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EEUU y lo más peligroso: uno de los dos puede ganar

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04 de septiembre de 2020 a las 08:41

Donald Trump todavía puede ganar la reelección en Estados Unidos. O tal vez sea más preciso decir: Joe Biden todavía puede perder. Y es que las encuestas han venido mostrando clara y consistentemente al candidato demócrata como favorito para los comicios del 3 de noviembre, en medio de la campaña electoral más insólita de que se tenga memoria en Estados Unidos: con las ciudades en llamas y muertos en las calles por violencia política, al tiempo que otros 186.000 estadounidenses han fallecido por o con coronavirus, la economía global brutalmente estragada por la pandemia y el propio favorito de los sondeos, es decir, Biden, desvariando incontables veces frente a las cámaras en unos soliloquios inentendibles.

Hacer un análisis medianamente acertado en medio de ese caos no es tarea sencilla. Pero parece bastante claro que las razones del liderazgo de Biden en la intención de voto obedecen principalmente al carácter plebiscitario de la contienda. Esta elección no es ni más ni menos que un referéndum sobre Trump –como lo son todas las elecciones en Estados Unidos cuando está en juego la reválida del mandato a un presidente en ejercicio— y, al menos de momento, los votantes no estarían aprobando su gestión. Su mal manejo de la pandemia, sobre todo al principio, le pasó factura durante meses en los índices de aprobación, algo de lo que el presidente recién empieza a recuperarse.

También, muchos votantes moderados están cansados de su retórica divisiva y la polarización que esta instiga en el seno de la sociedad estadounidense. Su desdén por los reclamos contra el serio problema del abuso policial y el racismo, su actitud confrontativa ante las protestas de Black Lives Matter tras las muertes de George Floyd, Jacob Blake y otros, y hasta su patética escenificación -con la Biblia en la mano- frente a la Iglesia de St. John’s en la Plaza Lafayette al inicio de las protestas masivas, solo han echado más leña a un fuego que hoy se ve de muy difícil extinción. Tal parece que Trump, sea intencionalmente o aun cuando lo hace sin intención, es capaz de galvanizar esos sentimientos radicales a uno y otro lado del espectro ideológico a un extremo que resulta bastante tóxico. Y eso entre los votantes independientes, que no pertenecen a ningún partido pero que definen la elección, es un piantavotos fenomenal. Sin embargo, desde la Convención Republicana –donde, dicho sea de paso, los organizadores hicieron, aun con las restricciones propias del Covid, un mucho mejor trabajo que su contraparte demócrata-, Trump le viene recortando a Biden de uno a dos puntos por muestra en casi todas las encuestas. Incluso alguna de ellas, como la del Emerson College, ya lo muestra a escasos dos puntos del demócrata.

Y en el agregado de Real Clear Politics, este ya no le saca 12 puntos de ventaja sino 7. Biden versus Biden La gran interrogante hoy parece ser la aptitud mental del candidato demócrata. No vamos a andar con eufemismos: la enorme cantidad de dislates en que Biden incurre un día sí y otro también sugieren un problema incipiente bastante agudo. Pero además, el modo particularmente errático en que se expresa resulta bastante familiar para cualquiera que haya tenido un ser querido con problemas de naturaleza cognitiva. De hecho es muy evidente, además de doloroso. A esta altura, se antoja improbable que sus familiares y allegados no le hayan sugerido tomar un test de aptitudes cognitivas.

Y en todo caso, una irresponsabilidad sobre todo del liderazgo demócrata. ¿Lo van a dejar presentarse a los debates en esas condiciones? Y de no hacerlo, ¿qué mensaje estarían enviando? Es posible que en el fragor de la lucha electoral, y ante la posibilidad cada vez más cercana de recuperar la Casa Blanca, no lo vean con claridad; pero lo que están haciendo los demócratas no parece prudente, por decirlo suave. Ello a su vez tapa un poco los antecedentes políticos de Biden que, después de 46 años en Washington, siete campañas al senado, dos mandatos como vicepresidente y dos tentativas a la Casa Blanca, la primera de las cuales en 1988 terminó en baldón público, son bastante desastrosos.

Hasta en eso es una campaña atípica. Normalmente a un candidato le ventilan en procesión todos los fantasmas del pasado, sea quien sea y enfrente a quien enfrente. Aún así, el repunte de Trump parece consolidarse; y de persistir la lenta tendencia que hoy señalan los sondeos, podría alzarse con la reelección. Y tal vez más importante, encuesta tras encuesta, los votantes siguen diciendo que confían más en Trump que en Biden para conducir la recuperación de la economía. También el empleo empieza poco a poco a recuperarse, después del brutal colapso provocado por la pandemia. Con lo cual de ser reelecto, se cumpliría con creces la famosa máxima de James Carvile: “es la economía, estúpido”. Como en toda elección, habría varios elementos más a considerar, como los estados clave, los factores demográficos, los temas a priorizar en cada uno, etcétera, que analizaremos en próximas entregas. Por lo pronto, la observación más evidente que se puede hacer en esta contienda es: ¡qué peligro! Uno de estos dos señores va a ganar.

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