El mercado negro de armas se alimenta de los conflictos armados en el mundo

En la reunión se discutieron los problemas emergentes de la creciente presencia en manos de terroristas o traficantes del mercado negro de armas que originalmente fueron entregadas a distintos países como para colaborar con sus fuerzas armadas y de seguridad.

Aparentemente, los esfuerzos del organismo por controlar y regular el movimiento de armas convencionales en el mundo se ven menoscabados por el cuestionamiento y aún el desconocimiento de sus normas por varios países firmantes del tratado, aún de naciones poderosas.

El tratado surgió en 2014 como una iniciativa de la ONU para prevenir y erradicar el desvío de armas convencionales de sus destinos originales, mediante el establecimiento de estándares internacionales de seguridad para la transferencia de armamento.

El tratado incluye en la actualidad 111 estados participantes y 30 que lo han firmado, pero no lo han ratificado aún. En algunos casos hay países firmantes que no han demostrado interés alguno en participar plenamente del organismo.

Entre estos últimos se puede incluir a Estados Unidos, Rusia, dos grandes exportadores de armas y a India y Arabia Saudita, dos grandes importadores.

Las normas del ATT requieren que cada país miembro informe cada año los detalles de su comercio exterior de armamentos. Lamentablemente, el porcentaje de cumplimiento de esa norma viene decayendo sustancialmente, ya que en 2025 fue del 84% para pasar a sólo un 52% en 2021.

La realidad es que el comercio internacional de armas está orientado por el interés nacional de los países exportadores e importadores más que por legislaciones y reglamentos para prevenir el crimen trasnacional, el terrorismo, las insurgencias armadas y las intervenciones de un país contra otro.

Esta situación se ha visto en varios conflictos armados en años recientes, como las armas vendidas por el Reino Unido a Arabia Saudita que fueron después utilizadas en la guerra civil en el Yemen.

Lo mismo ocurrió en Irak a partir de la invasión de la OTAN encabezada por Estados Unidos en 2003. Enormes cantidades de armas que se introdujeron en Irak fueron vistas en 2014 en manos del grupo terrorista ISIS que se había establecido en varias regiones del país.

Afganistán es otro caso emblemático. El volumen de la asistencia militar norteamericana durante 20 años alcanzó un volumen astronómico, por valor de US$ 83 mil millones destinados a equipar y armar un ejército afgano que finalmente, hace un año, se rindió al Talibán.

Entre 2003 y 2017, Estados Unidos entregó a las fuerzas afganas al menos 600.000 armas portátiles, 76.000 vehículos, 16.000 anteojos de visión nocturna, 162.000 radios y en los dos años posteriores, hasta 2019, envió 4.700 vehículos Humvees, 20.000 granadas de mano y millones de municiones. Otros armamentos y equipos siguieron enviándose hasta mediados de 2021.

De acuerdo con lo investigado por Guy Lamb, un experto en seguridad y violencia de la universidad de Ciudad del Cabo, Sudáfrica, una gran cantidad de estas armas fueron vendidas a milicias locales y a otros grupos ubicados en Pakistán. Finalmente, el año pasado, el Talibán tomó el control de todo el armamento restante, tal como fue expresado por un vocero talibán, Suhail Shaheen en una entrevista de la cadena Fox: “el armamento dejado por los norteamericanos es ahora un activo del pueblo de Afganistán y será usado para protegerlo y proteger nuestras fronteras”.

Con respecto al conflicto en Ucrania, The Eurasian Times, un portal especializado en temas globales de defensa y armamento informó que hay manifestaciones claras de que el fenómeno de armas cayendo en manos indebidas ya se está produciendo en Ucrania, que ya cuenta con una mala reputación como centro de contrabando de armas y municiones, previa a la invasión rusa.

Según el portal, armas que fueron entregadas por los países de la OTAN para combatir la ofensiva rusa están siendo publicados para su venta en el Medio Oriente y norte de África.

El inspector general de armas del Pentágono, Sean O´Donnell le ha dicho a Bloomberg que “está en alerta ante los signos de fraude y abuso en miles de contratos que se están aprobando” y que el brigadier general Garrick Harmon ha sido enviado a Kyiv para controlar y monitorear la entrega de armas y municiones.

Entre Estados Unidos, el Reino Unido, Alemania y Polonia han entregado a Ucrania equipos, armamentos y municiones por valor de US$ 30.000 mil millones y las autoridades ucranianas no pueden dar cuenta exacta de la ubicación final del armamento, según el General O’Donnell.

Jonas Ohman, fundador y CEO de Blue-Yellow, una organización lituana proveedora de equipos no letales a las fuerzas ucranianas desde el inicio del conflicto con los separatistas pro rusos del Donbás, ha dicho que sólo un 40% de los suministros militares alcanzan su destino original, aunque en los últimos tiempos la situación ha mejorado.

Para Ohman, una combinación de líneas cambiantes de enfrenamiento, con participación de milicias de voluntarios y mercenarios ha dificultado mucho una entrega normal de los armamentos que terminan en el mercado negro donde se mezclan “oligarcas, políticos y señores de la guerra”.

Aparentemente, los principales proveedores, como Estados Unidos, han decidido controlar en el terreno el destino del armamento para evitar o limitar los desvíos de sus destinos finales.