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De escribir cuentos en la cárcel a una novela publicada: la faceta literaria de Eduardo Bonomi

El senador y exministro publicó Código 79, una novela que retrata al mundo criminal montevideano, y repasó su recorrido como escritor y su vínculo con la literatura
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19 de diciembre de 2020 a las 05:01

La remera celeste fue y vino 38 veces. A la hora de las duchas, después del recreo, se la intercambiaban, aprovechando que eran del mismo color. Las colgaban en el perchero del otro y nadie se daba cuenta. La única diferencia entre las dos prendas es que una tenía un bolsillo en el pecho. Adentro, en cada viaje, llevaba hilvanada una hoja de papel cebolla, doblada a más no poder y llena de una caligrafía apretada. A la ida llevaba un cuento, y a la vuelta una crítica, escrita como si fueran tres amigos comentando el texto recibido.

Ese fue el sistema que el actual senador y exministro del Interior, Eduardo Bonomi, y el escritor Marcelo Estefanell tenían en la cárcel, donde ambos estaban presos como integrantes del MLN, para pasarse los textos que ambos escribían. “En esa época podíamos intercambiar las remeras porque nos quedaban bien, ahora sus remeras me quedan chicas”, ironiza Bonomi. Se habían conocido en la Facultad de Veterinaria, y en prisión ambos encontraron en la lectura y la escritura una forma de sobrellevar el encierro, la soledad, y en el caso de Bonomi, a un compañero de celda que “no estaba bien”.

En prisión entre 1972 y 1985, Bonomi escribió a partir de 1976, cuando su situación se hizo más complicada. Además de los cuentos, inspirados por los relatos de Juan José Morosoli, y por su ensayo La soledad y la creación literaria, redactó una novela “malísima”. Para el político, el problema era que “escribía con un componente de autocensura muy fuerte, para que no consideraran que era subversivo o ideológico lo que escribía". "Entonces no era totalmente natural, me contenía demasiado. incluso a la vista de lo que fue me contenía hasta en exceso, podía haber tenido más libertad para escribir”, admite.

En 2017 empezó a escribir otra, que se publicó en noviembre de este año. Código 79 (un título que hace referencia al número con el que en la quiniela se identifica a “el ladrón”, y que los delincuentes uruguayos han usado como signo identificatorio) fue escrita en aviones y aeropuertos, y retrata, a través de un puñado de personajes, la vida a ambos lados de la ley en la zona oeste de Montevideo entre mediados de la década de 1990 y 2004.

Narcotráfico, corrupción, la influencia de las bandas criminales en ambientes que van desde el fútbol hasta el ámbito empresarial, el trabajo policial, la vida de trabajadores que se ven afectados por la creciente presencia de pandillas que alteran los códigos del barrio y transforman las costumbres, jóvenes sin futuro, violencia doméstica y de género, las redes criminales internacionales y un quiebre social que hasta ahora sigue vigente son algunos de los temas que Bonomi atraviesa en su novela, que comienza de forma abrupta, arrojando situaciones y personajes al lector, pero que con el correr de sus páginas comienza a cerrar por todas partes, para concluir una novela eficaz y que toca algunos temas poco comunes para la literatura uruguaya.

De acá a la China

Eduardo Bonomi no puede dormir en los aviones. A lo sumo, una hora o dos, si está muy cansado. Gran problema al momento de viajar a China, un trayecto que puede llegar a durar 35 horas. Solo de ida. Su respuesta a esos largos períodos de tedio es la escritura, sobre todo al comienzo de los vuelos, cuando está más fresco. Esquemas, ayudamemorias relacionados con los temas de los que tenía previsto hablar en esos viajes oficiales.

Pero a medida que pasaban las horas, y ya más cansado, menos racional, empezó a pensar en un tema que lo preocupaba.

“Pensaba en la situación de la delincuencia y cómo en general la gente, sobre todo a partir de información televisiva, que es la que más pega, y radial también, tiene una visión del delincuente que cree que va a influir sobre él, teniendo una relación de continua demonización y de convertirlo en un monstruo. En esos términos piensa una persona que estudia, que trabaja, que tiene una vida normal y vive de su trabajo, que le tiene miedo a muchas cosas, como a ir a la cárcel. Y piensa que el delincuente también. Pero el delincuente no le tiene ese miedo ni el respeto que tiene una persona honesta. Cuando aparecían en televisión filmaciones de robos a un almacén o una farmacia, que aparecían con la cara tapada, probablemente en su entorno estuvieran diciendo 'ese soy yo', ganando mérito en su entorno, cuando el que lo muestra piensa que así lo atemorizaba. Los jóvenes, los menores que caen en el Inisa (no son todos, son el grupo que está ya en una carrera delictiva) no quieren ir ahí, pero no porque no quieran ir a la cárcel, sino porque es una de menores, quieren ir a 'la grande'", explica el exministro. "’¿Cuándo me llevan a la grande?’ te preguntan. Y la grande es el Comcar o Libertad, porque es otra cocarda que le ponen al que está en esa carrera”.

¿Cómo plantear ese tema? ¿En un ensayo? Bonomi se dio cuenta de que así iba a ser muy difícil de explicar. Además, en su consideración, un ensayo tenía que escribirlo alguien más adecuado, como un sociólogo. Entonces escribió un relato. Y después otro. Y otro más, y otro, y otro. Se dio cuenta entonces que tenía una novela. Acomodó los relatos para hacerlos parte de una narración continua, y así, en las 132 horas que le insumieron dos viajes oficiales a China, más las que le insumió otro a Rusia, el ministro escribió la base del que sería su debut editorial.

