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El camino al desarrollo > Educación

El día que Susanita decidió convertirse en ingeniera

Por ejemplo, en Chile, la proporción de mujeres investigadoras en la disciplina de ingeniería y tecnología es del 21% y en Colombia alcanza solo el 19%
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22 de enero de 2016 a las 00:00

*Por Matteo Grazzi y Jocelyn Olivari

Estaba Susanita revisando su Facebook cuando le llamó la atención una noticia que compartió su amiga Mafalda. Una abuelita publicó en el wall de Mark Zuckerberg un post mencionando que ella siempre les dice a sus nietas que se busquen a un novio nerd por si resulta ser tan exitoso como él y ganarse así la lotería. “¡Que buen consejo!” piensa Susanita, que – como todos los aficionados a las tiras de Quino saben – ha siempre deseado casarse con un millonario. Mientras ya sueña con su mágico futuro, Mark le responde a la abuelita que sería mejor alentar a sus nietas a “ser” la nerd, de manera de convertirse en las próximas inventoras exitosas. Y ¡PAF! Contra todo pronóstico la burbuja del sueño de Susanita se rompe y nace en ella una nueva ilusión… Susanita: la ingeniera.

Lamentablemente, lo que Susanita todavía no sabe es que el camino para cumplir su objetivo no va a ser tan fácil. A pesar de que las mujeres constituyen más de la mitad de la población mundial y que han venido equiparando a los hombres en nivel educativo, la proporción de mujeres científicas, innovadoras y líderes de emprendimientos de alto potencial permanece muy baja, hasta en los países más desarrollados. En los Estados Unidos, menos del 20% de estudiantes de ingeniería son mujeres. Este porcentaje se reduce aún más cuando se considera la proporción de ingenieras en el mercado laboral (14%). Y si Susanita quisiera buscar financiamiento para empezar un emprendimiento tecnológico, tal como Facebook, la probabilidad de obtenerla sería todavía más baja: ¡menos del 5% de las empresas que reciben financiamiento de capital de riesgo tienen mujeres en sus directivas!

Los datos para América Latina y el Caribe, aunque escasos, confirman esta tendencia internacional. Por ejemplo, en Chile, la proporción de mujeres investigadoras en la disciplina de ingeniería y tecnología es del 21% y en Colombia alcanza solo el 19%.

Las razones detrás de esta situación son variadas y apuntan, por ejemplo, a la falta de modelos de rol, a los estereotipos en nuestra cultura (¿recuerdan a la abuelita del comienzo?) que provocan una autoselección temprana hacia cierto tipo de ocupaciones, a los problemas de reconciliar maternidad con trabajo y a sesgos explícitos e implícitos que atentan contra una mayor participación de mujeres en la ciencia.

Ahora bien, desperdiciar de esta manera el talento y la creatividad de las mujeres no sólo es injusto, sino también reduce el avance científico y tecnológico de la sociedad en su conjunto, que a su vez es necesario para un desarrollo sostenible y equitativo. Como dijo Ban Ki-Moon: “Igualdad para la mujer es progreso para todos”. Las mujeres indudablemente tienen el potencial de contribuir al progreso científico-tecnológico, de idear productos y servicios innovadores que ataquen necesidades latentes, y de ponerlos en práctica a través de la creación de nuevas empresas que generen impactos visibles en el mercado y la sociedad. Lo que queremos es que ese potencial, sea real. Y ya vemos cómo de un tiempo a esta parte empresas revolucionarias como Google, bajo el principio de diversidad, han venido incorporando a más mujeres. En esta línea, estudios recientes* han demostrado que equipos diversos son más creativos y mejoran los resultados económicos de las compañías.

La evidente brecha de participación en actividades de ciencia, tecnología e innovación constituye entonces un serio desperdicio de recursos intelectuales creativos y una pérdida injustificada de oportunidades para la sociedad. Esto ha generado un creciente interés de académicos y policymakers por dimensionar los costos económicos en los que los países, sin saberlo, incurren por no tener una masa crítica de mujeres en este tipo de actividades. La literatura económica ha abordado en cierta medida las fuentes y razones detrás de estas brechas. Sin embargo, poco sabemos de lo que nos estamos perdiendo en concreto.

Con esta motivación la División de Competitividad e Innovación ha lanzado un llamado para conducir investigación sobre los costos económicos de las brechas de género en ciencia, tecnología e innovación. Nuestro objetivo es generar evidencia contundente que nos permita contribuir a demostrar que nuestros países están desperdiciando recursos valiosos al no atacar de manera decidida el desbalance de mujeres en actividades de ciencia, tecnología, innovación y emprendimiento de alto potencial. ¡Les invitamos a participar de este llamado y juntos contribuir a cambiar el destino de Susanita y de muchas mujeres más!

Este artículo fue publicado originalmente en el blog del BID Puntos sobre la i.

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