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El festejo que no fue: una multitud que pasó de la victoria cantada al sufrimiento

El acto de la coalición multicolor iba a ser de festejo, pero el reñido resultado no permitió que la militancia pudiera celebrar todavía la obtención del gobierno
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25 de noviembre de 2019 a las 05:01

La gente se acercaba al estrado de bulevar Artigas y Chaná como hinchas de fútbol que asistían a una final que se sentía ganada. Los militantes subían por la avenida, o por las calles laterales, y se sumergían a un ambiente de tribuna. “Y como decimos: ¡es ahora! Hoy es el cambio, anímese a probar hamburguesas completitas”, gritaba una mujer con micrófono en mano, debajo de uno de los puestos de comida. Y el aroma a chorizo inconfundible.

Contra el estrado, una hora antes de conocerse las primeras proyecciones, los militantes –blancos en su mayoría, aunque se vieron algunas banderas de otros partidos de la oposición– se agolpaban y alguno se contoneaba al son de la música electrónica, que contribuía al clima de fiesta.

Media hora después no hubo un equipo que entrara a la cancha pero sí un candidato a presidente con un claro favoritismo que llegó a la cita. Luis Lacalle Pou se bajó alegre de la camioneta y no se negó a ninguna selfie. Rodeado de una multitud de besos u abrazos, y tres drones que lo seguían arriba casi en formación, avanzó por entre el mar de brazos, ovacionado por el tradicional “presidente, presidente”.

Unos pasos más atrás lo seguía su esposa, Lorena Ponce de León, que dijo a El Observador que el candidato de la coalición multicolor estaba “muy tranquilo” y con la satisfacción de “la tarea cumplida”.

Y 20:30, con el cielo oscuro consolidado y los focos potentes iluminando alrededor, la gente explotó. Sonaron bombas de doce tiros y los seguidores se agarraban la ropa, se abrazaban, gritaban. Así estuvieron durante casi un minuto: el gol lo vieron en la pantalla grande: en Telenoche se anunció la primera proyección de Opción Consultores, que daba una ventaja a Lacalle Pou de tres puntos: 46,5% contra 49,5%.

Sin embargo, el partido iba a ser muy difícil: minutos después fueron conociéndose las proyecciones de las otras consultoras, que daban una paridad mayor y, en algún caso, empate técnico.

Los rostros de euforia cambiaron a sonrisas tensas, a dientes apretados, a manos en la barbilla e incluso a manos juntas, rezando. Y hubo silencio.

La noche iba a ser larga, se repetía en la pantalla. Larga y sin vencedor oficial.

La tribuna, no obstante, se sacudía del frío con ovaciones esporádicas como respuesta a diversas situaciones que veían adelante, en el escenario. Lo hacía con gritos y más fuegos artificiales ante comentarios periodísticos que hacían referencia a la leve ventaja de su candidato, ante planos que mostraban a la multitud multicolor, ante las proyecciones de la Corte Electoral que mantenían una brecha de dos puntos porcentuales.

Pero hasta eso último se fue acortando conforme pasaba el tiempo y la brisa de la noche fresca comenzaba a sentirse fría.

Duelo sin victoria

La gente había empezado a abrigarse, los niños se sentaban aburridos. La multitud por momentos se apagaba. Despertó de un momento a otro, como se levanta una tribuna cuando empieza un segundo tiempo de un partido sufrido, y se puso en alerta cuando el rival, por fin, se mostró directo.

Por la pantalla podía verse, ya sobre las 23:30, que Daniel Martínez subía al escenario del Frente Amplio, en 18 de Julio y Yaguarón. Entonces comenzaron los abucheos, y un verdadero duelo de hinchadas, porque por los parlantes se colaban los cánticos de la multitud frenteamplista.

“Se van, se van”, gritaba la barra de bulevar en un unísono articulado y pasional, que luego derivó en un “poropopó, poropopó, el presidente es Lacalle Pou”. Y siguieron otros cánticos en respuesta a los del otro lado de la pantalla. Cuando Martínez gritó: “Intentaron enterrarnos, pero no sabían que éramos semilla”, la hinchada de Lacalle Pou estalló en un: “Hijo de puta, hijo de puta”.

Y así, también, hasta qué salió el protagonista, antecedido por el resto de los líderes de los partidos que integran la oposición: Edgardo Novick, Pablo Mieres, Ernesto Talvi y Guido Manini Ríos –estos dos últimos más ovacionados que los anteriores–, y Beatriz Argimón, a quien los resultados –sin los votos observados– la daban como vicepresidenta.

No hubo un ganador oficial ni lo habrá hasta el escrutinio final de los votos, por lo que no hubo tampoco gritos con intensidad de un final concluyente. 

Y tampoco lo permitió el candidato. "¡Presidente, presidente!", gritó varias veces la gente, hasta que el hombre los interrumpió: "Eso lo dicen ustedes, no yo".

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