Si hay una palabra que se ha repetido hasta el cansancio en los últimos tiempos en Uruguay es “brecha”. Y una de las que no deja de ensancharse es la de la educación. Incluso antes que 2020 se convirtiera en el “annus horribilis”, que nunca pudimos imaginar, veníamos con desigualdades rabiosas en materia de logros educativos, con una división tan sencilla como dolorosa. Los resultados que obtienen los niños y jóvenes de este país y la trayectoria que logran recorrer (incluyendo el abandono), son diametralmente diferentes según dónde haya nacido y en qué familia se haya criado el estudiante.
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