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El hombre que podía actuar: Adam Sandler la descose en la frenética "Diamantes en bruto"

Con una monumental actuación del actor, esta película de los hermanos Safdie abre el año en Netflix con una historia pasada de revoluciones que no da respiro
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24 de febrero de 2020 a las 05:00

Hay un grupo de personas a las que la mera aparición de la cara de Adam Sandler en una pantalla les da urticaria y ganas de darse la cabeza contra las paredes. Y que quede hecho el aviso desde ya: quien firma esta nota está dentro de ese grupo no tan selecto y bastante expandido. Porque a ver, aclaremos los tantos: uno trata y trata de que el bueno de Sandler –que solo pretende incrementar su patrimonio a partir de comedias estúpidas sin hacerle mal a nadie– le caiga bien. Pero es difícil. Es muy difícil. Por cada papel como el que tiene en la preciosa Embriagado de amor de Paul Thomas Anderson, se despacha con doce películas inmirables; por cada genialidad como la de Los Meyerowitz de Noah Baumbach, aparece un container cargado de Jack y Jill, Son como niños, Una esposa de mentira, Luna de miel en familia, Ese es mi hijo, The Do Over, Los seis ridículos y varios despropósitos más.  

Al pasar raya queda preguntarse, entonces, qué es lo que le pasa a este hombre. ¿No sabe elegir los proyectos? ¿No le interesa tener más que un puñado de buenas películas? ¿Tiene una especie de fetiche por hacer cosas que no tengan sentido y que den más ganas de llorar que de reír? Lo cierto es que si él quisiera, si se le antojara y empezara a implementar un filtro para tamizar todas las barbaridades que se le ocurren y que luego lleva a la pantalla, sería un gran actor. Y quizás nos estemos quedando cortos: sería uno de los grandes, de esos que dejan papeles que clasifican en las listas de lo mejor del año y que entusiasman a todos. Porque además, Sandler ya lo ha demostrado. Los dos ejemplos anteriores –Embriagado de amor y Los Meyerowitz– están ahí para eso. Y si quedan más dudas de la carrera que podría tener este señor nacido en Brooklyn hace 53 años, lo único que debe hacer es darle play a Diamantes en bruto en Netflix.

La película, que se estrenó el último día de enero en la plataforma, viene dando vueltas en el circuito internacional desde hace unos meses y está firmada por uno de los dúos más interesantes del cine independiente reciente: Josh y Benny Safdie. Estos hermanos, treintañeros y nacidos en la ciudad de Nueva York, han configurado hasta el momento una corta pero intensa filmografía llena de señas particulares que, a su vez, homenajea a sus cineastas de referencia. Interesados en la parte más sórdida y tensa de la metrópolis que los vio crecer, estos hermanos ya mostraron sus credenciales en, por ejemplo, la genial Good Time (2017), en la que pusieron a un teñido Robert Pattinson a correr contra el tiempo en la parte más deprimida de Queens. En esa película ya se veía la influencia del primer cine de Scorsese –imposible no pensar After Hours, entre otras exponentes del cine de los 70 y 80–, y si habrá sido así que hasta el propio Marty les prestó atención y se sumó a la producción de esta nueva cinta.  

En Diamantes en bruto, los Safdie siguen por la senda de siempre. En la película las calles de Nueva York quizás sean un poco más luminosas que en Good Time, pero siguen arrastrando la mugre –física y espiritual– de las personas que las trillan. De entre todas las “barajas” que forman parte de la colección, la que lleva las riendas de esta historia es Howard Ratner (Sandler) un joyero bastante chanta que está lleno de plata pero que tiene demasiadas deudas de juego con unos matones del montón, que lo siguen y se las reclaman hasta en el baño. Pero aunque el panorama está feo y las amenazas contra él y su familia están a la vuelta de la esquina, Ratner tiene un plan: acaba de importar de África un enorme diamante  sin refinar que, vendido en la subasta indicada, podría volverlo millonario. 

Si el lector ya ha visto alguna película de los Safdie, sabrá que las cosas no van a salir nada bien y que los enredos en los que Howard se irá metiendo pasarán de lo tragicómico a lo violento en pocos planos. Y que estos enredos lo dejarán, si no extenuado, al menos con ganas de abrir las ventanas y respirar un poco de aire fresco luego de la paliza adrenalínica que genera esta película. 

Que esto suceda no es producto del azar; estos dos directores han demostrado ser increíblemente hábiles en el manejo la tensión narrativa y en Diamantes en bruto logran elevarla a picos altos con recursos viejos pero efectivos. Entre las muchas herramientas bien utilizadas está la música, que en esta película es tan desubicada como desesperante. También la cámara frenética, que frena y descansa tan poco como los personajes.  

Pero mientras que en Good Time la acción era más bien lineal y de un tranco sencillo de seguir, acá se presenta con muchas más capas que se superponen y la hacen ganar en sustancia. Tenemos, por un lado, la necesidad de Ratner de sacarse de encima a los patoteros como leit motiv, pero también hay coletazos de una dinámica familiar disfuncional, una relación extramatrimonial un tanto perversa, vínculos con una fauna citadina de dudosa reputación y hasta el mundo de la NBA, encarnado en el ala pivot de los Boston Celtics Kevin “La Cobra” Garnett, que tiene una interpretación descollante en la que hace de él mismo.

Pero volvamos a Sandler. Y volvamos a repetir el arranque de esta nota: aunque se esconda en películas mediocres, el hombre está para grandes cosas. Lo puede hacer, puede seguir el ritmo de una trama pasada de revoluciones como esta, puede clavarla en el ángulo con un personaje desagradable que, a la vez, produce lástima y un poco de ternura. Este Howard Ratner es un siniestro y un imbécil sin remedio, pero a la vez es un espíritu ambiguo que logra que nos escuchemos, en varios momentos del metraje, gritándole palabras de aliento. De nuevo: Sandler está increíble. Quizás como nunca antes. Y si quieren injusticias, ahí está su omisión en la categoría de Mejor actor de los últimos Oscar. Como respuesta, el hombre se mandó un discurso memorable cuando se llevó el Spirit Award a la mejor interpretación masculina. Los dejó a todos, como diría un compañero de redacción, “como gato mirando la fiambrera”. 

Diamantes en bruto abre el año a lo grande, de manera frenética, desbordada. Es una gran película que confirma que a los Safdie hay que seguirlos y no olvidarlos. Que hay mucho cine en las intenciones de ese par de loquitos de la cámara. Porque además lograron exprimir al mejor Adam Sandler de la historia y eso no puede olvidarse. Ya no son, y venga ese juego de palabras, promesas a cumplir, diamantes en bruto. Relucen, y con mucha fuerza. Y su brillo alcanza a todos.

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