Cordon Bleu le invita a cocinar fue el primer programa de cocina en la TV uruguaya
Nicolás Tabárez

Nicolás Tabárez

Periodista de cultura y espectáculos

Espectáculos y Cultura > GASTRONOMÍA EN PANTALLA

De Cordon Bleu a Fuego Sagrado y MasterChef: la historia de la cocina en la televisión uruguaya

De un lugar periférico al prime time, la cocina tiene un espacio inédito en la pantalla local, que refleja un cambio cultural y una evolución en el vínculo de la sociedad con la gastronomía
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21 de agosto de 2021 a las 05:01

Durante los últimos cuatro años, la cocina pasó de ser una temática periférica a dominar el prime time de la televisión uruguaya. El inminente estreno de Bake Off Uruguay en Canal 4 señalará que este año, los tres canales abiertos privados tendrán en horario central un certamen gastronómico como uno de sus principales programas, con Fuego Sagrado —que termina este jueves—en Teledoce y la segunda edición de MasterChef Celebrity en Canal 10, el programa que marcó esta nueva era para la gastronomía televisiva.

Ya sea la pastelería, la parrilla o el enfoque general de este último, estos concursos se suman a otros programas (desde los ciclos de Hugo Soca en Canal 4, hasta los que conduce Pablo Silvera en TV Ciudad, o los espacios de cocina en programas matutinos y vespertinos) y pintan el panorama de la cocina en la televisión uruguaya, que ha cambiado bastante con respecto a lo que se veía hasta no hace tantos años.

Ese posicionamiento responde a tendencias internacionales, a un conocimiento previo de estos formatos —estos programas que hoy dominan los ratings eran ya vistos por el público local en sus versiones extranjeras, ya fuera a través del cable, el streaming o la propia televisión abierta— y a un cambio cultural con respecto a la cocina, en parte influenciado por la televisión, pero también por el desarrollo de la gastronomía fuera de la pantalla.

De todas maneras, la popularidad televisiva de la cocina no es nueva. En Uruguay, ya desde la década de 1960 hubo figuras culinarias que se hicieron célebres gracias a su trabajo mediático. La primera fue Elena Hughes de Moor-Davies, con su programa Cordon Bleu invita a cocinar. Hughes se hizo conocida por sus recetas publicadas en el diario El País; de ahí pasó a Canal 12, primero con un espacio dentro de otro programa que pronto se convirtió en su propio ciclo, donde estaba acompañada por su hija Cecilia, que actuaba como ayudante y probaba la comida. Luego migró a Canal 10 y sus últimos 13 años de televisión los pasó en Canal 5.

El antropólogo especializado en alimentación, Gustavo Laborde, explica que Cordon Bleu marcó la primera vez que “se transmitió el saber gastronómico en televisión, con un despliegue de la gestualidad que un recetario impreso no transmitía, y que son importantes en ese proceso de transmisión”. Una cosa es leer que hay que hacer un hojaldre, otra es ver cómo alguien lo hace.

Ese formato divulgativo fue el predominante en la pantalla uruguaya durante buena parte de su historia, a través de figuras como Gori Salaverry o la propia Hughes. Eran programas conducidos por mujeres que apuntaban sobre todo a otras mujeres, en particular a las amas de casa, tanto por los horarios de emisión como por el perfil de sus conductoras.

MasterChef

Sergio Puglia, ahora parte del jurado de MasterChef, fue quien rompió esa primera tradición, al convertirse en 1982 en el primer hombre que cocinaba en televisión. Lo hizo en El club de la buena vida, su primer programa propio (ya había trabajado antes en otros ciclos y en radio).

Puglia dice a El Observador que, si bien recibió algunas críticas negativas en ese primer momento, “el programa marcó un momento bisagra para la cocina en televisión en Uruguay".

"Antes, ya sea con programas como el de Cordon Bleu o el de Gori Salaverry, era una cosa. Lo mismo cuando ellas se retiraron, con los espacios de cocina en los magazines matutinos, donde eran un ingrediente más en la ensalada de esos programas, y donde había mucho manejo de la repostería. El club de la buena vida se enfocó en la cocina como hecho cultural y con un enfoque antropológico, una mirada integral que contemplaba todas sus facetas, con las que busqué jerarquizar a la profesión y que los chefs uruguayos tuvieran pantalla”, cuenta.

