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El chavismo y la oposición comienzan un diálogo trascendental en México

En Ciudad de México, con el apoyo de los mandatarios del país y de Colombia, máximas figuras del gobierno y la oposición venezolanas apuntan a fijar fecha de elecciones libres. Además, ambas partes quieren que se descongelen los fondos bloqueados en el exterior
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26 de noviembre de 2022 a las 13:43

Con el auspicio de Washington, que necesita el petróleo venezolano de nuevo en el mercado, el sábado comienza la mesa de diálogo con dos delegaciones. La oficial, chavista, encabezada por Jorge Rodríguez, presidente de la Asamblea Nacional y hombre formado al lado de Hugo Chávez.

La Plataforma Unitaria Democrática (Puede) tiene como figura central a Gerardo Blyde, dejando a Juan Guaidó casi fuera de escena desde que la Unión Europea y Estados Unidos le restaran valor a su condición de Presidente autoproclamado.

La reunión que empieza el sábado tiene como antecedente que ya se había interrumpido en octubre de 2021 cuando el empresario chavista fue extraditado de la isla de Cabo Verde en África hacia Estados Unidos para ser juzgado por corrupción.

El gobierno de Nicolás Maduro consideró que era una maniobra para frustrar las conversaciones y por eso interrumpió el diálogo. Saab está detenido, bajo proceso, y Maduro sumó a su comitiva oficial a Camila Fabri, la esposa de Saab.

Esta vez, ambas partes tomaron la precaución de haber sellado algunos acuerdos a los que solo les faltaría la firma. Pero “solo” en política es mucho. Uno de los acuerdos es que sean descongelados los fondos estatales en el extranjero. Para eso, Washington sería el garante. Así, los fondos de inversión y las entidades de crédito podrían liberar dinero de origen venezolano. Una parte de ese capital iría a las arcas del Estado y, según lo conversado por ambas comitivas, otra parte iría a un fondo de ayuda humanitaria manejado por las Naciones Unidas.

El banco de Inglaterra tiene retenidas 31 toneladas de lingotes de oro de Venezuela y lo mismo ocurre con algunas cuentas del Banco Central de Venezuela en Estados Unidos. 

La estimación es que suman US$ 5.000 millones y esa inyección de fondos, si se encaminan las conversaciones serían el prólogo de las inversiones petroleras de empresas francesas, italianas y españolas. A eso hay que agregar la apertura que Washington le dio a Chevron, una estadounidense, que ya operaba hidrocarburos en Venezuela pero que con las sanciones limitó la extracción, refinación y exportación. En breve, Washington va a anunciar que Chevron recibirá varias licencias para explotar más petróleo en Venezuela.

Las partes se sentarán a negociar este fin de semana y probablemente volverán a hacerlo de nuevo a principios de 2023. Ambas delegaciones quieren ver que se cumplan algunas de sus demandas. Por caso, la liberación de Alex Saab es una condición de Maduro.

El fin de estos encuentros es que Venezuela recupere su peso como país petrolero, cosa que les conviene a todos y especialmente a Washington, en medio de la crisis energética. Y si en estos meses, se avanza en esa dirección, a principios de 2023, las conversaciones ir a un cronograma electoral para 2024.

Este diálogo tiene demasiados padrinos o facilitadores. Gustavo Petro, presidente de Colombia, quien se apresuró a hablar de esto antes que las partes venezolanas. Andrés Manuel López Obrador, presidente de México y anfitrión, de buen diálogo con la Casa Blanca y con el interés de que el caudal de migrantes venezolanos que van al Río Bravo a través de México disminuyan. Eso es una necesidad también de Washington, ya que la migración venezolana en los últimos diez años es la mayor en el país.

Cuba, España y Noruega son parte de los facilitadores.

El diálogo ya no parece imposible. La comunidad internacional, además, observa que América latina tiene muchos gobiernos progresistas y si faltaba un eslabón fue el triunfo de Lula. De esa manera, se encadenó un incipiente entendimiento para que el continente, que es el más desigual del planeta, busque nuevas maneras de paliar la extrema riqueza y poner límites a la extrema riqueza.

Además, es una región que, desde la asunción de Joe Biden, tiene un interlocutor en la Casa Blanca. Se trató de un giro de 180 grados en comparación con la era de Donald Trump.

Retomar un diálogo entre las partes de Venezuela significa recorrer veinte años de disputas, intentos de golpes de Estado, intromisión extranjera, represión interna, pobreza e inflación. Ahora, un Estado con poco acceso al exterior y una crisis energética parecen indicar que además de voluntad hay necesidad desde el oficialismo, que quiere continuar en el gobierno, y una oposición que ve la posibilidad cierta de llegar al Palacio de Miraflores.

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