Próspero Silva y la pelota

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El castigo del Indio Olivera que aún le duele y su amistad con Tabaré Vázquez: capítulos en la vida de Próspero Silva

Hasta los 32 años jugó de puntero izquierdo y los últimos ocho años de su carrera lo hizo de lateral
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18 de septiembre de 2021 a las 05:00

Próspero Silva no se olvida nunca más del día que subió desnudo a la camilla de masajes de Peñarol, en el vestuario de Los Aromos, algo que estaba terminantemente prohibido. El Indio Olivera, capitán y referente del equipo, lo sacó de un tirón desde las partes íntimas. Casi 40 años después, le duele de solo recordarlo. Después intentó la venganza, pero le salió el tiro por la culata.

El riverense tenía 24 años cuando llegó a los aurinegros desde la frontera con Brasil en 1983 y se integró a un plantel que había salido campeón de América y del Mundo el año anterior. Un año después volvió a su ciudad natal y jugó en un equipo brasilero hasta que retornó a Montevideo de la mano de Pistola Marsicano para jugar en Progreso. 

Silva y Marsicano en la charla con los juveniles de Progreso

Fue campeón Uruguayo, jugó con los gauchos la Copa Libertadores en las ediciones de 1987 y 1990, se hizo amigo íntimo de Tabaré Vázquez y su familia, y dejó el fútbol profesional a los 40 años. Después, trabajó de pintor y de portero de edificio en una etapa dura de su vida y retornó al club de La Teja.

Actualmente dirige a la categoría sub 16 de Progreso junto a Pablo Marsicano. El futbolista que jugó de puntero izquierdo hasta los 32 años y luego pasó al lateral hasta su retiro en 1999, contó su historia a Referí. 

A Peñarol dos veces

“En 1979 Peñarol se interesó en mi y vine a entrenar. Pero finalmente no quedé porque los clubes no llegaron a un acuerdo”, recordó. Su equipo era el Frontera de Rivera Chico. Esa fue una primera aproximación al fútbol profesional, por lo que para él no resultó una novedad que cuatro años después el conjunto aurinegro fuera nuevamente a buscarlo.

Antes de integrarse definitivamente a Peñarol, defendió durante seis meses los colores del Curitiba de Paraná, además de los del Frontera, su único equipo en Rivera, y de la selección departamental. “Yo jugaba de puntero izquierdo porque en esa época no se usaban mucho los carrileros como ahora. En 1983 Peñarol me fue a buscar y me quedé un año”, recordó.

Peñarol había salido campeón de la Copa Libertadores y de la Intercontinental en 1982 tras ganarle a Cobreloa y Aston Villa. “Estaban todos los campeones, menos Jair Goncálvez, que se había ido con el auto”, bromeó.

Aquel año 1982 los jugadores de Peñarol habían acordado que si uno de ellos ganaba el auto al mejor jugador que entregaba la organización de la Copa Intercontinental, iban a repartir lo recaudado por su venta. Lo obtuvo Jair y no lo repartió.

Próspero Silva y Fernando Morena

“Igualmente ese año él anduvo por arreglar, entrenó una semana en Los Aromos pero no hubo arreglo. No había mucho feeling con él y tampoco quería porque había tenido unos problemas con algunos jugadores de Peñarol”, manifestó Silva. 

De su pasaje por los aurinegros  se acordó de una anécdota con Walter Olivera . “Era uno de esos días que habíamos entrenado muy fuerte. Yo estaba en el vestuario con el masajista. En esa época estaba totalmente prohibido subir a la mesa de masajes sin calzoncillo. Inconscientemente subí sin el calzoncillo y el Indio me agarró de los testículos y me arrastró arriba de la mesa”, contó el riverense. 

“Usted no sabe que acá no se puede subir sin calzoncillos”, le dijo el capitán aurinegro. 

“No te imaginás el dolor que fue eso para  mi. Pero me tenía que tomar revancha y esperé y esperé el momento. Un día el Indio estaba muerto después del entrenamiento y medio que se durmió arriba de la mesa de masajes, tenía los ojos cerrados. Yo le hice un gesto al masajista para que hiciera silencio, me acerqué y le tiré la barba, primero para abajo y después para arriba, con fuerza”. Una venganza arriesgada.

Ese día Próspero Silva se fue de Los Aromos a las 9 de la noche. “No me dejaba salir, me quería pegar. Me quedé sin bañarme porque él no se iba y no podía entrar al vestuario”.

Se había metido nada más y nada menos que con el capitán aurinegro, que hacía 10 años que estaba en el club y que había salido dos veces campeón de América.

Regresó a la frontera

“En ese tiempo había cosas buenas, se podía joder, aparte yo tengo hasta el día de hoy amistad con todos; no nos hablamos todos los días, pero cada vez que nos vemos nos damos un abrazo. Era otro compañerismo, se  hacía mucho vestuario. El Indio y Morena era dos tipos que marcaban territorio y la palabra de ellos era muy importante”, expresó el exfutbolista.