Rockstars

Entre las décadas de 1990 y los 2000, la cocina empezó a cambiar su lugar en la televisión y en la sociedad. Según Laborde “empezó a aparecer una nueva producción televisiva más enfocada en el hedonismo y en el disfrute de la cocina, en la exhibición de estilos de vida. Un enfoque distinto, con chefs cocinando con productos caros en lugares exóticos. El ejemplo es el canal El Gourmet, que marca un contraste con lo que venía de antes, como Utilísima”.

Las figuras que estaban innovando en la gastronomía, en particular en la alta cocina, empezaron a conquistar espacios en los medios. Para la periodista Alva Sueiras, responsable del blog Delicatessen,  los cocineros “se convirtieron en rockstars, empezaron a tener reconocimiento, y la cocina se convirtió en una profesión atractiva para los demás”.

Los gastrónomos célebres existen desde hace siglos. Laborde señala ejemplos como los cocineros de las cortes reales medievales o del papa, que eran figuras que también escribían sus recetarios y hasta tenían sus propios escudos de armas. Ocupaban lugares relevantes, aunque no eran demasiado populares por fuera del ámbito de las clases altas. Durante siglos hubo figuras, pero no ocupaban lugares importantes en la sociedad general. Ahora hay chefs que son celebridades, que se convirtieron también en productos de consumo.

Este consumo, sin embargo, es indicado también por Laborde como una de las causas de la popularidad de la cocina pop hoy.

“Es una respuesta a la industrialización, al mercado que ofrece todo solucionado. La cultura encontró, como forma de contrarrestar al mercado, estos programas, esta reivindicación de la comida hecha en casa, que también es más sana porque no es procesada ni comprada”.

La jerarquización de la profesión —“dejó de ser eso a lo que te dedicabas si no encontrabas trabajo, que te metías a lavar platos y terminabas de ayudante de cocina”, dice Puglia— vino acompañada de una mayor profesionalización con la aparición de escuelas de cocina en el país, y la aparición de cada vez más figuras y propuestas culinarias en los medios.

“Personas como Cata de Palleja, Ximena Torres, Alejandro Bornio, que son jóvenes con otra preparación, van apareciendo en televisión, lo que sumado a lo que se veía en el cable convierte a la cocina en un polo de atracción. Empieza a entenderse también como una carta de presentación del país, y eso es un movimiento que llega hasta hoy, con una influencia que se remata con los realities. La cocina se hizo lo suficientemente atractiva como para que los canales privados inviertan en estos formatos”, afirma el jurado de MasterChef.

La era del reality

MasterChef se emitió por primera vez en la BBC británica en 1990, y estuvo al aire hasta 2001. En 2005 fue reformulado y reestrenado, y esa fue la versión que se convirtió en un fenómeno, y generó decenas de versiones a lo largo y ancho del planeta, convirtiéndose en uno de los casos paradigmáticos del éxito de la cocina en la televisión mundial.

Según Sueiras, en estos programas “el casting es tan importante como lo que se cocina, porque ahí se definen distintas figuras y perfiles para lograr que los distintos públicos se identifiquen”.

Así, a los programas demostrativos, donde lo importante es sumar preparaciones al recetario, y a lo divulgativo, programas que no solo muestran la preparación sino que también importa mostrar a los productores que habitualmente quedan en las sombras, y también los viajes para conocerlos—Sueiras plantea como ejemplo el ciclo De la tierra al plato, conducido por Hugo Soca—, se suman los realities, en los que importa la cocina, pero también la empatía del público con los concursantes y personajes.

"En las versiones con famosos, como la que hay ahora en Uruguay, se trata de mostrar a las celebridades como humanos, fuera de su ámbito profesional. Pero en definitiva, ponen sobre la mesa lo culinario, consolidan la cultura gastronómica de los países”, explica.

