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Cuarentena obligatoria o medidas más laxas: ¿qué es lo ideal para derrotar el coronavirus?

Los expertos creen en una combinación de factores para sus modelos contra la pandemia, pero hay consenso contra el confinamiento forzoso
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28 de marzo de 2020 a las 05:00

Mientras un tercio de la población mundial está encerrada en sus casas y el mundo se convierte en algo que apenas reconocemos, el gobierno de Suecia desató otra vez la polémica al negarse a implementar medidas drásticas por el coronavirus y tratar de seguir con la vida normal.

El país escandinavo no ha cerrado las escuelas, ni los restaurantes, ni los bares y solo recomienda quedarse en su casa a la población de riesgo. Antes lo habían hecho Corea del Sur y Japón, con buenos resultados; pero con casi todos los demás países europeos bajo estrictas medidas restrictivas y bloqueos, la decisión de Estocolmo es hoy duramente cuestionada.

Lo mismo sucede con otros países como Uruguay, que han adoptado estrategias más laxas que sus vecinos, y antes con el Reino Unido, aunque el lunes el gobierno de Boris Johnson cedió a las presiones y decretó la cuarentena generalizada.

Y es que son medidas muy tentadoras para cualquier gobernante, por lo ampliamente aceptadas. La gente pide, y no pocos directamente exigen, el confinamiento obligatorio. Sin mucha base técnica ni científica, la mayoría, o al menos la mayoría más ruidosa, parece creer que esa es la mejor manera de evitar la propagación.

Pero ¿qué tan acertada es es esa idea? Y sobre todo, ¿cuál es el modelo más adecuado, la cuarentena obligatoria, o la apertura con distancia social y precauciones individuales?

La respuesta probablemente sea una síntesis de ambas, que es lo que ahora mismo están probando algunos países en fase primaria, como el caso del propio Uruguay. Pero mejor dejemos que hablen los expertos:

Para el doctor Fernando Leanes, representante de la OMS en Chile, no es recomendable la cuarentena obligatoria ni el bloqueo total: “Definitivamente no lo recomendamos; por dos razones: primero, porque su efecto es limitado y, segundo, porque no se pueden sostener en el tiempo”.

Lucía Alonso, epidemióloga de la Facultad de Medicina de la UDELAR y una de las expertas más reconocidas del país, coincide. Evitando dar “un sí o un no” tajante sobre el tema del confinamiento generalizado, en una larga y muy instructiva entrevista con Emisora del Sol, Alonso explicó que “los países que lo han adoptado, han evaluado luego que necesitaban mantenerlo por largos períodos de tiempo”.

Y cuestionó también lo que llamó la “sostenibilidad” de esas medidas, “más allá de su factibilidad, es decir, de que los ciudadanos decidan cumplirlas y, sobre todo, que puedan hacerlo”.

El tema se repite entre los especialistas. Es el mismo argumento que esgrime el epidemiólogo que dirige la Agencia de Salud Pública sueca, Anders Tengell, cada vez que se lo cuestiona por su rechazo a las medidas drásticas que han adoptado otros países europeos: “No son sostenibles en el tiempo”, es su respuesta invariablemente lacónica.     

Pero los modelos no son extrapolables. Cada país es diferente, como explicó Alonso, y debe adoptar su propio modelo de acuerdo a su capacidad, sea en la etapa de contención o de mitigación del virus. “No es lo mismo Uruguay que Corea del Sur, que tiene una capacidad diagnóstica de 15 mil tests diarios”.

Sin perjuicio de ello, parece haber consenso entre los científicos en que la clave está en aumentar a tope la capacidad diagnóstica del país.

El otro punto en que los médicos y expertos parecen coincidir, aunque solo lo dicen en privado, off-the-record, es en los beneficios de la primera estrategia adoptada por el Reino Unido, que consistía en dejar correr el virus libremente entre la población sana para que esta adquiriese lo que en epidemiología se llama “inmunidad de majada”.

Solo que nadie quiere decirlo abiertamente por lo cruel que suena. De hecho el propio Tengell en Suecia le dijo a uno de los grandes diarios de Estocolmo que esa era su estrategia, y a los pocos días se desdijo en entrevista con el rotativo de la competencia.

El caso es que no terminan de explicar bien el tema de la inmunidad de majada, tal vez porque ya de entrada suena demasiado fuerte. En ese sentido, al propio gobierno de Johnson le falló lastimosamente la comunicación.

La realidad es que no solo consiste en dejar circular el virus, sino también, y así estaba planteado en la estrategia diseñada por los científicos británicos, en proteger a los grupos de riesgo; es decir, a los ancianos, los inmunodeprimidos y la gente con patologías crónicas. Aislarlos por completo, separarlos del resto de la sociedad.

Por lo demás, si para países desarrollados el confinamiento de la población es insostenible en el tiempo, mucho más lo será para sociedades como las latinoamericanas.

Aquí no solo está el problema de los autónomos y los pequeños comerciantes; hay también un alto número de personas que viven de la economía informal, jornaleros, ambulantes, etcétera. ¿Quién le paga a esa gente cuando no puede hacer la changa o la venta del día? No podemos salvarnos del coronavirus para morirnos de hambre; no tiene sentido.

Luego está el tema no menor de las libertades individuales. Esto no es la China comunista. Pretender que sociedades abiertas se comporten como si vivieran bajo un régimen totalitario es un absurdo. Habría que convertirse en uno de esos regímenes.

Por algo el Dr. Rieux, el héroe de la novela La Peste de Albert Camus, advierte en sus reflexiones que la restricción a las libertades en pos del bien común, puede conducir al gobierno como en un espejismo hacia un régimen autoritario. De hecho, toda la novela es un canto a la libertad y a la solidaridad por sobre el fantasma del autoritarismo.

En la actual crisis del coronavirus, como señalan los expertos, cada país adoptará el modelo que estime más adecuado y lo irá adaptando a sus capacidades y necesidades. Todo ello en una simbiosis permanente entre ciencia y política, porque eso es lo que ha sido el combate a las pandemias desde tiempo inmemorial: un equilibrio entre factores técnicos y políticos.

Afortunadamente, vivimos en tiempos en que se prioriza la ciencia, aunque, como va dicho, hemos visto en esta misma crisis estrategias basadas en decisiones científicas sucumbir a las urgencias políticas que manda la ansiedad de la población.

Por eso más allá del desasosiego general, y hasta de la neurosis que puede producir el encierro, debemos saber que estamos en manos de científicos, profesionales de la salud y líderes políticos que buscan lo mejor para todos. Confiemos en sus decisiones.

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