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El negocio millonario del rabino cabalista y su familia

Mucho antes de que la cantante Madonna comenzara a llevar la cuerda roja en la muñeca, ya estaba allí Karen Berg
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20 de febrero de 2015 a las 20:07

¿Cómo nació el famoso Centro Mundial de la Cábala, que fundaron en 1969 casi de la nada el rabino Philip Shraga Berg y su segunda esposa Karen? ¿Cómo construyeron un imperio que en la actualidad llega incluso hasta Dubái, el país musulmán del golfo Pérsico, y que posee desde 20 millones de dólares en efectivo y más de 100 millones en propiedades?

Según Abraham Gruberger, de 53 años y uno de los ocho hijos del primer matrimonio del rabino, fue Karen, la madre de los dos últimos hijos de Berg, quien “vio que (la Cábala) podía ser un buen negocio”. Lo mismo opinan numerosos entendidos y personas de buena fe.

Durante miles de años solo unos pocos hombres judíos mayores de 40 tuvieron el privilegio de conocer los secretos de una filosofía mística muy antigua, llamada Cábala, mediante la cual se decía que era posible alcanzar, además del conocimiento, la serenidad y la paz espiritual. En la década de 1960, Karen Berg conmocionó al mundo cuando le anunció a su esposo, el ultraortodoxo rabino Philip Berg que le había enseñado todo acerca de la Cábala, que ella decidió que era el momento de revelar su esencia a todas las personas que quisieran cambiar el rumbo de sus vidas. Y así fue.

La vida y sus giros

Berg nació en 1927 como Shraga Feivel Gruberger en el seno de una familia ultraortodoxa. Y modernizó su nombre y apellido tras abandonar a su primera esposa Rivka y a sus ocho hijos por la entonces jovencísima Karen, a mediados de la década de 1960.

Varios años antes, en 1951, Berg había sido ordenado como rabino en Brooklyn, donde vivía y tenía una modesta oficina de seguros, de la que más tarde Karen fue secretaria y recepcionista. Ya entonces Berg había comenzado a estudiar Cábala (porque, decía, “el Talmud con sus debates sobre leyes y pequeños detalles de la vida cotidiana y religiosa”, le aburría). Pero Berg, que falleció hace alrededor de un año (a la edad de 86), nunca imaginó que con el paso de los años la Cábala lo convertiría a él y a su segunda familia en multimillonarios.

Es que un día Karen, madre de sus hijos Yehuda y Mijael (nacidos en Israel, donde vivió la familia algunos años económicamente difíciles), con su vista de lince, le dijo a Berg: “Convirtamos la sabiduría de la Cábala en algo relevante para la vida de la gente”.

Entonces crearon un nuevo lenguaje, más “light”, de la Cábala, que contribuyó a que las personas adoptaran efectivamente esa sabiduría antigua como parte de sus vidas.

Y de ese modo, Berg se reinventó en forma gradual como gurú de más de cuatro millones seguidores de diversas religiones, entre ellos Madonna y otras estrellas ricas y famosas.

No todas son rosas

“Los hijos de su primer matrimonio, judíos ultraortodoxos, lo despreciaban”, nos comentó David, que trabaja en el Centro de la Cábala de Jerusalén, uno de los más de 40 que la organización tiene en todo el mundo. “Los hijos consideraban que Berg se había alejado de la verdadera religión”. Otros judíos ultraortodoxos han llegado incluso a pegarle.

Es que en determinados círculos, Berg y su familia no tienen tantos amigos. A la pregunta en de si el famoso rabino y su familia son personas serias, el israelí Moshé Idel –catedrático de Cábala en la Universidad Hebrea de Jerusalén y principal fuente de inspiración de Umberto Eco a la hora de escribir El péndulo de Foucault– nos dijo que “como empresarios, por supuesto que son serios”. Ante la misma pregunta, Yosef Dan, otro prestigioso catedrático israelí de Cábala se mostró indignado ante la sola mención de los Berg: “No tengo la más mínima intención de responderle”. Tal es la falta de respeto que siente hacia ellos que no quería ver su nombre siquiera ligado al de los Berg.

Los enemigos del rabino y su familia cuestionan sus métodos de recolectar fondos, y su enriquecimiento con “el negocio de la fe y la espiritualidad”. La propia Madonna ha donado millones de dólares: se habla de más de 15.

A juicio de los críticos, además, los Berg han simplificado la Cábala, que incluye el estudio del significado oculto de los textos sagrados sobre la base, entre otros elementos, de que cada letra hebrea tiene un valor numérico.

Y de números los Berg saben mucho, y se apoyan en una eficaz psicología de masas y una elaborada estrategia de marketing por medio de la cual explotan a sus seguidores para que vendan cientos de sus “productos” –así denominados por el propio Centro de la Cábala– a precios astronómicos.

