves plagas van al campo de los hermanos Sierra “como si fuera el único restaurante abierto”, porque en la zona es el único lugar en el que hay agricultura; la mayoría de los vecinos de la zona hacen ganadería y lechería, y si tienen horticultura o fruticultura es a pequeña escala y para consumo propio.
“Son un gran enemigo. Si el control de las cotorras no se maneja a nivel de gobierno, en unos años la horticultura se va a terminar, porque son dañinas”, resaltó Alberto, quien dijo que la presencia de estas aves “es algo caótico”.
Nelson recordó que durante una zafra, aún controlándolas, las cotorras se comieron más del 10% de su producción, y que a un vecino de la zona que plantaba 15 hectáreas de durazno “lo hicieron abandonar”, por los daños.
Para controlarlas se necesitaría una inversión de US$ 1.000 por día, comentaron los agricultores.
Otra plaga a la que se han tenido que enfrentar es la lagarta, un gusano que se alimenta primero de las barbas del choclo y luego de los primeros granos.
Los zorros, las nutrias y los chanchos jabalíes también afectan todos los años a este cultivo de verano.
Esos dos hermanos trabajaron toda la vida a la par, aprendiendo de la práctica, y creciendo con el paso del tiempo.
Cuando empezaron, con una hectárea de maíz, eran ellos solos. Ahora, en cada zafra de verano, contratan trabajadores para colaborar con la cosecha y el envasado de los choclos, los que se venden en bandejas de a dos y también en bolsas de 36 unidades. El máximo de paquetes envasados en un día ha sido 5.000 –10.000 choclos–.
Una características de estos hermanos empresarios es que no se olvidan de sus raíces, ni de aquellos comercios pequeños que fueron los primeros en abrirles las puertas. “Vendemos de a una o de a 300 bolsas”, aseguraron, “atendemos a todos los clientes, del más chico al más grande”.
“Muy de a poquito fuimos ganando lugar. Ahora, después de casi 30 años, llegamos al punto en el que los clientes nos llaman a nosotros”, comentó Alberto.
Fanático del fútbol, pasó el tema a términos deportivos y aseguró: “Es como el gurisito que empezó en el baby fútbol del barrio y después llegó a jugar un Mundial. Hoy estamos llegando a las mejores ligas, pero con casi 60 años arriba, y eso nos llevó casi 30 años de trabajo”.
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