En un escenario polarizado, en el que las recientes elecciones dejaron heridas abiertas y resentimientos apenas disimulados (tanto hacia afuera como hacia adentro de los propios partidos), a las fuerzas políticas les cuesta mucho hacer autocrítica. Esto sucede porque existe la falsa concepción de que repasar los hechos y detectar errores o insuficiencias puede ser visto por los ciudadanos como una señal de debilidad.