El miércoles 31 de julio de 2002, la delegación uruguaya que estaba en Estados Unidos (compuesta por Ariel Davrieux, Isaac Alfie y Carlos Steneri), mantuvo uno de los tantos encuentros con representantes del Fondo Monetario Internacional (FMI). Fue una de muchas reuniones, pero de las más recordadas por Steneri, que era el representante financiero de Uruguay en Washington. Existían avances con el gobierno de Estados Unidos para la llegada de un préstamo puente. Pero era importante que el FMI comprometiera su apoyo.
En resumen, los representantes del FMI dijeron a los uruguayos que la posición era no otorgarle asistencia financiera al país y que en pocos días más saldría una delegación del organismo hacia Uruguay para comenzar a elaborar un plan de salida como ellos entendían que debía hacerse. “No dijimos ni que sí no que no y nos fuimos. ´Marchamos`, pensé”, recordó.
Luego de ese almuerzo se decidió que Davrieux y Alfie volvieran a Montevideo. Para la tarde había pactada otra reunión con el Departamento del Tesoro de Estados Unidos. “Yo era el que me quedaba y le pedí al embajador Hugo Fernández Faingold que me acompañara. No se estilaba que un embajador participara de reuniones económicas, pero le pedí que viniera para al menos no ir solo”, contó Steneri a El Observador.
La reunión era con John Taylor, subsecretario del Tesoro y ya conocido por la representación uruguaya. Era previsible lo que les diría. Con la negativa del FMI poco más había para avanzar. “Entramos entregados, pero no lo vimos con mala cara. Estaba como siempre”, relató. Taylor les dijo: “Hemos hecho todos los esfuerzos, pero la situación es complicada”.
Steneri y Fernández Faingold escuchaban esperando la estocada final. En Uruguay ya no quedaba plata, la corrida bancaria había sido fulminante y las reservas del Banco Central (BCU) se evaporaban. Un día antes, el 30 de julio, el presidente Jorge Batlle tuvo que decretar el feriado bancario que se extendió por cinco días. Con ese panorama sombrío en sus hombros, los dos seguían escuchando a Taylor. “Ustedes habían pedido US$ 2.500 millones, pero no es posible”, les dijo a modo de sentencia. Pero para el asombro de ambos continuó: “Concluimos que con US$ 1.500 millones ustedes cubren la cadena de pagos y las cajas de ahorro”.
Steneri sabía que eso era cierto. Los US$ 2.500 millones solicitados incluían los depósitos a plazo de 30 y 60 días. “Quedamos absortos”, rememoró. Taylor comunicó que los fondos se transferirían ese fin de semana para que el lunes 5 de agosto pudieran abrir los bancos.
En su libro Al borde del Abismo, publicado hace una década, Steneri reprodujo parte de ese diálogo.
Taylor: ¿Qué opinan ustedes de la propuesta? Pues de ser aceptada hay que actuar rápidamente”.
A nuestra respuesta obvia por la afirmativa, le siguió la pregunta de cajón: ¿Y quién pondrá los recursos?
Taylor: “Los fondos provendrán del FMI a través de un nuevo programa”.
Desde el living de su casa 20 años después, Steneri añadió otra parte del diálogo: “Nuestra respuesta fue que hacía un par de horas el FMI nos había dicho que no había tal programa. Taylor respondió: No se preocupen, los van a llamar por teléfono”. Y eso sucedió más tarde. Salieron de la reunión en el Tesoro caminando rápido y sorprendidos. “Era nuestro Maracaná”, sostuvo. El programa con el FMI sería por el mismo monto y cuando los US$ 1.500 millones estuvieran disponibles Uruguay los reintegraba al gobierno de Estados Unidos.
Pero para acceder a ese préstamo puente estaba el compromiso de aprobar una ley para reprogramar los depósitos en los bancos públicos, reestructurar el sistema bancario y declarar la quiebra del Banco Montevideo, La Caja Bancaria, Banco Comercial y Banco de Crédito. Y esa ley tenía que aprobarse durante ese fin de semana para que los bancos volvieran a abrir el lunes 5 de agosto.
Steneri se había comunicado con el expresidente Julio María Sanguinetti quien le había asegurado que los votos colorados estaban. También lo había confirmado el exmandatario Luis Alberto Lacalle. A contrarreloj, el domingo 4 de agosto se aprobó la Ley de Estabilidad del Sistema Bancario.
Entre el jueves 1º de agosto y la semana siguiente hubo algunas reuniones en las que se volvieron a complicar las cosas. El subdirector gerente del organismo, Eduardo Aninat, dijo que la devaluación que había tenido el país en junio había provocado que el nivel de la deuda externa fuera insostenible. Mientras Steneri defendía la posición de Uruguay en salones de Washington, Alfie y Horacio Bafico enviaban proyecciones en las que mostraban que el problema del país era de iliquidez, pero no de insolvencia, algo que contrarrestaba la postura del FMI. Después de varios días de negociaciones se logró el humo blanco.
“Seis meses después de eso Uruguay estaba de nuevo en el mercado de capitales. Probamos que la estrategia que planteábamos era factible. El tipo de cambio se comenzó a apreciar rápidamente. Los inversores internacionales confirmaron la confianza. Dos años después aparecía UPM I”, concluyó Steneri.
Esos meses de negociación tuvieron sus particularidades. Muchas jornadas tenían a la delegación uruguaya yendo y viniendo desde la sede del FMI hasta los salones del Departamento del Tesoro. Algunas reuniones eran por la mañana y otras por la tarde. Hacía mucho calor en Washington pero eso no frenaba la formalidad del traje y corbata de los negociadores uruguayos. Pero los impasses eran diferentes. “Salíamos para la calle con Davrieux, nos sentábamos debajo de un árbol a comer unos panchos que nos comprábamos en un carrito; haciendo tiempo para la tarde”, contó Steneri. “Pensábamos: si la gente de Uruguay nos viera. Éramos la misión que habían mandado a Estados Unidos y nosotros debajo de un árbol con una lata de Coca Cola y un pancho. Después sale la foto, en la cena formal, pero antes está todo lo otro”, resumió.
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