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Desde Charly García hasta los dedos de Punta de Este: ¿quién es Alfredo Segatori?

El artista que revolucionó la temporada estival con sus "exabruptos" de color es pionero en el muralismo en su país y rompió un récord mundial; llegó junto a la artista plástica Paula Pons
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07 de enero de 2020 a las 05:00

Punta del Este parecía estar bastante quieta, hasta que una acción artística hizo el ruido suficiente como para marcar que la temporada estival había estallado. Fue el pasado jueves 2 de enero en la parada 1 de la Brava. Color, mucha gente atolondrada con las selfis y un hombre de mameluco que no paraba de gritar y sacudir pintura para todos lados.

Es el autor de uno de los murales más grandes del mundo, pintó una limusina de Charly García, en su país es pionero en el arte callejero del grafiti y el muralismo y este verano revolucionó Punta del Este cuando intervino la emblemática escultura La Mano. Alfredo Segatori –histriónico, carismático y escandaloso– es argentino, tiene 50 años, y hace más de 25 que dedica su vida al arte.

A más de 24 horas de haber realizado su Exabrupto de color sobre la escultura de Mario Irrazábal, El Observador dialogó con el artista, que ese día se encontraba en un limbo entre la euforia –por todas las respuestas positivas que recibió in situ– y la bronca, porque por primera vez en su trayectoria artística recibió comentarios negativos y agresivos a través de redes sociales.

Segatori dijo que prefiere dejar la negatividad que recibió desde cierto sector a un lado y aclaró que su intervención fue una acción artística previa a lo que sería luego la restauración de la mano, trabajo para el cual lo convocaron. El artista contó que la escultura se encontraba en condiciones de deterioro, no estaba pintada en su color grisáceo original y la pintura que tenía en su última capa era sintética. “Al levantar la capa, debajo había humedad, arena y bichos. No se puede pintar con sintético, tiene que ser látex para que respire”, explicó Segatori.

Así estaba La Mano

Más allá del ruido que se generó, la intervención de Segatori logró poner en boca de casi todos los medios locales y argentinos a la escultura que desde hace décadas se asume como icónica pero nunca está dentro de un titular de un hito novedoso. Y después de la tormenta de color, llegó la calma. Porque en la noche del pasado domingo el artista trabajó junto a un equipo en la restauración de la obra y ahora se encuentra en su color original.

Días antes de intervenir los dedos, el pintor exabrupteó una casa en José Ignacio y planea intervenir otros puntos más. Además, contó a El Observador que Sofía Páez Vilaró lo llamó y charlaron sobre la posibilidad de que realizara un mural en homenaje a su padre, Carlos Páez Vilaró. 

Pese a haber sido estruendosamente notorio para los uruguayos a raíz de su paso por Maldonado, este verano es solo un capítulo más en el acervo a cielo abierto que acumula desde hace casi treinta años el pintor argentino.

Entre un récord mundial y Charly García

Trabajó como profesor de Educación Física y visitador médico, pero a los 24 su búsqueda se rumbeó por el lado del arte y ahí se quedó. Cuando Segatori comenzó a lanzar sus primeros trazos con aerosol, el arte en los muros bonaerenses era casi que inexistente y el grafiti estaba principalmente vinculado a mensajes de propaganda política. Su gran pegada fue en 2013 con El regreso de Quinquela, una obra que ocupó más de 2000 metros de largo y 13 de ancho.

Lo que inicialmente era un homenaje al artista argentino Quinquela Martín, se expandió. Porque Segatori retrató también a decenas de vecinos del barrio Barracas y sin buscarlo batió el récord del mural más grande del mundo hecho por un solo pintor. Y a partir de ahí, el trabajo y nombre de Segatori ocuparon un lugar importante en la opinión pública del país vecino.

“No vengo acá a hacerme la estrella snob de Punta del Este, vengo a hacer mi laburo y estoy muy por fuera de la movida. Si bien estamos con una empresa de estilo (Walmer), el arte y el mural se relacionan mucho con el trabajo de obra”, expresa el argentino. Y sus manos cuarteadas y su mameluco repleto de salpicones de pintura, no lo dejan mentir.