En 1984 estuvo a punto de arreglar con Sud América. Entrenó dos o tres meses con los buzones, pero no hubo acuerdo y volvió a Rivera. Cruzó la frontera y jugó en el 14 de Julio de Livramento. “Subimos a la A en el en el campeonato de Río Grande do Sul donde juegan Internacional y Gremio de Porto Alegre. Hicimos una muy buena campaña que quedó en la historia del fútbol de Santana do Livramento y Rio Grande do Sul”.

Silva dirige a la sub 16 de Progreso

Después de ese año recibió ofertas del Internacional de Santa María, del Juventude de Caxias y del club Pelotas, pero finalmente decidió volver a probar suerte en el fútbol profesional uruguayo. Volvió a Montevideo y se  instaló en La Teja. “Me fue a buscar el fallecido Daniel Marsicano (expresidente de Progreso) a Rivera. Me vine y me quedé hasta el día de hoy”. 

Marsicano, mejor conocido como Pistola, “era el que conseguía todo en Progreso -dijo Silva, quien se emocionó al recordarlo-, solucionaba todos los problemas y aparte no eran solo problemas del primer equipo, sino del club en general, desde juveniles hasta Primera”. 

Indicó que Marsicano fue clave para la construcción del equipo en aquellos años: “Todo lo que hacía y aportaba siempre era beneficioso para el club. Fue un pilar, trajo jugadores de nombre e importantes que pasaron por el club. Tenía mucha vinculación con todos los clubes, con los dirigentes, amistades, todos lo querían. Era palabra mayor para todos, tenía acceso para conseguir jugadores y lo que quisiera, amistad con jugadores de la selección, aportaba bolsas de zapatos para los juveniles, heladera y comestibles para el comedor de doña Ramona que había en Progreso. El loco era un fenómeno”.

Su amistad con Vázquez

Próspero admitió que en Progreso vivió momentos de felicidad y también de tristeza. En esa  primera etapa jugó de corrido hasta 1990. Fue campeón Uruguayo en 1989 y participó de dos ediciones de la Copa Libertadores. Asimismo, en 1988 el equipo casi descendió a la B.

Esa situación límite fue la que propició al año siguiente la campaña para ganar el único Uruguayo que tiene Progreso en Primera división. “Teníamos que hacer una gran cantidad de puntos en 1989 y eso nos dio el envión para conseguir el campeonato. En el 88 estábamos complicadísimos porque habíamos hecho muy poca cantidad de puntos. Quedamos casi descendidos. Está como Progreso ahora, para salvarse del descenso tiene que salir campeón”.

Aquel equipo que integraban entre otros Willy Gutiérrez, Jhony Miqueiro, Pedro Pedrucci, Bemba Acosta, Luis Berger, Sergio Cid, Fernando Silva, Gustavo Machain y Robert Púa, alcanzó el título de campeón Uruguayo presidido por Tabaré Vázquez.

“Yo no lo conocía a Tabaré, me enteré que era hincha del club cuando agarró la presidencia. A partir de ahí hicimos una amistad terrible, con él y con su familia, que duró hasta el año pasado cuando falleció. El año en que fue presidente de Progreso y campeón Uruguayo, también ganó la Intendencia de Montevideo. Se le dio todo. Más allá de la política la amistad de nosotros siempre estuvo por intermedio del fútbol”.

Progreso empezó mal la temporada 1989 porque terminó último en un torneo inicial. “Ni nosotros creíamos que íbamos a levantar y salir campeones después de salir últimos en ese torneo corto”. 

Festejo con Progreso campeón Uruguayo 1989

Eran tiempos en los que la situación económica no era la mejor como para pensar en grandes éxitos. “El club tampoco tenía muchas condiciones económicas para concentrar y lo hacíamos por nuestra propia voluntad, empezamos pagando los gastos de la concentración y por ahí empezamos ese camino que finalizó muy bueno, que nos fuimos afirmando a medida que fueron pasando los partidos”.

El plantel concentraba en Don Pepe, en Paso de la Arena. “Se charlaba mucho de fútbol, era la forma de hacer un buen grupo, estábamos más juntos y nos uníamos entre todos, no solo los jugadores, también los dirigentes y el personal del club”.

La gira a Europa gracias a Silas

En 1991 Silva se fue a jugar a Central Español. El equipo palermitano hizo una buena campaña en el Uruguayo, clasificó a la Liguilla pre Libertadores y gracias al pase del brasileño Paulo Silas, viajaron durante 26 días a Europa.

“Jugué contra Silas en el año 90 -revivió Silva-, cuando yo todavía estaba en Progreso. Cuando llegué a Central se había ido, pero por su pasaje por el club, el contratista consiguió una gira de casi un mes en Europa, donde jugamos dos campeonatos, uno en España y otro en Italia. Una gira realmente disfrutable”.

