En marzo de 2020 muchos aventuraron que de la pandemia de covid-19 íbamos a “salir mejores”. La lógica era atractiva: la decisión de detener a las sociedades mostraba que no era necesario vivir consumiendo, lo cual era un golpe al hígado al capitalismo (en realidad fue todo lo contrario: el mundo consumió como nunca, pero de forma diferente). Era una señal de desprendimiento de millones de personas jóvenes para cuidar a los más viejos. La propuesta era cuidarnos entre todos, porque la curva la aplanábamos entre todos. La novedad, la sorpresa, pero también el miedo a lo desconocido, pavimentaban el éxito de esas frases que se volvieron eslóganes.
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