Una frase que se repite al hablar de la edición uruguaya de MasterChef es que recuperó a cierto público que se había alejado de la televisión abierta a favor del cable o las plataformas de streaming. Puglia la defiende desde su experiencia, y asegura que ha recibido, por ejemplo, muchos comentarios de niños que miran el programa y se han interesado por la gastronomía.

Si antes los programas de gastronomía apuntaban a las amas de casa o a las personas mayores, la presencia en el prime time amplió los horizontes de audiencia, algo que según Sueiras responde al rol cultural de la cocina en la sociedad. “Antes a un joven quizás le daba vergüenza decir que cocinaba, por los roles de género establecidos o demás. Hoy se habla de cocina, se intercambia, se comparten recetas y se muestra en redes lo que se hizo. La pandemia y los libros de cocina favorecen eso, pero la tele llevó la gastronomía a todos los sectores, desde un señor de 60 años a una niña de 7. Se convirtió en algo para toda la familia. En España el MasterChef más exitoso es el de niños, que es un fenómeno en si mismo, y hay otro de abuelos. Hay para todos los segmentos y para todas las generaciones. Eso genera el hábito de la cocina y de ahí surge la cultura gastronómica”.

Laborde, de todos modos, no lo ve tan claro. “No sé si tiene tanta permanencia, o qué tan generalizado es su impacto, aunque estimulan a cocinar. De todas formas, según encuestas que se han publicado, la cocina sigue estando mayoritariamente en manos de las mujeres. Los hombres se suman a la cocina en ocasiones especiales, como cuando reciben visitas, por ejemplo. Lo hacen para pavonearse, como el asado”, considera el antropólogo.

Tampoco considera que tengan un rol educativo. “La cocina es una excusa, no se aprende tanto a cocinar porque el objetivo es más bien el de crear héroes y personajes. Podrían ser programas de canto o baile, pero se aprovecha la popularidad que tiene la cocina”, dice Laborde. “No tienen un impacto directo, porque lo importante es la competencia, es más bien una exhibición. El placer está en ver como preparar el plato, no en hacerlo vos. Es una sustitución del simulacro por la realidad, como la pornografía”.

Puglia, por contraste, opina que estos programas “encienden la llama”. Muestran ideas, combinaciones, influencias de gastronomías extranjeras y nuevos sabores para un público que aprende a la par de los concursantes, salvo en excepciones como las de certámenes de profesionales. “Son guías. Aparte de la empatía o el rechazo que se genera con los participantes, las devoluciones también enseñan cómo comer y mejorar. Ayudan a romper la monotonía, a animarse y probar. Tanto para el público como para los participantes, que nos ha tocado ver en MasterChef a gente que se enfrenta por primera vez a un calamar o a un alcaucil. La cuestión docente es otro atractivo grande de estos programas, que muestran la cocina desde diferentes ópticas. Son demócratas, en ese sentido”.  

Para el chef, estos programas también valorizan el papel del cocinero. “Lo que capta el reality es que la cocina es una profesión válida, y que es tan competitiva como cualquier otra”.

Pero a eso Sueiras le pone un reparo, ya que considera que el concurso “no te convierte en cocinero”, y que la televisión no es para todo el mundo, por lo que el ganador de un certamen no necesariamente es “el mejor”, sino el mejor de esa entrega de la competencia. “Generan confusión en el rol del cocinero y del chef. Estaría bueno que esos programas, que tienen sobre todo a través de sus jueces mucho de didáctico, muestren que es importante pasar por una escuela gastronómica y trabajar en varias áreas en un restaurant para ser cocinero, y que uno recién es chef cuando puede liderar una cocina. Generan ilusiones y una idea romántica de una profesión cuyo día a día no se muestra”. De todas maneras, reconoce que todos los programas “enseñan”.

Más allá de estas discusiones, la cocina tiene en este 2021 un espacio inédito en la televisión, un lugar central, en prime time, que hace algunos años era impensado. De un contenido residual pasó a un lugar de privilegio. Y por lo pronto, parece que no se va a ningún lado.

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