Por Rocío Paños Babin - The Conversation
El día a día de la mayoría de las familias es muy acelerado: entre trabajo, colegio, actividades extracurriculares, duchas y cenas son pocos los minutos que quedan para que los padres puedan disfrutar de tiempo de calidad con sus hijas e hijos.
Pero ¿a qué nos referimos cuando hablamos de tiempo de calidad? A cualquier tiempo dedicado a realizar actividades que sean significativas, que nos aporten algo. Ya puede ser compartir un momento de juego, leer, cocinar, escuchar música o contemplar un paisaje. Es algo totalmente subjetivo y personal que cada individuo debe elegir en base a sus intereses y necesidades.
Otra pregunta que nos puede surgir es la siguiente: ¿es necesario que el tiempo que compartimos sea de calidad o basta con compartir tiempo? Parece que no hay un consenso al respecto. Hay quien defiende que es necesario pasar tiempo en compañía, sea este de calidad o no, mientras que otros abogan por que el tiempo invertido con hijas e hijos, aunque sea breve, sea de máxima calidad.
Donde sí parece haber consenso con estudios que lo avalan es en la importancia de educar a los menores en base a un estilo parental democrático. Y esta forma de educar implica tiempo, ya que consiste en mantener una relación cálida y afectiva con hijas e hijos, comunicando de manera clara y consistente qué se espera de ellos, supervisando sus conductas, estableciendo normas y límites adecuados a la edad y garantizando su autonomía.
El estilo parental se ha erigido como un buen predictor del desarrollo o no de problemas psicológicos en menores, tales como ansiedad, depresión, síntomas somáticos y aislamiento social.
También se ha comprobado que el control y el afecto parental, ambos presentes en el estilo educativo democrático, pueden ser un factor de protección que conduce a estilos de vida positivos y saludables.
Además, en un estudio realizado por el Centro Reina Sofía sobre Adolescencia y Juventud de FAD en plena pandemia, se observa un tinte de esperanza como dato a futuro. Un 74,1 % de jóvenes y adolescentes de 15 a 29 años define la convivencia en familia como buena o muy buena.
Considerando esta información, parece conveniente dedicar tiempo a la crianza y educación de los más jóvenes. Pero, volviendo a la vida actual, tenemos que ser realistas y tomar conciencia de que muchas familias no pueden disponer de este tiempo por diferentes circunstancias. ¿Qué podemos hacer en estos casos para exprimir al máximo el que tenemos disponible? Veamos algunas ideas:
Si tenemos la suerte de poder elegir, elijamos tiempo en familia: cantidad y calidad. Pero si las circunstancias no nos lo permiten, recordemos que lo más importante es hacer saber a nuestras hijas e hijos que les queremos de manera incondicional, independientemente de su conducta, y que pueden contar con nosotros cuando lo necesiten.
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