El Frente Amplio tiene una deuda con los más pobres

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El Frente Amplio y la deuda pendiente con los pobres

La izquierda se debe una autocrítica, que demora en llegar, sobre la atención de los más necesitados
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15 de abril de 2022 a las 14:31

Golpeado salvajemente por la dictadura, víctima de campañas oscuras que auguraban el caos si algún día llegaba al gobierno, el Frente Amplio pudo superar maldades y prejuicios para, finalmente, ganar las elecciones de 2004.
 
Pero, al igual que le sucede a algunas personas que logran levantar cabeza después de una vida en las que les tocó perder casi invariablemente, cuando a la izquierda le llegaron las maduras se le hizo muy dificultoso aceptar sus debilidades, admitir que se puede volver a caer, que la supuesta superioridad ideológica está llena de agujeros por donde se cuelan las dudas de esa gente que no suele frecuentar los comités de base.
 
La noche de la derrota en las elecciones de 2019 y la del referéndum del domingo 27 de marzo mostraron al candidato presidencial Daniel Martínez primero, y al presidente del FA,  Fernando Pereira, después, negándose a reconocer rápidamente lo que las urnas habían cantado sin lugar a dudas.
 
Y no fue solo producto de la desolación de una noche dura. Las mañanas siguientes a esos episodios los frenteamplistas estuvieron casi ayunos de autocrítica.
 
Es así que tras perder en la pulseada para derogar 135 artículos de la Ley de Urgencia, el Frente Amplio eligió la arenga dirigida al círculo más cercano de simpatizantes. “Con todo el poder, con todos los medios, con toda la estructura a su favor les hicimos un partido parejo, y con 15 minutos más seguro se lo ganamos, seguro se lo ganamos", dijo Pereira. “Si teníamos 15 minutos más los cagábamos a pelotazos”, complementó el secretario general de Fucvan, Gustavo González. Expresiones más propias de un matón de barrio que imprevistamente se ve en el suelo, que de un dirigente que acepta con humildad lo decidido por la gente.
 
Tanto en 2019 como en 2022, la izquierda quedó a un puñado de votos de aquellos que la derrotaron, y por tanto fue mucha la tentación de considerar que la diferencia se puede licuar rápidamente gracias a un buen candidato y aprovechando las debilidades que pueda tener el oficialismo en los años que se vienen, en los que el resultado de la tarea de recuperar empleos y salarios impactará fuertemente en el resultado electoral del 2024.

Los cantegriles y sus alrededores se han convertido en una especie de zona de nadie, donde los partidos tienen dificultades para plantar bandera
 

Es cierto que el retorno al poder, dada esa menguada diferencia de unos cuantos miles de votos, está al alcance de la mano. Pero la misma diferencia separa al Frente de una nueva derrota y, por ahora, son pocos los dirigentes que públicamente han lanzado alguna voz de alerta.
 
Por lo pronto, la izquierda se resignó a no dar determinadas batallas que ya sabe perdidas. El dirigente del MPP, Alejandro “Pacha” Sánchez dijo a El Observador que el Frente Amplio no debe “martirizarse porque en algunos territorios no logre mayorías” porque  “es como que el Partido Nacional se autoflagele porque en el Cerro vota mal”.
 
Lo que dice Sánchez es verdad; a la izquierda se le hace dificultoso, por no decir imposible, evangelizar en ciertas zonas, sobre todo del interior profundo, donde la tradición mayormente nacionalista se torna inexpugnable para cualquiera que quiera torcerla.
 
Pero el aparato frenteamplista tampoco parece estar aceitado como para bajar a terrenos en donde su prédica sí puede tener terreno fértil. Y, en lugar de eso, la izquierda está enredada en otros asuntos muy lejanos al interés de las grandes mayorías, como el de la denominada “ideología de género” a la que le da cuerda hasta que esta se rompe y, lo que fueron buenas intenciones, terminan provocando más rechazos que apoyos.
 
José Mujica, uno de los dirigentes frenteamplistas que mejor supo comunicarse con los que viven en los márgenes de la sociedad, había alertado sobre los efectos secundarios de ese discurso.
 
“Es bastante inútil el feminismo, porque creo que el machismo es un hecho y que la agenda de derechos de la equiparación es inobjetable. Pero la estridencia también termina jodiendo a la causa de la mujer, porque crea una antípoda quejosa. Excita lo reaccionario de la propia sociedad, que está ahí. Ahí te salen los Manini y los otros”, dijo el expresidente.

El aparato frenteamplista tampoco parece estar aceitado como para bajar a terrenos en donde su prédica puede tener terreno fértil.
 

“Los Manini” salieron y en el Frente Amplio apenas se preguntaron por qué muchos de los votantes más pobres los abandonaron en octubre de 2019 para irse a votar a un excomandante del Ejército con posturas de derecha aparentemente lejanas a las ideas del progresismo.
 
En un libro que publicó en 2021 el Instituto de Ciencias Políticas de la Universidad de la República sobre el proceso electoral de 2019 se señala que Cabildo Abierto “le dio al bloque que competía con el Frente Amplio un complemento potente” para conseguir votos en un segmento del electorado que en el pasado votó a la coalición de izquierdas.
 
El análisis dice que Manini Ríos tuvo un “aparato de militancia potente en zonas tradicionalmente débiles” de blancos y colorados y fue así que “disputó exitosamente votos al FA en una multiplicidad de territorios, casi todos ellos integrados por poblaciones de bajos ingresos y nivel educativo bajo”.
 
Militantes barriales blancos y colorados consultados por El Observador coincidieron en que los cantegriles y sus alrededores se han convertido en una especie de zona de nadie, donde los partidos tienen dificultades para plantar bandera ya que sus argumentos resultan arduos para ese segmento de la población cada vez más despolitizada.
 
Si de plantar bandera se trata,  vuelven a coincidir acerca de que las escasas banderolas de plástico que se ven entre el rancherío suelen tener los colores amarillo y lila de Cabildo Abierto y no tanto el rojo, azul y blanco frenteamplista.
 
En definitiva, al Frente Amplio, proclamado defensor de los más humildes, parece estar faltándole humildad para intentar interpretar lo que en verdad necesitan los pobres. Esos que más ayuda necesitan y que, por ser mayoría, resultan imprescindibles para ganar las elecciones.

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