Y mientras que la revista estadounidense Newsweek citó a Berg como el cuarto rabino más importante de Estados Unidos, el diario Los Angeles Times expuso en una serie de artículos el lado oscuro de los Berg, y decía que el Centro Mundial de la Cábala es más una secta de famosos que una institución religiosa.
Además, algunos exseguidores de los Berg ahora los critican, otros los demandan por fraude, y la impositiva de Estados Unidos ha investigado su modo de vida lujoso y sus finanzas. Los Berg insisten en que el Centro Mundial de la Cábala “es una institución sin fines de lucro”. Un Año Nuevo Judío cabalista
Recuerdo que hace unos años me hice pasar por una seguidora del rabino Berg en una celebración del Año Nuevo judío que tuvo lugar en Tel Aviv, allá en un mes de setiembre. Entre sus cuatro millones de seguidores destacan nombres rutilantes, como Madonna, y miles de servidores anónimos que trabajan gratis y han sido sometidos a “un voto de pobreza”.

Esa celebración del Año Nuevo judío tuvo lugar en el hotel más grande y lujoso de Tel Aviv: el David Intercontinental. El único que podía dar cabida a los 3.000 seguidores, provenientes de hasta 22 países (muchos de Latinoamérica) que asistieron al evento y que se extendió a una semana con paseos por Tierra Santa. Además del alojamiento, cada asistente pagó 1.000 dólares por participar, que multiplicados por 3.000 fueron a parar a las arcas de los Berg.

Todo el trabajo de organización y atención a los asistentes lo llevaron a cabo los seguidores anónimos que trabajan gratis para Karen Berg, alma máter del Centro Mundial de la Cábala, el rabino, y sus hijos cuarentones Yehuda y Mijael. Los innumerables seguidores anónimos también trabajan gratuitamente en las decenas de tiendas que tienen los Berg en todo el mundo, y donde venden “objetos cabalísticos” supuestamente bendecidos por el rabino y ahora por sus descendientes.

Los seguidores del rabino le atribuían a su “guía espiritual” poderes casi sobrenaturales, una leyenda que él mismo se encargó de alimentar y que se hizo extensiva a su esposa Karen. Las frases del rabino, que rara vez se dejaba fotografiar, eran repetidas por sus adeptos como si fueran la palabra de Dios. Es la familia que ha seducido espiritualmente no solo a Madonna, sino a Demi Moore y a su exesposo Ashton Kutcher, a las también actrices Gwyneth Paltrow y Roseanne Barr, a la cantante Britney Spears y a la modelo Naomi Campbell, entre muchos otros famosos.

El rabino de Madonna fundó el Centro Mundial de la Cábala en el año 1969 con el objetivo declarado de enseñar una forma de misticismo que describió como “la forma más antigua de sabiduría espiritual”, pero asequible a todos y no solo a algunos iniciados. Los críticos, sin embargo, se refieren al centro como un fraude y como una empresa cuyo objetivo fundamental es hacer dinero

Nadie como el rabino Philip Shraga Berg y su esposa sabían atraer a ricos y famosos, además de millones de seguidores en todo el mundo. A Madonna, antes “la chica material”, la Cábala de los Berg le sirvió de inspiración para su disco Un rayo de luz. Para la ahora desaparecida Elizabeth Taylor, las enseñanzas del rabino Berg constituyeron “una luz y una guía en la oscuridad”.

Durante ese Año Nuevo judío, los asistentes andaban por el hotel con una sonrisa de oreja a oreja y lucecitas en los ojos. Acaso inspirados por el mensaje místico de los Berg, que decía: “Por primera vez, nuestra nanotecnología se conecta con la energía pura y desnuda del Monte del Templo (de Jerusalén), y de ese modo nos asegura a todos nosotros un viaje por la vida cargados de los más altos niveles de conciencia, y liberados del caos”.

Todo se vende y está por las nubes

En el Centro Mundial de la Cábala todo se vende, y el mejor ejemplo estaba en el tercer piso del mencionado hotel de Tel Aviv. Allí se montó una galería con cuatro grandes secciones. En la primera de ellas se vendían libros; en la segunda, ropa para niños; en la tercera, objetos para el hogar, y en la cuarta, ropa para adultos. Todo “cabalístico”.

Sin embargo, ningún artículo es tan popular como el agua mineral. Se trata de una botella de litro y medio proveniente de una fuente de Canadá, pero bendecida por el rabino (y ahora por su familia), lo que, según los adeptos “cambia la composición de sus átomos”. Y cuesta unos 20 dólares. Por el mismo precio se pueden comprar en muchos otros lugares del mundo numerosas botellas de agua mineral. Pero, según nos comentó uno de los discípulos del Centro de la Cábala de Jerusalén, esa agua lo cura todo, y permitía, por ejemplo, que el rabino (que ya era mayor) no tuviera una sola cana”. (Se ve que ese inocente no oyó hablar de tintura para el pelo.)

Además del agua “de la eterna juventud”, hay otro “producto” singular: la mayoría de los seguidores de Berg, Madonna incluida, llevan una hebra de hilo rojo atada a la muñeca izquierda. Se vende también a unos 20 dólares el metro y, presuntamente, protege del mal de ojo. Para hacerla más “cabalística”, se supone que en forma periódica maestros del Centro de la Cábala en Israel rodean la tumba de la matriarca bíblica Raquel –situada cerca de Belén– con cientos de metros de hilo rojo para sacralizarlo, y después lo venden por metro.

