Una joven saudí pierde su fe islámica. Siente que vivir sometida a la obediencia de un hombre, simulando una creencia que no tiene, casada por conveniencia, toda su vida envuelta en un manto negro agobiante, mirando el bello planeta por una mera rendija será sencillamente insoportable. Preferible arriesgarlo todo a vivir décadas oprimida. Como en 1984 de Orwell planea escapar del Gran Hermano. Un viaje familiar a Kuwait le dio la chance de ser libre con sus 18 años y toda una vida de emprendimientos por delante. En Arabia Saudí ninguna mujer puede subir a un avión sin un permiso firmado por un hombre. En Kuwait está su chance. Tal vez con un final distinto a la distopía orwelliana.
La red de exmusulmanes y de feministas saudíes esperan para ayudarle. Lograr subir al avión de Kuwait a Tailandia La familia va tras ella. Llega a Bangkok intenta seguir a Australia.
Pero no es tan fácil. Es arrestada, su pasaporte retenido, llega el momento más difícil. Si es deportada morirá o se pudrirá en una cárcel como tantos otros o será lapidada. Pero tiene su carta. Desplegar las redes a través de su Twitter con 26 seguidores. Se encierra en una habitación del aeropuerto y empieza a twittear pidiendo socorro. La red se dispara. Salven a Rahaf es hashtag y sus seguidores se multiplican como virus. El lunes su situación se difunde. El tema que entra en la agenda de BBC, CNN y los medios del mundo entero.
En Tailandia las cosas no van bien, su pasaporte sigue retenido y la diplomacia saudí con sus petrodólares busca que la apóstata sea devuelta. “Más hubiese valido que le quitaran el celular en lugar del pasaporte” increpa la diplomacia saudí a los tailandeses.
Pero las redes de la libertad funcionan. Ya tiene más de 100 mil segudores en Twitter reclamando que su vida sea salvada. La comisión de refugiados de Naciones Unidas se entera y anuncia que va a analizar el caso. Momento crítico. Naciones Unidas interviene, Australia se manifiesta dispuesta a analizar el caso. La embajadora canadiense en Tailandia trabaja incansablemente y logra que la valiente Rahaf sea llevada a un lugar seguro.
Mientras, en Uruguay, una candidata en campaña asegura que está convencida de que “Dios tiene un propósito con esta nación y con nosotros acá”. Cuando menciona a Dios eleva su dedo índice al cielo en un gesto que hemos visto reiteradas veces en los jihadistas mientras otros alrededor suben su mano a la manera de la Alemania de los años 30.
Al día siguiente, ya fuera del aeropuerto Rahaf escribe en su Twitter que está “feliz en su primer día en la vida libre”.
Llega el viernes, y mientras Rahaf espera por su destino, una uruguaya lo está pasando muy mal. Trabaja en una peluquería donde ha concurrido su exnovio que le apunta un revolver a la cabeza y le asegura que los dos morirán, porque ella oh… lo dejó por otro. Un crimen de honor a punto de perpetrarse.
Afirma la periodista egipcia Mona Elthaway, que este acto de rebeldía de Rahaf y de las discretas mujeres saudíes que la ayudaron desatará una revolución. Ella es egipcia y durante la primavera árabe, mientras trabajaba como periodista, fue agredida por una patota de hombres, violada y su brazo fracturado. Escribe desde EEUU, donde se radicó tras la agresión que marcó el comienzo del fin del encanto con la primavera árabe.
La de esta mujer será una hazaña de la libertad con la que se enorgullecerían Diógenes y Locke, Bertand Russell y Karl Popper. Una joven de 18 años cruzando todos los cercos de una de las sociedades más autoritarias del mundo. La equidad entre el hombre y la mujer es una obviedad pero en la que todavía queda un largo camino por recorrer en Arabia Saudí, Irán y en tantos otros países. ¿Y por aquí como estamos?
Casi al mismo tiempo que el caso en Bangkok parece tomar un vuelco favorable, en Pocitos una uruguaya lo está pasando muy mal con un revolver en su cabeza y su ex novio diciendo que la va a matar. Estamos a punto de ver un crimen de honor por parte de un hombre enloquecido. Con la amenaza de que mueran todas las personas que están en la peluquería en la que trabaja la muchacha. Como para recordarnos que en todas partes se cuecen habas. Podría ser una tendencia paradojal que mientras el empieza a mostrar fisuras en el mundo islámico donde más y más mujeres están diciendo basta al velo y a las mil formas de opresión a la que están sometidas, echara raíces en un país históricamente laico.
Al cierre de esta columna Rahaf al Qunun ha debido cerrar su cuenta de twitter por las amenazas de muerte recibidas de los aspirantes a carceleros. Pero viaja este viernes por la tarde en un avión rumbo a Canadá cuyo presidente ha aprobado explícitamente la solicitud de asilo. Y los libres del mundo responden: al gran pueblo canadiense: ¡salud!
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