Mundo > Estigmas y fobias

Coronavirus, nuevas actitudes sociales y la propagación también de la infodemia

La sobreinformación provoca preocupación excesiva, obsesión temática, distorsiones y reacciones insólitas
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07 de marzo de 2020 a las 05:00

No es la primera epidemia que levanta polvo y lamentablemente no será la última. Pero sí esta vez están ocurriendo situaciones asombrosas, sin precedentes. 

A principios de este mes, el ministro del Interior alemán, Horst Seehofer, declinó el gesto de extenderle la mano de la canciller Angela Merkel, un hecho sin precedentes que al final despertó la sonrisa de ambos. 

Las reuniones del Fondo Monetario Internacional (FMI) y el Banco Mundial (BM) de abril se realizarán en formato virtual y no en Washington como estaba previsto, para evitar contagios. 

Arabia Saudita suspendió el Umrah (peregrinaje musulmán) a La Meca y Medina, lugares que reciben millones de fieles cada año; los suelos de la Gran Mezquita sagrada pasaron a lavarse cuatro veces al día; se retiraron 13.500 alfombras de oración y todas fueron desinfectadas.

Un antecedente similar se dio en 2003 cuando Arabia Saudita suspendió las visas a algunos países de Asia debido al Síndrome Respiratorio Agudo Severo (SRAS).  

El papa Francisco estornudó (su foto con un pañuelo en la nariz circuló mucho en las redes sociales) y no participó en unos ejercicios espirituales con la curia, por lo que el Vaticano tuvo que aclarar públicamente que se trataba solo de un resfrío. Asimismo, las visitas a los recintos del Vaticano fueron reducidas, incluyendo sus museos, que están entre los más visitados del mundo con un promedio de seis millones de personas al año. 

El gobierno de Italia, el cuarto país más afectado por la epidemia después de China, Corea del Sur e Irán, recomendó a la población “renunciar a los besos y apretones de manos”, e indicó que los partidos de fútbol se jugarán a puertas cerradas.

La NBA aconsejó a los jugadores que choquen los puños con los aficionados en vez de la palma de la mano, y que eviten tomar pelotas o camisetas para firmar autógrafos.

La Liga Suiza de Fútbol (SFL) anunció que se detiene hasta el 23 de marzo y también fue aplazado el Gran Premio de Motociclismo en Tailandia programado del 20 al 22 de marzo, lo que también es una medida inédita. Asimismo, fue cancelado el Gran Premio de MotoGP de Catar, el Gran Premio de China de Fórmula 1 en Shanghái y la carrera de Fórmula E. 

Leipzig se disculpó el pasado lunes por haber echado de su estadio a un grupo de aficionados japoneses (no chinos) que querían presenciar el partido con el Bayern, intentando ser precavidos. 

El comité organizador de los Juegos Olímpicos de Tokio 2020 dijo que el recorrido de la llama olímpica (que sale del Templo de Hera en Grecia y llega a Fukushima en un periplo de 121 días), podría verse afectado como protección a los corredores, espectadores y efectivos operacionales.

En China, algunas compañías como las pañaleras, el fabricante de iPhones Foxconn, la automotriz BYD y la textil Ugly Duck han reorientado sus líneas de producción para fabricar mascarillas y material médico. Twitter, Google y otras empresas recurrieron al teletrabajo para sus empleados en varias sedes, para evitar contagios.  

En materia cultural, las cancelaciones que más llaman la atención son: el cierre temporal de muchos sitios históricos del norte de Italia; el Museo del Louvre, en París, que estuvo cerrado dos días de esta semana por decisión de sus empleados ante el riesgo del coronavirus; la medida del gobierno de Francia de anular los eventos que reúnan más de 5.000 personas en lugares cerrados, el cierre de cientos de escuelas de todo el mundo. Y se podría seguir enumerando.

Histeria colectiva

La noticia del coronavirus ha sido manejada de distinta forma por los medios de comunicación, desde los éticos difundiendo las cifras oficiales de la OMS y las correctas medidas de prevención de la epidemia, hasta los alarmistas o fuera de proporción. 

La gente también se ha alterado con los mensajes en las redes sociales, muchas veces poco veraces. Se han generado muchísimas fake news y compras nerviosas que han provocado desabastecimiento de alimentos y medicinas en varias ciudades importantes como Nueva York, incluso de productos sanitarios que de nada sirven para contrarrestar el virus. 

En pocas semanas en muchos países se han agotado mascarillas, geles desinfectantes, guantes, ropa de protección y lentes, por lo que las autoridades han prohibido la exportación de material médico para destinarlo al personal sanitario y a los enfermos.

La inseguridad y ansiedad tiene su impacto económico, con cifras de caídas históricas de las bolsas de valores y del sector turismo, entre otros.

¿Qué siente la gente? Una parte de la población mundial piensa que el fenómeno no los afectará y que el coronavirus es peligroso solo para los ancianos o personas de salud vulnerable. Otra parte, en cambio, sufre gran preocupación por la falta de vacuna, temor al contagio y hasta una suerte de histeria colectiva, un grupo que crece a medida que se propaga el virus por el mundo.

Psicólogos han explicado que normalmente el miedo cumple una función de defensa ante lo que es percibido como potencial amenaza, pero cuando la reacción es desproporcionada llega a ser incapacitante. 

La sobreinformación también puede provocar preocupación excesiva, obsesión temática y distorsiones. Esta última está dando lugar a reacciones insólitas, como el absurdo de las recomendaciones entre los usuarios de whatsapp de poner cebolla debajo de la cama para no contagiarse, o de personas que no beben la cerveza Corona por asociar el nombre de la bebida al virus (de hecho, las ventas de la marca bajaron US$ 285 millones en China por la caída de la demanda este año, según reportó AB InBev), o pacientes que no quieren ser atendidos por médicos asiáticos.  

En este contexto, la xenofobia y el racismo contra las personas de origen chino se han exacerbado.

Ante los cambios de comportamiento y estigmas y fobias, los expertos recomiendan evitar la infodemia (la epidemia de la mala información o de datos errados que terminan perjudicando), separar el escenario negativo de la epidemia del real, analizar la probabilidad de contagio y si se experimentan, o no, síntomas asociados al virus, siempre teniendo en cuenta los parámetros expuestos por las organizaciones de salud. 
Esas herramientas ayudan a gestionar el miedo y la incertidumbre que exponen a la gente y la vuelve más vulnerable.

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