El dilema de Lula entre la adhesión a la OPEP y el cuidado de la Amazonía

La salida de Jair Bolsonaro, que permitió el abuso de la minería ilegal y la tala indiscriminada en la Amazonía era oxígeno para aquella COP27. Efectivamente Brasil comenzó ese cambio: en el primer año de mandato, Lula pudo mostrar que la deforestación cayó un 22% en el primer, que retomó la demarcación de tierras indígenas y que empezaron a llegar inversiones para proyectos de transición energética.

Pero Brasil es una potencia petrolera y su empresa Petrobras resulta un pilar para la economía del país más poblado de América Latina y primera potencia regional. Y Lula decidió que su país se sumara, en carácter de observador, a la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP), en momentos donde los combustibles fósiles están en el centro de la escena por el calentamiento global.

Lula asistía la semana pasada a la COP28 de Dubái cuando la OPEP confirmaba la adhesión de Brasil a ese exclusivo club. Tiene una razón de peso: se trata del noveno productor de petróleo del mundo con tres millones de barriles diarios.

Brasil alberga el 60% de la Amazonia y la explotación de los yacimientos de gas y petróleo conspiran contra un efectivo cuidado del ambiente. En un difícil y contradictorio equilibrio, Lula quiere dar más impulso a la economía brasileña con las mismas recetas que Andrés Manuel López Obrador, otro presidente progresista, lo hace en México: aumentando la explotación de los hidrocarburos.

El miércoles 13 de diciembre, Petrobras llamará a una gran subasta con más de 600 yacimientos de hidrocarburos terrestres y marítimos, incluidos algunos de ellos de zonas medioambientalmente muy sensibles.

En enero, Brasil se convertirá en el undécimo miembro de OPEP+. Al igual que México, como observador, lo que significa que no debe cumplir con las cuotas de producción como sí lo hacen los miembros plenos, países africanos y del golfo árabe. El único país americano de la OPEP es Venezuela.

Ante la crisis energética, Washington sacó el pie del acelerador para levantar sanciones a Caracas. Nicolás Maduro ya está concediendo permisos para explotar yacimientos a empresas extranjeras. Un motivo de peso: Joe Biden teme que el precio de la nafta en Estados Unidos sea un dolor de cabeza en un 2024 de elecciones en la primera potencia del mundo y la primera en consumo de combustibles fósiles.

Lula también debe mirar a su gran competidor. Si Donald Trump amenaza con arrebatarle a Biden la Casa Blanca en los comicios del año próximo, el mandatario brasileño debe hacer equilibrios con un Jair Bolsonaro que todavía tiene mucho peso en Brasil.

“Me parece importante que participemos en la OPEP+ porque necesitamos convencer a los países productores de petróleo de que deben prepararse para el fin de los combustibles fósiles”, dijo Lula en una finta de sindicalista en su discurso ante la COP28. “Eso significa aprovechar el dinero que ganan con el petróleo y que inviertan para que continentes como África y América Latina puedan producir los combustibles renovables que necesita. Especialmente, hidrógeno verde porque, si no creamos alternativas, no acabaremos con los combustibles fósiles”.

En Dubái, Lula comparó la OPEP con el G7: “Participo del G7+ desde que llegué la Presidencia de la República. Voy allí, escucho, solo hablo después de que la decisión está tomada y me voy”.

En la primera presidencia, Lula también había convocado a la ambientalista de izquierda Marina Silva para dirigir ese ministerio clave de Brasil. Y Silva, al tiempo, renunció porque el curso de las medidas de Lula, a su criterio, chocaban con la preservación de la Amazonía.

Ahora, Silva exhibe resultados con el freno a la deforestación. A su vez, en acuerdo con el ministro de Hacienda, Fernando Haddad, captan inversiones con títulos soberanos sostenibles para financiar proyectos de transición energética.

El sábado pasado Silva estuvo en Dubái donde dijo que “es imperativo eliminar, lo más rápido posible, la dependencia de nuestras economías de los combustibles fósiles”. Muchos observadores mirarán a la ministra de Ambiente este miércoles 13 cuando se subasten licencias para explotar 600 concesiones para explotación hidrocarburífera.

Petrobras quiere explotar su frontera ecuatorial desde que su vecina Guyana hizo importantes descubrimientos de recursos que, a su vez, son el motivo central del conflicto con Venezuela por la región del Esequibo. Sin embargo, Brasil tiene un andamiaje institucional importante de preservación y ya hace seis meses que la agencia gubernamental de protección ambiental IBAMA denegó la licencia a Petrobras para explotar esa zona amazónica.

Marina Silva sigue como un pilar importante del gobierno de Brasil y la economía seguirá teniendo un pilar importante en la explotación de hidrocarburos. En un mundo donde la energía escasea y se encarece, Lula busca petróleo en sus orígenes como dirigente sindical experto en negociar lo que para otros parece imposible.

(Con información de agencias)