Otros de los trabajos destacados de Segatori fueron los murales de animales en riesgo de extinción que realizó en la zona portuaria en Buenos Aires, La jirafa Miranda en Monte Castro, los tres murales que pintó para los Juegos Olímpicos de la Juventud de 2018 y el Exabrupto de Color en las areneras de 1.200 metros de largo y 16 de alto en el puerto bonaerense.

Además de sus murales – en los que suele aplicar la técnica del aerosol a mano alzada free hand– y la serie de intervenciones de Exabrupto de color, Segatori realiza murales escultóricos con chatarra.

Entre las tantas anécdotas de Segatori está aquella de cuando intervino una limusina de Charly García, algo que también fue puente para que Theo, su hijo de 12 años, pudiera tocar en el piano Yendo de la casa al living mientras la leyenda del rock cantaba con una copita de vino en la mano (ver video).

Según narró el muralista, en una de las visitas al taller de su chapista, se encontró con una limusina empolvada que hacía tiempo el mecánico –que es el padre de Mecha Iñiga, novia del cantante– había armado para Charly. Como Segatori “exabrupteó” la fachada del taller, le ofreció al propietario intervenir también la limusina y pintarla en composé frente al local.

La obra se llamó Limurock y fue expuesta en la feria de arte BADA. De esa forma, llegó a los ojos de Charly que apenas la vio enfatizó: “Es re say no more”. Segatori contó que después de eso llegó el encuentro con el cantante en el taller cuando fue a ver el vehículo. “¿Dónde está mi limusina?”, fue lo primero que dijo Charly cuando llegó al lugar en el que había unas pocas personas y dónde cantó, mientras Theo tocaba la canción que había sacado en el piano el día anterior.

El cruce

Se conocieron en un encuentro de arte. Ella estaba trabajando en la organización del evento cuando él le clavó la mirada. Lo que él no sabía era que algunos años atrás, sin conocerlo, ella había usado una de sus obras como caso de estudio para su tesis final de la Licenciatura de Bellas Artes.

Con una calma que equilibra la adrenalina de Alfredo, con una manera de hablar delicada que contrasta con el acaparamiento discursivo de él, Paula Pons se presenta como artista plástica y abogada –principalmente abocada a defender causas relacionadas al arte–. Acompañó a su pareja a todos las intervenciones que realizó por el este uruguayo, pero también llega para exponer sus obras.

Con bollos de papel de diario, cartón corrugado, cinta adhesiva y –en algunos casos– resina poliéster para protegerlas, Paula realiza preciosas esculturas que cotizan y se exponen en distintos atelieres de Buenos Aires.  Algunas de las más destacadas son la serie de Alicias y Catrinas de tres metros de altura y su Amor volví, una mujer sin cabeza de gran porte que vendió antes de viajar a US$ 2000. En Punta del Este, sus obras se podrán ver en Walmer. “Hay gente rara que le gusta comprar esculturas hechas con papel de diario”, bromea ella. “No, amantes del arte con poder adquisitivo”, la corrige él.

"Amor volví"

La pareja agradece que puedan vivir del arte y que en Argentina “se hicieron un nombre”, pero sostienen que se debe al trabajo sostenido en el tiempo.

Hasta fines se febrero estarán por Uruguay exponiendo y realizando otras intervenciones.

Junto a Alfredo y Paula viajó Theo que durante los exabruptos ayuda a la madre y le explica a la gente curiosa que se acerca de qué se trataron los trabajos previos del padre. Los tres viajaron en una combi, la Bondi Gallery, donde además exponen sus obras durante la temporada sobre la calle 20 de Punta del Este. En el mismo vehículo, cargan con un escenario en la parte superior para que toquen conjuntos musicales. Y todo eso –la familia, las anécdotas, sus creaciones independientes pero acompañadas por el hombro del otro, sus miradas ante el mundo, las sensibilidades que despliegan a flor de piel– funciona como un perfecto círculo artístico que desembarcó en Uruguay y sacudió la temporada de verano.

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