La icónica torre del Hotel L
Nicolás Tabárez

Nicolás Tabárez

Periodista de cultura y espectáculos

Espectáculos y Cultura > Punta del Este

El Golf y Rincón del Indio: las zonas de Punta del Este "desfiguradas" por la expansión inmobiliaria

El director general de la Comisión de Patrimonio, William Rey, comentó que se observa con preocupación el derribo de edificios históricos de la zona y la construcción indiscriminada de nuevas torres de apartamentos
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06 de enero de 2022 a las 05:00

Punta del Este ha tenido diferentes identidades. Primero fue una zona de explotación pesquera y de la industria vinculada a los lobos marinos. Después se convirtió en una población, todavía vinculada a los diferentes trabajos marítimos. Con el paso al siglo XX empezó a mutar, de a poco, en un balneario. Primero recibió a veraneantes locales. Casi enseguida llegaron los argentinos. Con el paso de las décadas, su proyección fue regional primero, e internacional después.

Con ese desarrollo, en distintos momentos de la historia del balneario esteño se produjeron explosiones inmobiliarias, que lo convirtieron en una entidad expansiva, que creció en superficie, y a lo largo de las últimas cuatro décadas, también en altura. La explosión más reciente se ha dado en los últimos años, con las torres de apartamentos convirtiéndose en el tipo de obra más habitual. Punta del Este se ha hecho cada vez más alta, aunque no todos ven con buenos ojos ese crecimiento.

Sobre todo, cuando esa transformación se lleva por delante a edificios que han determinado la identidad del balneario a lo largo de su historia, y que se han mantenido con el paso de las décadas como anclas que hacen que retenga su carácter a pesar de las transformaciones que trae el paso del tiempo. En particular, eso ha sucedido en una de las zonas históricas de Punta del Este: el eje de los barrios El Golf y Rincón del Indio, que van desde la rambla de la playa Brava hasta el límite norte del balneario.

Esos dos barrios han sido algunos de los que más transformaciones han tenido en los últimos años, lo que según el arquitecto William Rey, Director General de la Comisión del Patrimonio nacional, amenaza la identidad de esa zona de la ciudad esteña. “Punta del Este es uno de nuestros espacios de mayor valor paisajístico, turístico y en alguna medida también patrimonial, porque tiene un carácter y una identidad. Tiene un conjunto de componentes que lo hacen diferente. A pesar de sus cambios, mantiene áreas que son muy propias, y que hacen a que esa imagen o ese paisaje permanezcan todavía hasta el día de hoy”.

En particular, esa zona de Punta del Este logró un equilibrio particular y significativo entre la naturaleza y las obras arquitectónicas hechas por la mano del hombre. Incluso aunque las intervenciones sean de gran escala, hay una buena relación con los espacios verdes. “El Golf, por ejemplo, fue inicialmente el resultado de un proyecto muy unitario donde el hotel L'Auberge y su Torre del Agua aportaban un signo de identidad para ese barrio que había sido prácticamente proyectado por Arturo Dubourg, un muy buen arquitecto argentino. Sus casas sobre todo, viviendas individuales, dan una enorme caracterización al lugar, asociada a los grandes jardines, a los grandes espacios que acompañan esas arquitecturas”, explicó Rey.

El arquitecto advierte que Punta del Este está atravesando un nuevo boom inmobiliario que genera un “cimbronazo” y que en su opinión está “desfigurando” parte del carácter del balneario, en especial en esos dos barrios.

Adiós a los chalets

Arturo Dubourg fue uno de los arquitectos más prolíficos de la historia de Punta del Este, que estimaba haber proyectado más de cien residencias en el balneario. El argentino es el responsable de los chalets y mansiones que en los últimos tres años han comenzado a desaparecer, siendo derribadas para ser reemplazadas por nuevos complejos habitacionales, o amenidades para los residentes de la zona, junto a obras de otros arquitectos que también eran íconos del lugar. A comienzos de 2019 se demolió la mansión Loma Verde, en la que se alojó el expresidente estadounidense George Bush padre, donde se construyó un complejo de viviendas.