Bonomi aclara que todo lo que se cuenta en el libro es ficción, pero el funcionamiento de las instituciones, empresas y organizaciones que aparecen en Código 79 es tomado de su propia carrera. Las plantas pesqueras que son parte integral del escenario de la historia son como aquellas en las que el escritor trabajó durante 14 años, y los métodos, acciones y manejos de las pandillas son “tal cual” a lo que descubrió y aprendió como ministro, desde el trato con los que no acatan las órdenes hasta el desalojo forzoso de vecinos para ocupar casas con miembros de la banda.

El deterioro de la industria y los vaivenes económicos del país son dos de los elementos que están en el fondo de la historia contada en Código 79, que según Bonomi refleja una época. “Me acuerdo de una época en la que hasta los padres incentivaban a sus hijos a dejar el estudio, y los mandaban a trabajar, algo que dejaba a los botijas en una contradicción total, porque abandonaban el estudio y no había ocho horas, entonces quedaban en la nada. No todos se deterioran, pero algunos sí, y eso traté de reflejarlo”.

Más allá de que uno de los personajes insiste continuamente con que el eventual triunfo electoral del Frente Amplio cambiará las cosas, el senador aclara que las referencias políticas son para marcar el paso del tiempo o para reflejar posturas que personas como los protagonistas podían tener en ese momento. De hecho, la esposa del personaje le comenta todo el tiempo que un cambio de partido de gobierno no significará una transformación radical. “La historia refleja esa situación pero no es una novela ni ideológica ni política. Es delincuencia y trabajo, en la zona oeste de Montevideo que es una zona complicada porque es una zona de trabajo que a partir de determinado momento, tuvo la aparición de otro tipo de códigos”, considera Bonomi.

El otro libro de Bonomi

Un compañero de la cárcel le pidió a Bonomi sus cuentos, con la intención de armar un proyecto colectivo. “Elegí seis o siete” le dijo el autor. Se quedó con los 19. “Incluso algunos que eran horribles”, acota. Imitando la letra imprenta los copió a mano. Otros tres reclusos los ilustraron. Lo encuadernaron, algo que Bonomi no sabe si fue de forma clandestina, y se lo regalaron.

De la celda 26 izquierda, donde estaba, el libro fue pasando. A la 25, a la 24, a la 23. Así hasta llegar a la 21, donde estaba Marcelo Estefanell. Un día llegaron cuatro oficiales e hicieron una requisa en la celda. “Acá está”, dijo uno de ellos al encontrar el libro, lo que lleva al autor de los cuentos a pensar que alguien había informado de su existencia.

Se llevaron al libro y a Estefanell. Y empezaron a interrogarlo sobre su origen.

-        ¿Quién escribió esto?, le preguntaron.
-        Lo escribí yo, respondió el recluso.
-        ¿Quién hizo la letra?
-        La hice yo
-        ¿Y los dibujos?
-        ¿Los dibujos? Los hice yo
-        ¿Y la encuadernación?
-        Ah, la hice yo

Estefanell terminó sancionado y el libro, requisado. Dos años después, la Cruz Roja anunció una visita al Penal de Libertad. Algunas semanas antes, se le devolvieron los libros requisados a los presos y se les dieron los medicamentos que no habían dejado entrar, con la intención de cambiar el ambiente antes de la visita. Entre los textos estaba el libro de cuentos de Bonomi. El sargento que se lo devolvió a Estefanell le dijo “me duró cinco minutos”, y se lo entregó con el sello de “censurado” en la primera página y en la página 31, lo que establecía que estaba permitido.

El siguiente 14 de octubre, día del cumpleaños de Bonomi, su amigo le regaló el libro, que a lo largo de los años perdió y encontró varias veces. Ahora será donado al Museo de la Memoria, como forma de reconocer el trabajo de los compañeros que lo editaron.

Esa fue la única vez que un texto de Bonomi había sido “editado”, hasta este 2020. Si bien siguió escribiendo luego de salir de prisión, todo lo que había escrito hasta el momento no había sido leído más que por algunos amigos, como Estefanell. No imaginaba su producción como algo publicable.

El quiebre fue una visita del escritor Fernando Butazzoni. “Terminamos hablando de literatura, y le dije 'vos sabés que escribí una novela hace poco’'. Él no sabía que escribía, me la pidió, se la mandé ahí mismo por mail y al mes me dice 'está buena, ¿me dejás presentarla a una editorial?’”.

"Y si a vos te parece que sirve, dale", fue la respuesta de Bonomi. “Se lo llevó a Penguin Random House, que es la que lo edita a él, y al tiempo me vino a ver el gerente, que me dijo que le parecía que era un libro publicable, que tocaba un ambiente que generalmente no se toca en la literatura uruguaya, y que tenía por eso también un valor. Después llegó el covid, se postergó, y salió recién en noviembre”, resume el flamante novelista.

Bonomi no ha dejado de escribir. No cierra la puerta, incluso, a una segunda parte para la novela. “He tratado de seguir, aunque la novela cierra en sí misma, pero puede tener una segunda parte. Estaba escribiendo hasta hace poco, y ahora lo dejé. Ahora con el receso parlamentario vamos a ver. Pero tengo algunas cosas más escritas”, avisa.

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