La historia de una familia uruguaya que produce quesos artesanales fue presentada por la sede en Roma de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) en la página “Héroes de la Alimentación”, en el portal dedicado al 16 de octubre, Día Mundial de la Alimentación.
El informe, que hace referencia a un proyecto de la FAO con el Instituto Nacional de la leche (Inale) y la Universidad ORT, da visibilidad a la implementación en Uruguay de buenas prácticas en la producción de alimentos.
Según se indica en el artículo, cuando Karina y Francisco Merlo decidieron apostar por la cría de ganado lechero hace siete años, pensaron que supondría un alivio de los desafíos de la producción de cultivos, que era el sostén principal de la familia en ese entonces. Pero la realidad de administrar una granja de producción de queso artesanal, como la que tienen en Rincón de Albano, San José, aproximadamente a una hora y media en auto desde la capital de Uruguay (Montevideo), resultó ser más intensiva en mano de obra de lo que cualquiera de ellos hubiera previsto.
Al principio, la producción de queso artesanal, que retomaron del padre de Francisco, no aportaba mucho. Los horarios también eran exigentes: tenían que madrugar para el primer ordeñe y a veces hacían queso hasta la madrugada para no perder la leche que no se podía conservar hasta el día siguiente.
Karina cargaba cubos de suero de leche para los terneros y levantaba kilos de cuajada para hacer queso, hasta que al final se lesionó la espalda. Pero siguieron adelante. Aprendieron haciendo y hablando con otros ganaderos, y con el asesoramiento de los técnicos del Inale fueron introduciendo mecanismos y tecnologías nuevos.
"A medida que haces capacitaciones y visitas a otros productores, te emocionas al ver cómo progresan los demás", dijo Francisco.
Poco a poco fueron adquiriendo ordeñadoras y queserías nuevas, y en mayo de 2017 dejaron de producir cultivos en las cuatro hectáreas de terreno que poseían.
Hoy Karina ya no tiene que transportar baldes de suero para los terneros, que ahora se alimentan a través de un sistema de bombeo. Su nuevo tanque frío, mientras tanto, les permite almacenar leche de un día para otro y hacer queso solo una vez al día.
Hoy, la vida más fácil que imaginaron es por fin una realidad. El queso que producen, que tiene un agradable toque afrutado, cumple con las normas de calidad legales para el queso artesanal, y el sistema que han implantado facilita el control de esa calidad.
Mientras tanto Franco, su hijo de 15 años, ha desarrollado un interés por la maquinaria agrícola y, a diferencia de muchos de sus compañeros, está estudiando para conseguir un futuro en el campo.
El caso de éxito de la familia Merlo motivó su participación en una iniciativa impulsada por la FAO junto con el Centro de Innovación y Emprendimiento (CIE) de la Universidad ORT Uruguay, que evalúa y busca mejorar la trazabilidad del queso artesanal utilizando tecnología, en colaboración con el proyecto del Acuerdo Interinstitucional para el Desarrollo de la Quesería Artesanal (AIDQA) del Inale.
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