Meses después fue el turno del chalet Malú, diseñado por Dubourg, y ubicado sobre la Rambla de la Brava, en cuyo lugar se edificaron una piscina, canchas de tenis y otros elementos, para ser utilizados por los propietarios de una de las residencias vecinas, quienes compraron la mansión por US$ 2,5 millones. Según publicaba en ese momento el diario Correo de Punta del Este, los propietarios de las viejas casas de la zona estaban siendo “presionados” para vender sus propiedades para que allí se construyeran nuevos edificios.

En los últimos días de diciembre de 2021 se anunció que otra de las ilustres residencias de El Golf correrá el mismo destino. Será el chalet Aldebarán, que fuera la residencia de la multimillonaria argentina Amalia Lacroze de Fortabat, que fue durante años la persona más rica de su país, y una coleccionista de arte que fundó un museo con su colección privada, que incluye obras de Andy Warhol, Salvador Dalí, Joseph Turner y Pedro Figari.

El diario El País publicó la semana pasada que Aldebarán, también obra de Dubourg, será demolida para que se construya en su terreno un complejo de cuatro casas. Y hay otras casas similares que están en una situación similar. Según Rey, a la mansión de Lacroze “posiblemente le sigan otras viviendas de enorme valor, como el chalet Grey Rock, que espero se mantenga pero que está en un área de peligro, de riesgo. El chalet había sido propiedad de Dubourg. Entonces, ¿qué hacer con esta situación de riesgo?”.

Para el director de la Comisión de Patrimonio, se hace necesaria la implementación de un plan de ordenamiento de la ciudad, así como la protección de algunos edificios destacados.

A eso se suma lo que sucede en el barrio vecino de Rincón del Indio, donde han proliferado construcciones en altura que han recibido de parte de las autoridades departamentales permisos de excepcionalidad para superar las alturas máximas permitidas para esa zona del balneario.

Las enseñanzas del San Rafael y de Acapulco

A Rey le empieza a preocupar que "la excepcionalidad se transforme en la norma".

"Es necesario frenarla, y tener un plan que involucre una valoración patrimonial. Hay áreas muy sensibles, muy valiosas, en las que no se puede seguir haciendo cualquier cosa. Uno de esos lugares es el área de El Golf, otro es Rincón del Indio, otro es San Rafael, y también la zona de la península, que sigue siendo un reservorio de identidad importante dentro de Punta del Este”, consideró el arquitecto.

“Creo que asistimos con mucha indiferencia a ver destrucciones, que en muchos casos son íconos de Punta del Este, y otros no tanto, pero son bienes de alto valor”, continuó. “Tampoco valoramos todos los elementos artísticos que están vinculados a muchas de estas obras”, consideró Rey, que planteó como ejemplo los murales del artista Roberto Berdía que se perdieron con la demolición del histórico hotel San Rafael, ocurrida en junio de 2019.

Para el Director de Patrimonio, es necesario que en Punta del Este empiece a generarse una mirada y una actitud diferente al respecto de las construcciones permitidas y del cuidado de los edificios icónicos. “Corremos el riesgo de que todo se transforme en una masa homogénea, indiferente, sin identidad. Y todos sabemos, además, que el turismo es muy importante, pero es verdad también que el turismo se mueve y muchas veces abandona ciertos lugares. Para eso tenemos que cuidarlos”.

Rey plantea como uno de los grandes ejemplos a nivel internacional el de la ciudad mexicana de Acapulco, un centro turístico que perdió su hegemonía frente a otros sitios del país, y que poco a poco fue abandonado. “Parte de por qué perdió esa posición que tenía es porque dejó de considerar los elementos que más identidad le aportaban. Empieza a hacerse una masa indiscriminada de edificios en altura, y eso en lugar de afirmar los valores de un sitio tiende a degradarlos. El turismo se va y queda una infraestructura que no se usa, y lo único que expone es un paisaje degradado”.

En ese sentido, ve con preocupación lo que ocurrió con el San Rafael, que considera una experiencia “dramática” que, sin embargo, puede ser un elemento de aprendizaje. “Nos debe servir para mirar hacia adelante y aprender, no para revolver un problema que no tiene solución. No lo tenemos más. Hemos perdido un bien patrimonial, y en su lugar nos quedamos con una gran incertidumbre acerca de la inversión que en su momento se dijo que iba a venir”.

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