De cada 100 calles en Montevideo, 66 están en un estado malo o regular, según las categorías manejadas por la división de Vialidad de la Intendencia de Montevideo (IMM). Las restantes se reparten equitativamente entre un estado bueno y muy bueno, con el 17% cada una.
Más de 1.200 kilómetros de tramos de calles de la capital tienen un estado malo, lo que representa 42% de la totalidad. Según registra la comuna a través del Sistema de Inventario Vial (SIV), 720 kilómetros están regular, 521 en estado bueno y 524 en muy bueno.
Los datos, que surgen de un pedido de acceso a la información realizado por El Observador, muestran un empeoramiento respecto a los registros de setiembre de 2016, fecha en que la comuna identificaba 38% en estado malo, 4 puntos menos que el guarismo actual.
Al remontarse nueve años atrás, en 2011 las calles en estado malo y regular sumaban 48% de las vías montevideanas. A esta fecha, llegan a 66%.
Sin embargo, el director de Movilidad de la comuna, Pablo Inthamoussu, había dicho a El Observador que en abril de 2021 se llevará a cabo un nuevo diagnóstico, que presentará una "nueva foto" de la situación vial de la capital.
El jerarca destacó las obras desarrolladas por el Fondo de Infraestructura Metropolitana de Montevideo (FIMM) –fideicomiso de administración de un crédito aportado por el Banco de Desarrollo CAF con el respaldo del anterior gobierno y que vence en 2021– que "en término de pavimentos ha sido el que más ha intervenido". También participó el Fondo Capital.
El Observador intentó contactar nuevamente a Inthamoussu una vez que tuvo el informe de la comuna, pero hasta la publicación de esta nota no obtuvo respuesta.
¿Cómo se mide el estado de las calles? Según describió la IMM, el SIV se configura con visitas presenciales a las vías, y se anotan las fallas, que varían según los tipos de pavimento.
A modo de ejemplo: cuando las calles son de hormigón –camino Carrasco y Alejandro Gallinal–, un defecto observable puede ser la rotura de bordes y esquinas; en aquellas con carpeta asfáltica, como 18 de Julio y Mercedes, pueden distinguirse fisuras y deslizamiento, que es cuando el asfalto se “arremanga”, algo que suele suceder en las inmediaciones de las paradas.
En las vías con tratamiento asfáltico pueden observarse, por mencionar algunos, pozos y desprendimientos. En aquellas constituidas por tosca (pedregullo), pueden anotarse ahuellamientos y pozos. Por último, en las calles de adoquines –como la peatonal Sarandí en Ciudad Vieja– unas fallas posibles pueden ser la desconformación del perfil y el bacheo.
Una vez registradas las fallas en la visita presencial, las anotaciones se introducen en un sistema informático que configura a través de un algoritmo el Índice de Estado Superficial (IES), que consiste en un valor del 0 al 100 y define los siguientes parámetros: las calles con un IES del 0 al 50 están en estado malo; de 50 a 70 se identifican como regular; hasta el 85 tienen un estado bueno; y de ese valor en adelante se registra como muy bueno.
A la hora de llevar a cabo la detección, la IMM clasifica las redes viales en primarias –todas las arterias urbanas y suburbanas que permiten el ingreso al departamento o el acceso a rutas y carreteras (jurisdicción del gobierno nacional) y calles céntricas– y secundarias, constituidas por los caminos barriales, rurales, vías peatonales y ciclovías.
¿Por qué es importante la clasificación? Porque la red vial primaria es inspeccionada con dos visitas quinquenales, mientras que la secundaria solo recibe una visita cada cinco años.
No obstante, la comuna señaló que los datos expuestos “no reflejan el crecimiento de la ciudad en materia de actualización vial”, es decir, que no llega a captar calles nuevas que se hayan añadido a la red en los últimos años. A la fecha está abarcando poco más de 3.000 kilómetros de calles.
El SIV fue creado en 1998, y por esto la IMM está apostando por actualizarlo, lo que permitiría, por ejemplo, ponerlo a disposición de la ciudadanía capitalina a través de su página web. No obstante, hoy presenta la limitación de que solo puede ser gestionado desde un ordenador, “no pudiéndose compartir su información abiertamente con las personas que la precisan”.
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