Por Daniel Colombo
Cuando arrancamos el año lo hacemos con renovadas esperanzas de que sea productivo, exitoso y con metas por cumplir. En junio se suele entrar en cierto desconcierto emocional interno, provocado por la desviación de metas y objetivos; por promesas que aún no se han cumplido (de otros o con uno mismo); y también, por el agotamiento de la sobreexigencia de cumplir responsabilidades muchas veces en entornos laborales que no contribuyen a un mejor desempeño.
Por ejemplo, las situaciones desafiantes de cualquier orden como reorganizaciones, fusiones y cambios permanentes son detonantes de estrés, el conocido proceso humano que aparece por la necesidad de generar una respuesta ante las condiciones externas que interpretás como una amenaza o un problema, y que, de tu lado, requiere de una serie de recursos tanto físicos como emocionales para afrontarlas.
Quiénes se estresan más
En mayor o menor medida, todo contamos con herramientas ante el estrés cotidiano; aunque, cuando se pasa un límite y entramos en el desgaste prolongado por meses y años, las consecuencias en la salud serán inevitables. Sin importar la formación, edad ni el nivel socioeconómico o cultural, algunos detonadores o facilitadores de entrar más rápidamente en el estrés provienen de:
Autoexigencia en exceso
No permitirse cometer errores
Tener una personalidad controladora
Trabajar en entornos que castigan y hostigan
Falta de flexibilidad para resolver situaciones
Inseguridad que lleva a aparentar para cumplir las exigencias
Estar aferrado creencias limitantes del pasado aunque no funcionen
Catalogar todo lo que pasa como un “problema” (sin diferenciarlo de asuntos a gestionar)
Resistencia al cambio y al progreso; miedo al futuro
Poca capacidad de reinvención personal y profesional
Tener escasa tolerancia a la decepción y a la frustración
Es necesario aprender a gestionar el estrés cotidiano. Cuando se alcanza el síndrome de burn out, la persona llega a una instancia de imposibilidad de afrontar cualquier tipo de situación, y alcanza extremos muy graves, incluso la muerte por estrés, como se registra en muchos países de Oriente. Aquí van estas sugerencias prácticas para poner en marcha de inmediato ante el menor síntoma de estrés:
Pedir ayuda profesional ni bien se toma consciencia.
Hacerse un chequeo médico completo una vez por año, incluyendo los aspectos psicológicos que correspondan
Crearse una red de apoyo y contención
Aceptar la falibilidad y la vulnerabilidad como cualidades positivas
Animarse a expresar las emociones en el ámbito personal y profesional
Aceptar que la perfección no existe en las personas: podemos aspirar a la excelencia
Dar pequeños pasos, y entrenarse en mantener objetivos pequeños para ir reconquistando de a poco la autoconfianza interna
Desconectar del trabajo fuera de los horarios acordados
Elegir qué tipo de batallas querés pelear: no es necesario subirse a todas las discusiones ni opinar de todo en las redes sociales
Aprender a organizar mejor las tareas: poner sobre la mesa las dificultades operativas, y hacer acuerdos sostenibles en el tiempo
Cuidar la energía personal en el intercambio con otros en situaciones negativas: hacer aportes de valor y calidad para sumar, y no restar
Dedicarse tiempo personal: por más que tengas una agenda muy comprometida, es fundamental rescatar tiempo para la familia, amigos y para hacer alguna actividad placentera que te desconecte totalmente de aquello que te estresa
Aprender a gestionar las emociones y elegir la mejor actitud posible en cada situación desafiante. Cuidar la alimentación, mantener un estado físico saludable, hacer ejercicio
Aprender cosas nuevas para salir del estrés cotidiano
Ayudar a otros y dar servicio participando de actividades que te enaltezcan más allá de tu rol profesional. Incluso el hecho de acoger una mascota de un refugio te reconectará con emociones vitales que creías perdidas.
El burn out acaba de ser catalogada como enfermedad y como uno de los causantes de trastornos mentales, según la última Clasificación Internacional de Enfermedades (CIE) elaborada por la Organización Mundial de la Salud (OMS) de mayo de 2019. Esta enfermedad es descripta por la OMS como “un agotamiento físico y mental debido al estrés crónico asociado con el trabajo y el desempleo”, y aparece cuando la persona no logra gestionar convenientemente y con éxito sus responsabilidades laborales.
Las consecuencias están a la vista: sentimiento permanente de falta de energía o agotamiento; aumento de la distancia mental respecto al trabajo (menor involucramiento) o sentimientos negativos o cínicos hacia él (“me da igual”); además de una eficacia de desempeño notablemente reducida.
Un aspecto importante a tener en cuenta es que sentir cansancio y estrés en forma temporal o por picos de trabajo no es necesariamente síntoma de burn out. Para llegar a ese punto deben darse ciertas condiciones, como puntualiza la licenciada en Psicología Mónica Muruaga, en su libro 'Preparados, listos, out', coautora de este artículo: Se considera que el estrés por desgaste se produce cuando se extiende entre uno y tres años seguidos. Aparece la despersonalización: no te reconocés como la persona que sabés que sos en esencia. Manifiestás ira, enojo, tensión permanente. Baja muy notablemente tu rendimiento y autoestima laboral: tenés la sensación de que estás trabajando mal, te sentís inferior al resto, cualquier tarea menor te parece que te sobrepasa y que ya no estarás a la altura de lo que se espera de vos; falta de iniciativa y sentimiento de abatimiento; no querés ir a trabajar y te cuesta levantarte, entre múltiples
Para las empresas y organizaciones es sumamente grave dejar pasar los síntomas tempranos, como falta de involucramiento del trabajador, ira, problemas de comunicación, aislamiento, poca participación en los equipos, y una tendencia al aislamiento y al ausentismo laboral pronunciado.
(El Cronista / RIPE)
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