También se venden los 23 tomos del Zóhar o Libro del Esplendor, el más importante de la Cábala, escrito, a juicio del fallecido gran especialista en misticismo judío Gershom Scholem, por Moisés de León en España en el siglo XIII, y según los religiosos y tradicionalistas por Shimon bar Yojai en el siglo II en la Galilea. Pero en este caso se trata de una versión de Berg. Joyas, velas, camisetas, agendas, piedras, calendarios, aceites y salvia para quemar en lugar de incienso son algunos de los “productos” que completan la oferta.

También organizan, naturalmente a precios elevados, “tours de energía” por Jerusalén, Galilea y otros lugares donde se encuentran enterrados antiguos cabalistas.

Madonna, que ha adoptado ese nombre bíblico, se desplazó hasta Tel Aviv. Pagó la inscripción, se alojó en una suite de 5.000 dólares por noche, rezó y exhortó, devota, por un mundo mejor

En una de las comidas festivas de esos días en el hotel David Intercontinental coincidimos en la mesa con una de las responsables del negocio: Guili, directora de marketing y ventas del Centro de la Cábala en Tel Aviv, que ocupa las tres plantas de un imponente edificio de estilo Bauhaus, construido en la década de 1930 y remodelado tiempo después.

Famosos y famosísimos

Pero tal vez donde mejor se percibe la habilidad de las relaciones públicas de los Berg es en la captación de personajes millonarios y famosos para lo que sus detractores denominan “secta”.

Además de los personajes mencionados anteriormente, están la actriz Barbra Streisand, la rica y sosa heredera Paris Hilton y la diseñadora Donna Karan... Todas esas famosas (en su mayoría mujeres, aunque hay algunos hombres) se han declarado seguidoras del rabino Berg y de su Centro de la Cábala. Pero el caso más escuchado y que más ampollas (o críticas) ha levantado entre los sectores ortodoxos es el de Madonna.

La estrella del pop se echó en brazos del misticismo de Berg en el año 1998. La cantante, que tras su conversión se hace llamar Esther, se alojó en la suite presidencial del exclusivo hotel –situado a pocos metros del Mediterráneo–, a razón de más de 5.000 dólares la noche.

No obstante el lujo flagrante de la habitación, la estrella acudió a las celebraciones y los rezos con suma sencillez: un vestido blanco la primera noche de la fiesta, y un traje negro con un casquete gris a cuadros blancos y negros la segunda.

La cantante siguió emocionada y entregada a las largas sesiones de rezos del Año Nuevo judío, con sus respectivos ritos cabalísticos, cantos y bailes extáticos, comidas... Entre los muchos ritos estaba el de “enviar energías positivas” a todo el mundo, con un movimiento de la mano de todos los participantes hacia adelante.

Los seguidores y los servidores

En su mayoría, los asistentes a las celebraciones y rezos eran personas sencillas de diferentes países, y los actos se llevaron a cabo en inglés, español y árabe. Conocimos a la española Petris, que nos contó que aunque en su país no hay aún un Centro de la Cábala, ella es seguidora de los Berg desde hace años, y que ello le ha supuesto “un enorme y profundo cambio interior”.

Algunos asistentes denominaban a la multitudinaria reunión “el kibutz del espíritu”. Como Batia, una cincuentona vecina de Jerusalén que contó orgullosa que su hija de 28 años es jevre, una palabra hebrea de compleja traducción que denota que alguien es parte integral de un grupo.

En el caso del Centro de la Cábala, se trata de una especie de esclava moderna que trabaja de sol a sol, y generalmente hasta bien entrada la luna, para la causa de los Berg en Tel Aviv, a cambio de que “le cubran las necesidades”.

En los Centros de la Cábala, seguidores de Berg y de su familia trabajan horas y horas sin sueldo, como esclavos modernos y después de haber hecho “un voto de pobreza”

La idea de la jevre fue el gran “golpe” de los Berg, se supone que de Karen. Se trata de jóvenes “misioneros” sometidos a un “voto de pobreza“, que viven en grupos en apartamentos de diferentes ciudades, y que además de otras obligaciones tienen la de salir a pedir donaciones puerta por puerta para el Centro de la Cábala.

David y Ravit, dos jóvenes israelíes, también son jevre, pero en Jerusalén. Y tampoco cobran sueldo alguno. Cuando le pregunté a David si está contento con su situación, respondió: “Es que somos soldados de la luz”. Y junto con ellos hay decenas de miles de voluntarios que llevan a cabo gratis un sinfín de actividades. Al salir del hotel, al término de los dos días de celebraciones del Año Nuevo judío, vimos el Mediterráneo y luego una pequeña mezquita abandonada. Caminamos unos 200 metros y llegamos al barrio llamado Kerem Hateimanim (El rincón de los yemenitas, los judíos de ese origen llegados a Israel tras su fundación, en 1948), con sus casas bajas y sus gentes sencillas, y nos invadió una hermosa sensación de realidad y ligereza.

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