Nicolás Tabárez

Nicolás Tabárez

Periodista de cultura y espectáculos

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Crónicas de campañas: una serie imperdible para este año electoral

La serie de TV Ciudad repasa las historias detrás de publicidades y jingles memorables
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17 de junio de 2019 a las 05:00

Estamos rodeados. Radio, televisión, redes sociales, prensa, columnas, muros, en la calle, en carteles. Uruguay estará monotemático durante este año –bitemático, por las próximas semanas de Copa América–. La campaña electoral es omnipresente, y los rostros gigantescos sonrientes y retocados digitalmente de los precandidatos asoman en cada instante del día a día. 

Y uno de los puntos de entrada más universales a cada carrera presidencial son las campañas publicitarias de cada candidato. Un spot memorable, ya sea por lo bueno o por lo malo, y sobre todo, los jingles, esa obsesión nacional de los uruguayos que en el resto del mundo parecen haber perdido relevancia, que aquí, a fuerza de tradición, siguen siendo pieza clave de las campañas, y le pueden instalar en la mente a un candidato aunque no quiera (y si no, pregúntele a Maneco Lovatto).

Esa historia de publicidades y jingles es el eje del ciclo Crónicas de campañas, que cada domingo a las 21 tiene un nuevo episodio en TV Ciudad. En la semana siguiente se publican en el canal de YouTube de la emisora. Cada uno de los ocho capítulos, de una duración cercana a los 60 minutos, cubre uno de los períodos electorales desde el regreso de la democracia en 1984 hasta el 2014, con un capítulo adicional destinado al referéndum de 1989 sobre la Ley de Caducidad. Ya se han emitido los cuatro primeros y luego de las internas llegará la otra mitad.

Detrás de la serie está Aldo Garay, responsable de algunos de los proyectos documentales más atractivos de los últimos tiempos, como la película Un tal Eduardo, sobre el cantante de Los Iracundos, Eduardo Franco; y de la serie Memoria tropical, sobre los referentes de la plena uruguaya. 

Las publicidades son las protagonistas de la serie, junto a los publicistas a cargo de las campañas. Son las únicas voces de la narrativa, y van guiando el relato explicando cómo llegaron a trabajar en cada elección, su vínculo con el candidato para el que trabajaban, y el proceso de construcción de la campaña, revelando algunos secretos de la creación.

La serie diseca las estrategias de cada candidato, que dependían también del contexto de las elecciones. Las de 1984 venían con la incertidumbre de la salida de la dictadura. El creativo Roberto Da Silva consideraba que “no se sabía si los militares se iban para volver”, lo que llevaba a una autocensura de los responsables. La intención general era la de reforzar que era una vuelta a la democracia y la construcción de algo nuevo para el país.

Cada una tuvo sus particularidades: la de 1994 tenía como tónica una alta cantidad de partidos y candidatos, con nombres nuevos en el panorama político, como Rafael Michelini y Alberto Volonté, y encuestas que ponían muy cerca a este último, a Tabaré Vázquez y al entonces expresidente Julio María Sanguinetti. 

A medida que avanzan los capítulos y pasan los años, las campañas se van haciendo más sofisticadas, con la utilización de recursos técnicos y narrativos cada vez más complejos. Desde Sanguinetti y Alberto Zumarán hablando a cámara – con un tono y una escenografía de escenario y pabellón nacional quizás emulando una cadena nacional para darle un toque presidencial al candidato– a los pequeños sketches de la serie “paradoja” protagonizados por Horacio Buscaglia en 1989, a los montajes coloridos de la década de 1990, hasta las producciones de hoy. Verlas con la perspectiva actual ilustra la evolución del medio, y ahí está uno de los grandes valores de Crónicas de campañas

Sanguinetti sigue hablando a una cámara fija en las elecciones internas actuales, pero no es el único elemento que se ha mantenido en el tiempo. Los jingles, por más que se han modernizado, siguen siendo claves. Como dice Da Silva, en la política siguen viviendo porque son efectivos cuando son buenos, “y te lo vas cantando del acto”.

Otro elemento que también ilustra la serie es el cambio que se generó en la confección de las campañas luego de la dictadura. Milton Fornaro explica en el primer episodio que antes los responsables eran militantes, pero con la llegada del régimen de facto, las agencias de publicidad se poblaron con antiguos periodistas de medios escritos censurados, que encontraron allí un terreno donde seguir trabajando sin presión y persecución. A partir de entonces, los militantes cedieron paso cada vez más a los creativos publicitarios, aunque los dos ambientes siguieron trabajando juntos. 

Fornaro lo resume así: “Yo vendo un detergente o una idea, o un político, con un inconveniente tremendo: que los detergentes no hablan, los políticos sí”. Su colega Alida Varalli, encargada de la campaña del Nuevo Espacio en 1994, complementa ese concepto: “El producto es una persona”. 

Si bien aclaran que las campañas no son más que un “desempatador” que apenas provoca un cambio leve en las cifras electorales, los creativos resaltan que el vínculo con los candidatos es clave. Esa relación es un camino de doble vía: a veces son los políticos los que traen ideas que resultan ser decisivas, como es el caso del slogan “el cambio en paz”, de Julio María Sanguinetti en 1984, en rechazo a la idea de promover un cambio brusco que tenían los creativos. Otras veces son los publicistas los que aportan el tono, la frase o el enfoque justo.

Referéndum, Jaime Roos, Playboy y Handel

El segundo episodio consagrado al referéndum de 1989 marca un quiebre con respecto al resto de la serie, porque la campaña tuvo otro tenor. “Era el baile que nadie quería bailar”, dice el creativo Álvaro Ahunchain en referencia a estar a cargo de la campaña del voto amarillo, que abogaba por mantener la vigencia de la Ley de Caducidad. “Pero la idea era la de defender ese cambio en paz, no a los militares”, explica en el documental. 

El documental resalta la diferencia de tono entre las dos campañas. La “amarilla” era de un tono sobrio, que resaltaba la intención de seguir el camino de la paz, la “madurez” y el olvido de lo que se consideraban eran conflictos del pasado que se buscaban reavivar. Un adagio de Handel sonaba encima de pintadas callejeras que reclamaban justicia para dar un tono de tristeza y negatividad a esa postura.

Por otro lado estaba la del voto verde, que comenzó con la figura de la niña desaparecida Mariana Zaffaroni como ícono, y que luego tuvo un viraje hacia un tono más festivo, con la utilización de la melodía de La bamba, bailarines, y figuras como el actor Ricardo Espalter, y artistas como Jaime Roos y Los Olimareños, una novedad que luego se retuvo en otras campañas. 

Dos de los responsables de la campaña, Selva Andreoli y Walter “Cacho” Bagnasco, que dejó su trabajo en la versión argentina de Playboy para sumarse al equipo, denuncian en la serie una censura de los medios para algunos spots de la campaña, como uno protagonizado por Sara Méndez, madre de uno de los niños desaparecidos por la dictadura, y otro en el que en una entrevista de archivo de 1984 el presidente Sanguinetti respondía ante la pregunta de si se le concedería amnistía a los militares con un rotundo “no”, y seguía: “Los militares no pidieron amnistía ni se la vamos a dar”. 

Un hijo de pueblo

La serie dedica un espacio breve, pero igualmente la incluye, a la campaña ficticia del candidato Pinchinatti, liderada por Ricardo Espalter, un fenómeno masivo en la carrera electoral de 1989, que inició como un sketch en el programa Decalegrón y terminó realizando actos masivos.

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