Próspero aún jugaba de puntero izquierdo, pero al regresar a Progreso en 1992, cambió de posición. “Volví y como venían surgiendo muchos juveniles, por ejemplo Julio Albino y Marcelo Suárez, el técnico Jorge Aude me dijo que me precisaba en Progreso por lo que yo significaba para el club, pero que me iba a usar en otra posición, de lateral izquierdo. Y arranqué en el puesto en el que terminé mi carrera”.

Fabián Canobbio, Próspero Silva y Enrique Casado

Tenía 32 años y en 1994 pasó a Cerro. Fue participante de una campaña histórica de los albicelestes, que clasificaron por primera vez a la Copa Libertadores, con la conducción técnica de Gerardo Pelusso.

“Después de la Copa del 95, Cerro bajó bastante y prácticamente yo tenía 36 años. Igual seguí jugando porque volví a Progreso y terminé mi carrera profesional en Juventud de Las Piedras en 1998”. Tenía 40 años y se fue a despuntar el vicio en el fútbol de OFI: en 1999 defendió al Olimpia de Minas y en 2000 a Vida Nueva de San Bautista, en la segunda división de Canelones.

Luego de cerrar el ciclo de futbolista, empezó otro. “Vino lo más duro porque no había logrado hacer una diferencia económica y tuve que salir a trabajar. Trabajé de portero en algún edificio y salí a pintar, hasta que volví a Progreso”. Lo hizo para entrenar juveniles, luego continuó durante seis años en Cerrito, pasó dos años por Rampla y retornó a Progreso.

 “Fue durísimo, no estaba preparado para cuando dejara el fútbol. Sufrí un poco hasta que me estabilicé con algunos trabajos, la ayuda de la familia y me habitué a la nueva vida”.

A los 63 años y después de ir y venir, Próspero Silva regresó a su lugar en el mundo que es Progreso, aunque aún recuerda aquel tirón del Indio Olivera.

La carrera
La vida, acá y allá
Antes de llegar al fútbol profesional, Próspero Silva trabajó en Rivera en una estación de servicio y en un supermercado. “Siempre tenía otra tarea porque se cobraba poco y se entrenaba dos o tres veces por semana, entonces te daba el margen de tener un trabajo”, por lo que no fue extraño para él volver a las ocho horas tras dejar el fútbol. Hace 10 años que se divorció y actualmente vive en el Cerro. Tiene cuatro hijos (tres mujeres y un varón) y todos viven en Montevideo. La mayor en Belvedere y los otros tres en Piedras Blancas.
El que jugó más partidos
Próspero Silva es el jugador con mayor participación en Copa Libertadores vistiendo la camiseta de Progreso. Por ese motivo, el 22 de enero de 2020, el presidente del equipo de La Teja, le entregó una plaqueta de recuerdo, en un acto que se hizo en la cancha del Parque Viera. Ese día el conjunto aurirrojo regresó al torneo internacional enfrentando a Barcelona de Ecuador. En esa misma ocasión también recibió su homenaje Enrique Casado, goleador del club en la Libertadores. “Progreso fue mi casa desde que volví de Rivera y por Progreso me instalé a vivir en Montevideo. Pasé momentos muy lindos en la institución, y también de los otros. Formé mi familia y acá sigo, ligado al club”, señaló el exfutbolista. 
“No me di cuenta que estaba en un grande”
“Una de las cosas que no hubiera hecho en mi carrera es dejar pasar las oportunidades, porque cuando vine a Peñarol no me di cuenta que estaba en un equipo grande, que había salido campeón del mundo. Cuando me di cuenta estaba terminando el año. No me di cuenta porque yo no vivía mucho el fútbol uruguayo, al vivir en la frontera vivía más el fútbol brasilero. Además, demoré mucho tiempo para salir del interior. Yo vine de Rivera con 24 años y hoy difícilmente un jugador con esa edad viene a jugar a un equipo grande. En la actualidad traen a los gurises con 13 o 14 años para formarlos acá”, dijo Próspero Silva.
Los monstruos
En 1983, Peñarol tenía grandes jugadores en ataque, con los que Próspero debía competir; “Además de habituarme al fútbol capitalino, no era fácil jugar o de ocupar un lugar cuando un equipo había salido campeón hacía muy poco de América y del Mundo y estaban Venancio Ramos, Walkir Silva, Fernando Morena, el Pinocho Vargas, Coquito Rodríguez; había monstruos”.

Trayectoria: Empezó jugando en Frontera de Rivera. Luego defendió a la selección riverense y a los clubes Curitiba de Paraná durante seis meses y 14 de Julio de Santana do Livramento. En 1983 llegó a Peñarol y desde 1985 a 1990 vivió los mejores años de su carrera en Progreso. También defendió a Central Español, Cerro y Juventud de las Piedras. Actualmente dirige a la categoría sub 16 de Progreso. 

 

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