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Cuatro integrantes del Primer Comando de la Capital fueron detenidos por el crimen del fiscal Pecci
Menos de un mes después de cometido el asesinato del fiscal antidrogas y delitos complejos de Paraguay, Marcelo Pecci, las autoridades colombianas y paraguayas, con apoyo de Interpol y de la DEA, no solo dieron con los presuntos sicarios sino que también tienen pistas contundentes para acreditar que el crimen es obra del Primer Comando de la Capital (PCC), la organización criminal surgida en San Pablo y en la actualidad ramificada en toda América del Sur.
El homicidio ocurrió el 10 de mayo pasado en una playa de la isla de Barú, a 45 minutos de Cartagena, mientras Pecci disfrutaba de su luna de miel con la periodista Claudia Aguilera.
“A mí me miraron”, recordó Aguilera, todavía en shock, cuando testificó ante los investigadores. Pese al impacto, al miedo y el desconcierto, su oficio le permitió describir la cara de quien apretó el gatillo e impactó tres veces en el cuerpo de su marido.
La fiscalía acusó de los disparos mortales al ciudadano venezolano Wendre Still Scott Carrillo, cuyo rostro no solo coincide con la descripción de Aguilera sin que, en tres semanas, los investigadores lograron reunir más de 200 pruebas, 2.500 horas de video y 67 intercepciones telefónicas.
Los sospechosos fueron capturados en Medellín, en El Envigado, un emblemático lugar donde se construyó una prisión a medida de Pablo Escobar Gaviria, para evitar ser extraditado a Estados Unidos y poder manejar el cartel de Medellín desde esa cárcel de lujo.
La Fiscalía dijo que cuatro de los detenidos aceptaron los cargos. Son Scott Carrillo, autor de los disparos, Eiverson Arrieta, supuesto responsable del transporte, y Marisol Londoño y su hijo Christian Monsalve, quienes “chequeaban” los movimientos de Pecci.
En cuanto a Francisco Luis Correa Galeano, el quinto detenido, no aceptó los cargos y se lo acusa de ser quien “armó” el operativo e hizo las actividades para que los sicarios llegaran a Cartagena. Correa es un exmilitar colombiano que purgó prisión por un crimen sexual y fue separado del Ejército.
De acuerdo a altas fuentes del gobierno de Paraguay que conversaron con El Observador, todas las pistas apuntan al PCC, “que falló un atentado contra Pecci en Asunción” y también a otra pista vinculada a lavado de dinero por parte de Kassem Mohamad Hijazi, ciudadano brasileño de origen libanés, cuya detención fue lograda por las investigaciones del fiscal Pecci. Hijazi fue extraditado en 2021 desde Paraguay a Estados Unidos, supuestamente lavador de activos de Hezbollah.
“Creemos que hay vinculaciones entre grupos radicales islámicos y el PCC”, dijeron las fuentes consultadas por El Observador y agregaron que Hijazi operaba en la zona de la triple frontera entre Paraguay, Brasil y Argentina.
El temible PCC
El Primer Comando de la Capital surgió hace tres décadas en una prisión del Estado de San Pablo. Fue tras la masacre carcelaria de Carandiru, donde 111 presos fueron asesinados. Las autoridades adujeron que fue por un motín. Las causas también hablan de acallar los vínculos entre narcos presos y autoridades de fuerzas de seguridad.
Puntualmente, tras esa tragedia, el origen del PCC se puede ubicar en el Centro de Rehabilitación Penitenciaria de Tabuate (a 134 kilómetros de San Pablo), adonde eran trasladados los prisioneros más "duros" de los diversos centros penitenciarios de San Pablo. Entre ellos estaba Marcos Williams Herbas Camacho, conocido como “Marcola”, quien purga 200 años de prisión. Sin embargo, Marcola sigue manejando los hilos desde las distintas cárceles a las que es trasladado.
El PCC opera de un modo distinto a los carteles mexicanos y colombianos. Tiene una suerte de organización centralizada y rituales de hermandad que le permite añadir la religiosidad –tanto de católicos como de evangelistas- tanto de detenidos como de habitantes de las favelas.
Las fábulas sobre el PCC hablan de miles de adherentes, pero mantienen en silencio las conexiones entre políticos, jefes penitenciarios y de fuerzas de seguridad con sus jefes. Lo cierto es que en 30 años no solo se extendió desde San Pablo a otras ciudades y poblaciones limítrofes de Brasil sino que se extendió a otros países. Paraguay es uno de ellos. Y es estratégico, porque permite la salida de droga por el Atlántico hacia destinos donde el precio de la cocaína es mucho más alto que en la región sudamericana.
Esta característica de ser una organización que opera desde distintas cárceles la comparte con el Comando Vermelho, una versión similar surgida en Río de Janeiro, con la cual tiene una competencia que, a veces, es feroz.
El homicidio de Pecci pone de relieve las vinculaciones de los sicarios en América del Sur, donde las plantaciones de coca, de amapola y la radicación de laboratorios para drogas de diseño, y también que las fuerzas de seguridad y Armadas tienen los mismos problemas que en México, donde la permeabilidad y la corrupción de funcionarios militares y civiles son parte del entramado criminal, sea para financiar campañas, sea para enriquecimiento de grupos o personas.
A su vez, el asesinato de Pecci hace pensar qué papel juegan los organismos encargados de combatir el crimen organizado en los países del hemisferio Norte, donde están los consumidores de mayor poder adquisitivo.
