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El eterno inicio

El proceso de construcción de un emprendimiento es constante y nunca finaliza, según el director de Zetasoftware, Mario Celano.
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31 de marzo de 2014 a las 00:00

El primer inicio fue cuando decidí dejar aquel trabajo que supo ser el lugar soñado. Trabajaba en mi ciudad natal (Rosario) a tres cuadras de casa (iba caminando a almorzar cada mediodía), con total autonomía, un excelente sueldo y en una empresa sólida como pocas (léase: futuro asegurado).

Pero la cuestión es que cinco años después ya no era feliz ahí. Mi paso cansino cada vez que cruzaba la plaza hacia el trabajo lo decía todo. Lo que había sucedido era muy claro: por primera vez había visualizado aquello a lo cual me quería dedicar, quería construir mi propia empresa de software para PyMEs.

Al compartir la decisión de dejar el trabajo recibía palabras del tipo “no seas abombado, seguí ahí hasta verle las patas a la sota”. Corría el año 1995 y la palabra emprendedor no existía por aquellos lares. Vestirse de emprendedor con todos sus tics, jactarse de dejar el trabajo en pro de un sueño, empezar en un garage y todos esos lugares comunes tan cercanos a Steve Jobs y tan lejanos a mí, no era algo cool, era más bien una estupidez, algo así como un acto de inconsciencia. Supongo que tenía miedo, pero el entusiasmo y las ganas eran mayores.

2) El segundo inicio fue en 2000 cuando oficialmente se creó la empresa compuesta por una sola persona (adivinen quien). No me da el espacio aquí para explicar por qué demoré cinco años, aunque quizás alcance con decir que tuve un socio, un buen amigo, alguien que acepté más por temor a la soledad que por otra cosa. Es bueno sentirse acompañado cuando uno emprende un camino desconocido, aunque cuando ese camino es un emprendimiento hecho casi a imagen y semejanza, un socio no es algo aconsejable, o por lo menos no lo fue para mí. Todo el camino hecho en esos cinco años volvió casi a cero cuando se disolvió la sociedad. Fue en el verano del 2000 y acababa de ser padre. Me quedaron apenas una decena de clientes, un solo producto totalmente desconocido en el mercado, algunas deudas a pagar y ni un peso en el bolsillo.

No era de mucho consuelo aquello de que el fracaso es una gran oportunidad para empezar otra vez con más inteligencia... aunque así fue. Los siguientes cinco años fueron de mucho trabajo, foco y paciente crecimiento.

3) El tercer inicio fue en 2006. Ya los productos eran tres y los clientes se contaban de a cientos, aunque esta vez el problema era otro. Recién ahí entendí a León Gieco cuando una vez dijo “Para poder seguir tengo que empezar todo de nuevo”. Hablaba de reinventarse y yo sentía que se había llegado a un punto donde vender más no era tener la seguridad de existir cinco años después. Los que estamos en el mundo del software sabemos que nada es para siempre y que si se equivoca el camino es casi imposible desandarlo, y finalmente la carrera se pierde. Estar atento a lo que sucede en la industria, leer de todo (no solo lo referente a nuestro trabajo), escuchar, entender los modelos de negocios de otros y ver en lo que están esos otros, han sido todas buenas costumbres que nos han ayudado a trasladar realidades lejanas a la nuestra, una realidad infinitamente más humilde pero regida bajo reglas similares. Fue así que bastó con hacerse la pregunta “¿Si hoy hiciéramos el software de nuevo, cómo lo haríamos?” para modificar el rumbo hacia el software en la nube (el software como un servicio online), algo que 7 años después parece obvio pero que en su momento no lo era tanto.

4) El cuarto inicio (que seguramente no será el último) fue a fines del 2010 cuando decidimos mudarnos de Rosario a Montevideo. En ese momento los usuarios de nuestros productos ya se contaban de a miles. Fue un replanteamiento de vida surgido también de hacerse las preguntas correctas donde la parte empresarial jugó un rol muy importante, aunque no vislumbré el maremoto de cambios que vendrían.

La mudanza no solo fue física sino también cultural dentro de la empresa, no solo fue exterior sino también interior. En realidad lo ha cambiado todo y créanme si les digo que ha sido como crear la empresa desde cero nuevamente. Fue un aprendizaje duro e intenso para las 15 personas que hoy somos. Como detalle les cuento que de esas 15 personas solo queda una de la empresa original, a las demás nunca las había visto en mi vida hasta hace tan solo tres años.

Pero ¿porqué les hago esta historia? En realidad no es para hablar de Zetasoftware, algo que me gusta mucho por aquello de “describe tu aldea y describirás el mundo”. Lo hago porque me doy cuenta de que el inicio es eterno. En estos días me ha caído la ficha y he comprendido en su totalidad que siempre estamos empezando, que siempre lo bueno está por venir, que siempre lo mejor es lo que estamos construyendo, que siempre le hablo a mi gente de lo que vamos a hacer y no de lo que hemos hecho… es que el proceso de construcción de un emprendimiento es constante y nunca finaliza.

Antes de emprender hay que saber que en el mejor de los casos, nunca se llega. Nunca se pone el automático y se reclina el asiento. Hay que saberlo porque hay que tener una personalidad acorde a dicha exigencia. Y noten el detalle de que nunca hablo de dinero, nunca el móvil es el dinero. Estoy hablando de otra cosa: de caminar hacia un horizonte que se mueve constantemente, hacia una creencia, una visión que tiene etapas, y que cada etapa es un ciclo que se disfruta muchísimo hasta que termina y empieza la siguiente, y así sucesivamente.

Yo sabía que el inicio era la parte fundamental de cualquier proyecto, pero ahora sé que el inicio eterno es vital, algo que nos obliga a inventar nuevos sueños, una y otra vez. Algo que no deja de ser una buena opción de vida para aquel que sienta que debe emprender ese camino.

* Director de Zetasoftware

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